Chile y Nepal, dos países que no pueden estar más lejos, tanto geográfica como culturalmente.

No muchos nepalíes han oído hablar de esa nación sudamericana, excepto quizás aquellos que son muy apasionados por el fútbol.

Pero en los últimos 12 meses, Chile no estado nunca lejos de mis pensamientos. La razón son los terremotos.

El sismo de magnitud 7,8 que azotó a mi país el 25 de abril de 2015 fue el más intenso que la mayoría de los nepalíes hemos sentido en nuestras vidas.

A ese terremoto le siguieron numerosas réplicas que no sólo afectaron gravemente vidas y edificaciones, sino que también dejaron profundas secuelas en la psique de toda una generación.

Científicos han advertido que habrá terremotos incluso más fuertes en el futuro.

Los funcionarios a cargo de la planificación están preocupados por nuestra capital, Katmandú. Se preguntan si alguna vez la ciudad podrá tener edificios altos.

Fue en este contexto que supe de Chile y sus terremotos.

La comparación

Chile ha sido un país golpeado por terremotos cuya magnitud ha superado 8 en la escala de Richter.

En promedio, la nación sudamericana sufre un gran sismo cada década y media.

Y, sin embargo, ha conseguido hacerle frente eficientemente a las consecuencias más devastadoras de los movimientos telúricos.

De hecho, cinco meses después del terremoto de Nepal, en el que murieron 9.000 personas y en el que quedaron afectadas un millón de edificaciones, Chile fue azotado por un sismo mucho más fuerte, de magnitud 8,3.

Una decena de personas murió, pero el país volvió pronto a la normalidad.

Lo mismo ocurrió en 2010, cuando sufrió un evento de magnitud 8,8, uno de los más intensos registrados en suelo chileno.

Más de 500 personas perdieron la vida entonces, gran parte víctimas de un tsunami mal anunciado.

Pero solo un mes antes, una de las naciones más pobres del hemisferio occidental, Haití, había sufrido un terremoto de magnitud 7 que mató a 100.000 personas.

¿En qué piso duermo?

Esos terremotos me dejaron pensando: los chilenos deben estar haciendo algo bien y posiblemente inspirador para los nepalíes.

Así que hice mis maletas y me fui para su país. Me esperaba un largo viaje.

Partí desde Katmandú y tardé 36 horas en llegar, después de hacer escalas en Doha y Sao Paulo.

Aterricé de madrugada y quedé muy sorprendido. Creía que una ciudad tan golpeada por terremotos sería cautelosa con la altura de sus construcciones.

Pero Santiago tiene incluso el edificio más alto en Sudamérica.

Tengo que confesar que cuando en el hotel el recepcionista me dijo que mi habitación estaba en el piso 14 me sentí un poco incómodo.

En Katmandú, la población todavía tiene miedo de regresar a sus apartamentos ubicados en edificios altos, los cuales en la mayoría de los casos no tienen más de seis pisos.

Después de pasar pocos minutos en el piso 14, pedí que me cambiaran y me pasaron a una pieza en el cuarto piso.

Luego entendí que no había nada de que preocuparse.

Códigos y prácticas

Durante mi estadía aprendí que después del terremoto que sacudió Valdivia -en el sur del país- en 1960, Chile empezó a tomar muy en serio el cumplimiento de las normas de construcción.

El terremoto de Valdivia fue el mayor movimiento telúrico jamás registrado: marcó 9,5 en la escala de Richter y dejó más de 2.000 muertos.

"Un terremoto no es un riesgo que enfrentamos, es una certeza", me dijo el ingeniero René Lagos, presidente ejecutivo de la compañía que diseñó la Gran Torre Santiago, el edificio más alto de Sudamérica y un emblema de la capital.

"Por eso somos muy serios a la hora de hacer cumplir los códigos. Vamos incluso más allá de esas reglas para construir edificios que se mantengan operativos en todo sentido, incluso después de un terremoto fuerte", me explicó Lagos.

En años recientes, los ingenieros de estructuras en Chile han empezado a adoptar lo que los ingenieros mecánicos han estado haciendo por décadas: usar amortiguadores y distribuidores de impacto para suavizar el golpe del sismo.

"Ahora, cuando se construyen hospitales, por ejemplo, es obligatorio usar el sistema de aislamiento sísmico de base. Es una forma de aislar los cimientos y la estructura principal del edificio a través del uso de una especie de cojinetes de goma. De esa manera, cuando hay un temblor, los edificios se moverán con suavidad", me contó.

Pareciera que debido a los terremotos frecuentes que han hecho que la población sea más cuidadosa y a los gobiernos más conscientes,los códigos de construcción se cumplen en Chile muchísimo más que en Nepal, donde son ignorados por constructores inescrupulosos y desconocidos por la ciudadanía.

Otra buena práctica que conocí es que el diseño de cualquier edificación con más de tres pisos debe ser sometido a un experto ajeno al proyecto.

De esa manera tanto el profesional que lo diseñó como el que lo revisó se hacen igualmente responsables de cualquier daño o defecto.

La clave: preparación

Cuando me reuní con el director de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior y Seguridad Pública de Chile (ONEMI), lo primero que noté fue un cartel que había en su oficina que resaltaba la importancia de que la familia esté preparada ante un terremoto.

Ricardo Toro me lo confirmó: "La educación y la preparación son las claves para enfrentar desastres como un terremoto", señaló.

"Tienes que imaginarte un escenario de desastre y poner en práctica lo que harías para enfrentarlo. Tienes que enseñarle a la comunidad. No hay atajos".

Con regularidad, las escuelas en Chile tienen que realizar simulacros sobre qué hacer durante y después de un terremoto.

Una niña con la que hablé en una escuela de Santiago me dijo cuán útiles han sido para ella los ensayos de ese tipo.

En el terremoto de septiembre de 2015 ella se encontraba en un centro comercial.

"Gracias a los simulacros, supe lo que debía hacer. De hecho, pude ayudar a otras personas que entraron en pánico".

En mi corta estadía, me pareció evidente que los chilenos han aprendido a vivir con los terremotos -hasta tienen un trago hecho con vino y helado de piña al que llaman Terremoto que, según me dijeron, te estremece con su efecto.

Los chilenos me enseñaron que muchas veces lo que mata a la gente no es el terremoto, sino la falta de preparación, algo que los nepalíes debemos aprender.

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