Nesrin tiene 20 años de edad y llegó hace un mes a Bonn, procedente de Siria. Es una de las pocas mujeres refugiadas dispuestas a hablar con periodistas. Junto con su familia consiguió llegar a Grecia y a Hungría, para finalmente arribar a Múnich. En un tren especial, ella, sus padres y sus hermanos fueron enviados a Bonn. De toda la travesía, la peor etapa fue para ella la permanencia en una prisión húngara. Nesrin, quien no desea revelar su apellido, afirma que en Hungría se vio forzada a compartir una celda casi exclusivamente con hombres.

“La situación es muy difícil para nosotras las mujeres”, dice ella a DW. “No podíamos descansar en presencia de hombres extraños.” En su cultura, esto es poco común. “En la sociedad árabe es así: cuando no le dirijo la palabra a un hombre y no tenemos contacto visual, él lo respeta y me deja en paz”. Por eso es que tuvo problemas cuando se vio obligada a viajar en espacios muy reducidos junto con grupos de hombres. Ella no revela detalles, solo agrega: “vi lo que a otras mujeres les pasó”.

Violencia en el país de origen

La mayoría de los refugiados que vienen a Europa huyen de la guerra civil en Siria, un país que de acuerdo con el Informe Global sobre la Barrera de Género, presentado durante el Foro Económico Mundial de 2014, ocupa el lugar 139 de 142.

“Nos resulta especialmente difícil documentar actos de violencia sexual y ataques en Siria”, afirmó en un pronunciamiento la ONG Acción Mundial por los Derechos Humanos.

Pero no solo mujeres de Siria han buscado asilo en Europa. También lo han hecho refugiadas de Afganistán, Somalia y otros países árabes y africanos. Además de la guerra y el terror, las mujeres a menudo son víctimas de violencia sexual. “Muchas sobrevivientes rechazan dar a conocer lo que vivieron pues tienen miedo a ser estigmatizadas. La presión cultural, social y religiosa es demasiada”, dice la organización.

Refugio inadecuado

En el albergue para refugiados en Bonn, Nesrin debe compartir los sanitarios con “por lo menos otras cien personas”, relata la joven. Muchos son hombres. Esto provoca inconveniencias a las mujeres. Refugios sobrepoblados, sanitarios sin distinción de género y dormitorios que no pueden ser cerrados incrementan el temor y la inseguridad entre las mujeres y los niños.

Esto no solo pasa en el estado de Renania del Norte-Westfalia, donde queda Bonn. En Hessen, por ejemplo, organizaciones sociales critican la situación en los albergues para refugiados. En una carta abierta, denunciaron que muchas mujeres y niños se encuentran indefensos en dichos albergues. Además, hicieron un llamado a políticos y funcionarios para que se construyan instalaciones especialmente adecuadas para recibir a mujeres y a niños.

Mientras esto sucede, Nesrin espera con ansia poder vivir de modo permanente en Alemania e ir a la universidad. Pero antes, dice, deberá superar de algún modo la vida en el albergue. 

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