Los contrabandistas prometieron a Fentahun Derebe un pasaje a Arabia Saudí, donde el joven etíope podría ganar más dinero del que nunca había soñado y volver a casa para iniciar un negocio.
Pero al llegar a las costas de Somalia, los traficantes le pidieron más dinero y lo abandonaron cuando no podía pagar.
Solo y arruinado, al adolescente de 19 años no le quedó otra opción que desandar el camino recorrido por cientos de kilómetros a través del desierto.
"La gente me decía que conseguiría un buen trabajo y cambiaría mi vida. Me dijeron que sería fácil. Pero no salió así, en absoluto", dice el adolescente de voz suave en Hargeisa, un importante centro de paso de esta ruta migratoria donde muchos quedan varados.
Lejos de los focos del Mediterráneo y de la crisis de migrantes en la frontera oriental de la Unión Europea, otra transitada ruta de migración clandestina vuelve a ponerse en marcha.
Fentahun es uno de los miles de migrantes que tratan de salir de África pero no con destino a Europa, sino a la península arábiga.
La llamada "Ruta Oriental" es peligrosa y a veces mortal para los migrantes, que deben cruzar desiertos, mares agitados y zonas de conflicto en su búsqueda de oportunidades económicas.
El viaje lleva a los migrantes, mayoritariamente etíopes pero también somalíes, desde el Cuerno de África por el golfo de Adén hasta Yemen, en medio de una guerra civil.
Desde allí cruzan un enorme territorio hostil con la esperanza de llegar a Arabia Saudí y otros países del Golfo donde encontrar trabajo.
La promesa de Oriente
Muchos, la mayoría, no lo consiguen.
Decenas de miles de migrantes se quedan atrapados en Yemen, incapaces de pagarse un viaje de vuelta, retenidos por contrabandistas o autoridades locales. Algunos encuentran la muerte.
En marzo un incendio en una abarrotada instalación de detención en la capital yemení mató a decenas de personas. Ese mismo mes, una veintena murieron ahogados cuando los traficantes los echaron de su barca temiendo que iba sobrecargada.
Pero muchos ni siquiera consiguen salir de África, estafados antes de zarpar.
"Me dijeron que costaría 500 dólares subir a la barca. Ni siquiera tenía 100. Me quedé impactado", dijo Fentahun, que dejó Gondar en el norte de Etiopía cuando apenas había terminado el instituto.
La Ruta Oriental cuenta con dos puertos de salida hacia Yemen. Uno en Obock, en Yibuti, pero el más habitual es en Bosaso en el norte de Somalia.
Las autoridades de Yibuti patrullan su costa y rastrean la migración ilegal, pero el gobierno es más débil en Somalia, con lo que muchos se decantan por Bosaso.
Pero al mismo tiempo es la opción más larga y peligrosa, a través de partes áridas, aisladas y anárquicas de Somalia, con temperaturas diurnas extremadamente altas.
Durante el largo mes de travesía entre Bosaso y Hargeisa, Fentahun asegura haberse cruzado con muchos compañeros en apuros. Algunos habían sido robados o abusados físicamente, todos desesperadamente escasos de comida y agua.
"Tenía miedo (...) Toda la ruta era insegura", reconoce.
Farhan Omer, empleado en un centro de apoyo de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) en Hargeisa, asegura que muchos son adolescentes solos. "Algunos no tienen zapatos", afirma.
Fuera del radar
Cientos de los migrantes estafados quedan en el limbo en Hargeisa, sin dinero para volver a Etiopía o para seguir hacia Bosaso.
"Me fui por mi hijos", dice Woynshat Esheto, una madre soltera de 35 años con cuatro hijos a cargo, que quería ir a Arabia Saudí para convertirse en mujer del hogar pero se quedó sin fondos en Hargeisa.
"No tenía forma de alimentarlos o mandarlos a escuela. No tenía elección", se desespera.
El movimiento en esta ruta se reanuda tras la ralentización de 2020, cuando las fronteras cerraron por la pandemia del coronavirus.
En 2018 y 2019, era la ruta de migración más activa del mundo. Más de 138.000 migrantes cruzaron por mar hacia Yemen en 2019, contra 110.000 en la región del Mediterráneo.
Sin embargo, no ha recibido la misma financiación ni atención dedicada a las crisis migratorias en Europa y Norteamérica, asegura a AFP Richard Danziger, jefe de misión para Somalia de la OIM.
"Lo que es frustrante aquí es que hay muy poca atención (...) Nadie está realmente interesado en este gente que tiene problemas en los países del Cuerno de África", protesta.
Acuciado por la pobreza y alentado por el sueño de una vida mejor, Mengistu Amare no se amedrenta por los peligros que le deparan, aunque apenas tiene una pequeña noción de adónde va.
"Sé que tengo que cruzar el agua para llegar a Arabia Saudí. Nunca he estado en una barca y no sé nadar", reconoce este etíope de 21 años, que dejó su aldea tras escuchar increíbles historias sobre la vida en los países del Golfo.
"Iría adonde sea que haya trabajo", asegura.