AFP
La canciller alemana, Angela Merkel, favorita para las elecciones, y su rival socialdemócrata Martin Schulz celebran este sábado en sus respectivos feudos los últimos actos de una campaña marcada por el ascenso de la derecha nacionalista.
En vísperas de las elecciones, la canciller de 63 años visitó el sábado por la mañana el cuartel general de su campaña, en Berlín. "¡Ganémonos el pan! ¡cada voto cuenta!", apremió la canciller, que espera conseguir un cuarto mandato tras 12 años en el poder.
Por la tarde, viajó a su circunscripción, la región de Mecklemburgo-Pomerania occidental, en territorio de la extinta RDA.
Merkel no eligió la opción más fácil ya que dentro de su itinerario está la localidad de Greifswald, donde su partido perdió en las elecciones regionales del año pasado contra la formación de derecha nacionalista Alternativa para Alemania (AfD).
La dirigente de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU) se ha convertido en las últimas semanas en el objetivo de pequeños grupos afines a la derecha populista que la han abucheado en cada uno de sus mitines, acusándola de "traición" por abrir las fronteras en 2015 a cientos de miles de demandantes de asilo, en su mayoría musulmanes.
La AfD al acecho
En la recta final, la AfD ha ido sumando intenciones de voto y actualmente alcanzaría entre el 11 y el 13%. Por detrás quedaría la izquierda radical (Die Linke) con entre 9,5 y 11% de las preferencias.
El partido nacionalista, fundado en 2013, ha radicalizado su campaña, centrando sus ataques contra los migrantes, los musulmanes y el arrepentimiento por los crímenes nazis.
Un éxito electoral de la AfD empeñaría la esperada victoria de la CDU y sus aliados bávaros (CSU) que, según las últimas encuestas, podrían obtener entre el 34 y el 36% de los votos, muy por delante del partido socialdemócrata (SPD), que lograría entre el 21 y el 22%.
El vicepresidente del Comité Internacional Auschwitz, Christoph Heubner, teme que el auge de la AfD, un "conglomerado de antisemitas, enemigos de la democracia y predicadores del odio nacionalista", sirva de revulsivo para "los populistas y extremistas de derechas de toda Europa", reportó la agencia Dpa.
Para el diario Süddeutsche Zeitung, la llegada de AfD a la cámara baja, marcaría la primera vez que un partido de este corte entra en el parlamento desde 1945. "Los racistas (...) van a llegar al Parlamento. La seriedad de esta situación fue comprendida demasiado tarde", destacó el diario..
Pocas opciones
Schulz acudió, por su parte, este sábado por la tarde a un último mitin electoral en Aquisgrán (oeste), cerca de su ciudad natal.
"Esto da aliento para los últimos metros", declaró ante miles de personas, celebrando una "campaña electoral grande y maravillosa".
Con un tercio de indecisos y la sostenida erosión de los votantes en las últimas encuestas, el antiguo presidente del Parlamento Europeo de 61 años todavía no se rinde.
El viernes, durante un mitin en Berlín, acusó a Merkel de ser la candidata del inmovilismo. "Los próximos cuatro años no pueden ser cuatro años de inercia y letargia", recalcó, denunciando la "política somnífera" de la canciller.
Pero Schulz tiene difícil movilizar al electorado con sus críticas a Merkel, ya que su partido gobierna con la CDU desde 2013. Y su decisión de centrar la campaña en la justicia social tampoco parece dar frutos en un país que crece y donde el desempleo está en su nivel más bajo desde la reunificación.
Aunque Merkel parece encaminarse hacia un cuarto mandato, para ella lo más difícil podría empezar después de los comicios, a la hora de formar un gobierno.
La canciller saliente ya anunció que no va a aliarse con formaciones del extremo del espectro. La opción más simple, en teoría, sería repetir una gran coalición con los socialdemócratas, pero el SPD, que atraviesa una crisis de identidad, podría preferir buscar un nuevo impulso en la oposición.
Otra posibilidad para la canciller consiste en formar una alianza con el partido liberal FDP, que podría regresar al Bundestag tras haber salido del Parlamento en 2013, y con los Verdes.
Sin embargo, las divergencias entre ecologistas y liberales sobre el futuro del diésel o la inmigración serán difícilmente solubles en caso de que se optara por esta vía.