Mira Rai era una adolescente guerrillera y estaba en el punto de mira del gobierno de Nepal. Ahora, diez años después, es la atleta más exitosa del país.

Tras una puerta de acero, en una polvorienta calle de la capital nepalí, se encuentra un buen bar.

Lo regenta el consulado belga y ofrece una excelente selección de cervezas trapenses.

Es un lugar extraño para reunirse con la siguiente superestrella de Katmandú, una exniña soldado que huyó de su casa y de una vida de represión y hoy está en la cima del deporte extremo.

Son dos cosas las que impactan cuando conoces a esta joven atleta: sus penetrantes ojos y el hecho de que sea una mujer.

Y es que Nepal la igualdad de género no es precisamente un hecho.

El Foro Económico Mundial la sitúa en el puesto 121 de la lista de 136 países con mayor brecha entre géneros.

Las mujeres son consideradas paraya dhan, propiedad de alguien, en esta república del Himalaya.

Además, la violencia contra ellas es moneda corriente y la tan esperada nueva Constitución niega a las solteras transmitir la ciudadanía a sus hijos.

Todo esto hace aún más extraordinario que el nuevo héroe deportivo de Nepal sea una mujer.

Adolescente rebelde

En el pueblo de Sanu Duma 9, en el extremo oriente del país, Rai, como otras niñas, nunca tuvo muchas oportunidades.

Mientras sus hermanos acudían a la escuela, se esperaba que ella se quedara en casa y atendiera las tareas del hogar.

Y el plan para más tarde era que se casara y tuviera hijos.

Sin embargo, Rai tenía otras ideas.

"Iba al mercado, compraba sacos de arroz y luego volvía para venderlos y hacer dinero", recuerda, con una sonrisa.

Lo que no menciona es que el mercado estaba a tres horas de caminata, que los sacos pesaban 28 kilos y que ella no tenía más de 11 años.

Fue una adolescente rebelde, pero en lugar de manifestarlo con piercings o vistiéndose de negro de cabeza a los pies, a los 14 decidió unirse a la guerrilla maoísta, un grupo de ideología comunista que se alzó contra la corrupta monarquía imperante.

"Le dije a mi madre que me iba de acampada", cuenta.

"Y no volví a contactar con ella en siete meses".

Fue entonces cuando supo que su madre trató de suicidarse en su ausencia.

"No podía hacerles frente a las tareas domésticas", bromea Rai, hoy de 26 años, dejando de manifiesto la frialdad y la dureza que la ha llevado a la cima del deporte.

"Tiempo de incertidumbre"

Cuando Rai se alistó en 2003, los maoístas estaban en plena huída.

El ejército nepalí, con el apoyo de Estados Unidos, India y Reino Unido, andaba pisándoles los talones.

Las ejecuciones sumarias, la tortura y las desapariciones eran el día a día.

Rai describe aquél como "un tiempo de incertidumbre constante" y "siempre peligroso".

Pero lo que más impresionó a aquella adolescente fueron las instalaciones deportivas de los insurgentes.

"Tenían canchas de fútbol y de voleivol y pistas de atletismo", recuerda.

Y eso le daba "unas oportunidades increíbles".

Cuando la guerra terminó en 2006, se inscribió al programa de rehabilitación del gobierno y siguió corriendo por diversión.

La primera carrera en la que participó era de 21 kilómetros.

Sin dinero ni nada que llevarse a la boca, corrió con el estómago vacío y se desplomó a 400 metros de la meta.

Después se mudó a Katmandú y allí, gracias a la ayuda de un profesor de karate, pudo seguir entrenando.

Lo hacía en la circunvalación, uno de los tramos de carretera más contaminados de Asia.

Aún más extremo

Luego descubrió el ultra-running, unas agotadoras carreras de montaña de hasta 80 kilómetros.

La primera vez que participó en una de estas fue en marzo de 2014, y era una competencia de 50 kilómetros en el valle de Katmandú.

Fiel a su estilo, corrió con hambre y unas zapatillas que le habían costado US$4.

El atleta japonés Miki Apreti recuerda a una "sonriente y lamentablemente poco equipada niña, como duende que corría en el bosque".

A mitad de camino, al punto del colapso, alguien le prestó 50 rupias (US$0,50) para comprar unos fideos y una caja de jugo de naranja.

Y fue así como ganó la carrera.

El organizador del evento, Richard Bull, supo de inmediato que se encontraba ante un prodigio.

"Le pregunté qué necesitaba para seguir entrenando", dice.

"Y sólo quería dinero para comida".

Después, a instancias de Bull, participó en la Mustang Trail Race, una carrera de 200 kilómetros desde el pueblo Jomsom a Pokhara y de allí a Katmandú.

Rai ganó la competición.

Así que Bull ideo un plan para enviarla a competir a Europa.

Futuro prometedor

"Fue una época llena de tensión", recuerda.

"Su visa llegó seis horas antes de que tomara el avión. Y luego nos dimos cuenta que no había volado nunca".

Pero eso no fue un problema y Rai terminó ganando las dos carreras en las que participó.

A estas le siguieron victorias en Hong Kong y en otras carreras.

este año logró participar en una carrera de 82 kilómetros en el Mont Blanc- con 4.809 metros es la cumbre más alta de los Alpes-, una prueba del campeonato mundial Skyrunner World Series.

Es una de las competiciones más duras del mundo y ella llegó a la meta tan campante, 21 minutos por delante del segundo clasificado.

Ahora, con un acuerdo de patrocinio y el potencial para convertirse en el nepalí más famoso después del sherpa Tenzing, el futuro parece prometedor para Mira Rai.

Ella se ríe, con incredulidad.

Y es que "empecé a correr para escapar de mi futuro", dice.

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