"No voy a hacer milagros en dos años": con esta frase, el flamante presidente interino de Brasil, Michel Temer, mostró el viernes su voluntad de permanecer en el poder hasta fines de 2018, cuando termina el mandato de la suspendida Dilma Rousseff.

"Estoy acostumbrado a la presión, a situaciones difíciles, a las crisis. Trabajaré de domingo a domingo, de día y de noche, para cumplir las expectativas del pueblo brasileño", dijo Temer en su primera entrevista tras asumir, con la revista Epoca.

"Con la ayuda de todos, quiero encarrilar este país en estos dos años y siete meses", añadió. "Quiero que al dejar la presidencia, me miren y por lo menos digan 'Este tipo ordenó el país'".

Pero el juicio político a Rousseff, suspendida del poder por el Senado durante hasta 180 días, ni siquiera ha comenzado aún.

No obstante, su retorno a la jefatura de Estado parece poco probable, ya que 55 senadores votaron el jueves por someterla a un procedimiento de destitución por maquillaje de las cuentas públicas, un voto más del necesario para destituirla de manera definitiva (dos tercios de los 81 senadores).

Temer, del gran partido de centro PMDB, fue el vicepresidente y aliado de Rousseff durante cinco años y medio, pero en marzo se declaró en rebeldía. Rousseff le acusa de ser el "jefe conspirador" de un golpe en su contra.

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