A los pies del altar de la iglesia hay volantes de una petición sobre el cambio climático con fotos de los firmantes. Unos metros más allá, activistas ecologistas realizan un entrenamiento en protestas callejeras.

Otros miembros del grupo Letzte Generation (La última generación) toman un almuerzo vegano en los bancos de la iglesia San Tomás de Berlín, antes de realizar una manifestación para presionar al gobierno a actuar más por el clima.

La iglesia protestante se ha convertido en un insólito lugar de encuentro de los activistas climáticos en su campaña de dos semanas para paralizar el tráfico de Berlín pegándose al asfalto.

En el noreste de la capital, la iglesia Gethsemane, que desempeñó un papel clave en la revolución pacífica que tumbó el Muro de Berlín, acogió cada día de esta semana un debate abierto sobre cambio climático, antes de pasar el relevo a otro templo.

Aunque los políticos, incluidos miembros del gobierno de Olaf Scholz, han criticado los bloqueos de carreteras de Letzte Generation, las iglesias han abierto sus puertas a los activistas.

"Queremos contribuir permitiendo a los participantes estar en paz", dijo el consejo de la iglesia de San Tomás en un comunicado.

"La radicalización del movimiento climático es la expresión de la desesperación de que se está haciendo demasiado poco para proteger el clima y, por lo tanto, para preservar la Creación. Nos tomamos esta desesperación en serio y la confrontamos", añadió.

Este respaldo eclesiástico genera controversia ante la mala percepción de una mayoría de la opinión pública hacia las protestas de Letzte Generation.

En un sondeo reciente de la emisora nacional ZDF, un 82% de los encuestados sentían que los bloqueos del tráfico habían ido demasiado lejos.

El gobierno de coalición de Scholz también criticaron las protestas, incluso el partido de los Verdes.

El vicecanciller Robert Habeck, de esta formación ecologista, dijo que estas acciones "no son una contribución útil a la protección climática" porque no generan consenso e "irritan a la gente".

"Los supuestos salvadores del mundo en una iglesia. ¡Qué hipocresía!", cargaba en una columna la revista Focus.

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