AFP

Los viajeros que el martes huyeron del aeropuerto de Bruselas cuando estallaron las primeras bombas dejaron tras de sí miles de maletas que siguen esperando a sus propietarios.

En uno de los hangares del aeropuerto, cerrado al menos hasta el domingo, hay alineados entre 5.000 y 6.000 objetos, no solo maletas sino también carritos de bebé, mochilas o bicicletas desmontadas.

Todos están clasificadas por vuelos, a la espera que vengan a buscarlas sus propietarios. "Desde las 16:00 horas los viajeros pueden venir", explica Florence Muls, portavoz de la compañía Brussels Airlines. "Es la primera etapa hacia el restablecimiento de la actividad, todavía quedan muchas etapas para que vuelve la normalidad", afirma.

Poco a poco, viajeros de todas las nacionalidades empezaron a venir este jueves hasta el hangar, aliviados de poder recuperar lo que dejaron atrás cuando estallaron las bombas.

El martes, hacia las 08:00, "ya tenía mi tarjeta de embarque, lo tenía todo", recuerda Roger Ramazani, que iba a tomar un vuelo en dirección a Kinshasa. De pronto hubo una explosión. "Todo el mundo se echó al suelo, y luego una mujer vino gritando: '¡Por aquí, por aquí¡ Abrió una puerta, todos bajamos y nos encontramos en la pista".

Este jueves Ramazani recuperó su maleta y quizás un poco de tranquilidad. "Después de dos días empiezo a estar mejor, pero confieso que no fue fácil el primer día ni el segundo. Ahora lo acepto y la vida sigue", dice resignado.

Pesadillas 

Otra pasajera, Isabelle Jami, no esconde su enfado. "Seguimos sin nuestro equipaje de mano que está en el hall de salidas. Nos fuimos de aquí sin tarjetas de crédito, sin dinero, sin nada".

"Todavía no nos hemos dando cuenta de lo que hemos vivido, tenemos pesadillas, es difícil" confiesa esta francesa, visiblemente marcada por lo ocurrido.

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Las maletas disponibles para ser devueltas son las que estaba en los aviones. Pero las que estaban en la terminal del atentado siguen siendo inaccesibles. 

"La zona sigue estando cerrada al público y a los trabajadores a causa de las investigaciones judiciales", recuerda la portavoz del aeropuerto.

Sartaj Matharu, de 30 años, que lleva un turbante en la cabeza, abre expectante una pequeña maleta negra y respira tranquilo cuando ve que su ropa y la funda de sus gafas siguen ahí. Estaba viajando de Nueva Delhi a Toronto y sólo iba a hacer una escala de una hora en Bruselas.

Pero ahora lleva dos días en la capital belga, durmiendo en un campamento militar, con centenares de otras personas. "Sólo quiero volver a casa", dice cansado.

Su objetivo es ir a Amsterdam para luego volver a Canadá y espera que la compañía aérea le pague el trayecto y le lleve a su casa la maleta que le falta.

Desde los atentados, los vuelos comerciales (una media de 600 al día) han sido suspendidos y el aeropuerto seguirá cerrado al menos hasta el domingo, mientras sus cerca de sus 20.000 trabajadores siguen en paro técnico.

Aunque ningún portavoz del aeropuerto quiere hablar de las consecuencias económicas y prefieren expresar su "compasión" con las víctimas, las pérdidas podrían ser colosales.

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