La luna de miel entre Emmanuel Macron y el pueblo francés parece haber terminado. O, al menos, estar en su fase final.
A tres meses de haber asumido la presidencia, su popularidad ha caído a un 36 por ciento y políticamente ha debido enfrentar la renuncia del jefe de las Fuerzas Armadas, Pierre de Villiers.
Ahora es el rol que quiere darle a la Primera Dama, Brigitte Macron, lo que le causa ruido y problemas.
En Francia, la pareja del presidente no tiene un estatus oficial, aunque se les permite crear uno de acuerdo a sus intereses, para los que cuenta con un presupuesto anual de unos US$ 500 mil, que incluye un pequeño equipo, seguridad y una oficina.
Macron quiere lograr algo más activo para su esposa, quien muchas veces ha actúa como activa asesora.
El problema es que el momento no parece el más adecuado, toda vez que se apresta a presentar una ley que prohíbe a los parlamentarios contratar a familiares, para evitar casos como el que afectó a François Fillon, el candidato presidencial de la derecha que perdió toda opción cuando se descubrió que había empleado a su mujer e hijos en su condición de funcionario público.
Además, existe una petición con ya casi 200 mil firmas en la web para oponerse tajantemente a la medida.
El autor y artista detrás de esta solicitud, Thierry Paul Valette, dice que “le corresponde al pueblo francés elegir quién lo representa”.
A la vez, descarta que detrás de su intención exista un ataque sexista en contra de Brigitte Macron.
No es la única crítica. El diputado del izquierdista Francia Insumisa, Ugo Bernalicis, ha manifestado que la Primera Dama "no ha sido elegida por nadie; si quiere hacer política, que haga como todo el mundo y que vaya a distribuir carteles o prospectos, pero no con dinero público y no porque su marido es presidente”.
El socialista Luc Carvounas agregó: “No veo por qué la esposa del jefe de Estado debería tener un presupuesto con dinero público”.
Esta postura no es nueva entre las propuestas de Macron. Durante la campaña ya la había planteado, haciendo un llamado a terminar con "hipocrecía" gala.
“Cuando uno es elegido presidente de la república, vive con alguien, y ambos dan sus días y sus noches, ofrecen su vida pública y su vida privada. Así que hace falta que la persona que viva con (el presidente) pueda tener un papel y que sea reconocido en ese papel”, dijo en abril.
En otros países europeos, como Alemania y Inglaterra, la pareja del presidente carece de un reconocimiento especial, apunta The Guardian.