Es la primera Fiesta de la Cerveza tras los atentados en París, Bruselas, Niza, Wuerzburgo y Ansbach. La primera Oktoberfest desde la llegada del terrorismo islamista a Alemania. La fiesta que atrae cada año a casi 6 millones de turistas de todo el mundo, un objetivo en potencia para los islamistas. Ahora existen más medidas estrictas de seguridad que nunca.
Controles estrictos
Ante la Theresienwiese, Siegfried Nürnberg y Sara Schimdt están haciendo cola para entrar. A Schmidt le gustaría hacerlo con su bolso, pero es demasiado grande. Este año no se puede acceder al recinto con bolsos donde entren tres cajas de leche; con mochilas tampoco. “Es molesto”, dice Siegfried. “Pero comprensible tras todos los atentados”, añade Schmidt.
Por primera vez hay controles en las zonas de acceso y el recinto está totalmente vallado para garantizar que todos los visitantes usen las entradas oficiales.
Recuerdos de 1980
El miedo latente ante el terrorismo forma parte de la Oktoberfest. Casi cada muniqués mayor de 50 años se acuerda aún del 26 de septiembre de 1980. En aquel entonces, el ultraderechista Gundolf Köhler llevó a cabo un atentado con bomba en la entrada principal, en la que fallecieron 13 personas. “Fue una conmoción para la ciudad”, dice Karin, “pero sin embargo un par de días después estábamos sentados en las atracciones de feria”, comenta la muniquesa.
Hubo una Oktoberfest en 1980. También la hubo en 2001, pocos días tras el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York. Y en 2009 hubo Oktoberfest, con estrictas medidas de seguridad, a pesar del video de Al Qaida donde se amenazaba atentar contra Alemania.
La policía y las cámaras de vigilancia
No es nada nuevo que muchos policías se paseen por el recinto. Sin embargo, este año aumentó la presencia policial, de 500 a 600. Además se instalaron 29 cámaras de vigilancia.
"Llama la atención la cantidad de policías que hay aquí”, dice Denise Hefner, que viajó con su esposo Mike desde el estado de Wyoming para la Oktoberfest. Para ella, la presencia policial es importante, porque le da la sensación de seguridad. Ahora se trata de disfrutar de la fiesta y Mike dice que “no podemos darles a los terroristas lo que ellos quieren.”
Eso mismo dice el gastrónomo Siegfried Able: “Aceptamos la decisión de cada uno de no visitar la fiesta este año, pero no deberíamos permitir que nos quiten la alegría de vivir."
Fuegos artificiales diferentes
Traudl Beck y Theresia Helgert esperan sentadas en su puesto de venta de brezel a que lleguen los clientes. “Si alguien se lo propone de verdad, no permitirá que lo pare el control de bolsos”, dice Beck. Ella y su colega parecen estar relajadas. “Y si pasa algo, no podemos de todas maneras cambiar nada”, añade Helgert. Es una actitud pragmática que parecen adoptar muchos de los visitantes de la Oktoberfest.