El ojo derecho de Paramon Malingam está cubierto de vendajes. Una lágrima asoma en su ojo izquierdo; es el alivio de un hombre muy afortunado.
"Pensé que iba a vivir con un solo ojo el resto de mi vida", dice.
Hace 13 años, Malingam, propietario de una tienda en el centro de Sri Lanka, se cortó el ojo con un alambre de acero. Y el año pasado se lesionó el mismo ojo con un pedazo de madera.
Después de ambos accidentes, la córnea de un donante le ha salvado la vista.
"Volver a nacer"
La córnea es la parte frontal transparente del ojo, que permite la entrada de luz y ayuda a enfocar las imágenes en la retina.
Cuándo ésta se daña, resultado de una lesión o de una enfermedad, la vista de la persona se deteriora, a veces hasta el punto de ocasionar ceguera.
A menudo, la única solución es un trasplante, pero en muchos países los donantes de córnea escasean, una situación agravada por el hecho de que éstas tienen una breve vida útil.
La extracción del ojo debe efectuarse pocas horas después de la muerte, y la nueva córnea deberá ser trasplantada al paciente en unas cuatro semanas, dependiendo del método de almacenamiento.
Malingam esperó cuatro días para su nueva córnea y se está recuperando en el principal hospital especializado en oftalmología de Sri Lanka, en su capital, Colombo.
"Después de la cirugía, volví a nacer", asegura.
A pocas puertas de distancia en el mismo barrio de Malingam, Viswani Pasadi, una estudiante, se está preparando para un tipo muy diferente de "renacimiento", mientras rellena un formulario en el Banco Nacional de Ojos para donar sus ojos cuando muera.
Al igual que casi todos los cingaleses -el grupo étnico mayoritario de Sri Lanka, que constituye un 75% de su población- Pasadi es budista.
Cree en un ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento, y ve esta donación como buena inversión de futuro.
"Si dono mis ojos en esta vida, tendré mejor visión en la próxima", me dice.
Otra de las personas que ha dado este paso es la contable Preethi Kahawatte.
"Todas las cosas buenas que hacemos en esta vida nos afectarán en la próxima", explica. "Cuando la persona necesita algo, lo donamos. Sin manos podemos trabajar. Sin piernas podemos trabajar. Sin ojos ¿qué podemos hacer?".
Ojos para el mundo
Según la Asociación de Donación de Ojos de Sri Lanka, una organización sin ánimo de lucro fundada por un joven doctor, Hugo Silva, en 1961, uno de cada cinco habitantes de Sri Lanka donan sus córneas.
Estas cifras no incluyen a aquellos que, como Pasadi, se han inscrito en el Banco Nacional de Ojos, una institución independiente que abrió sus puertas hace cinco años.
"Es como si hubiera firmado un certificado por cada persona que vive en Sri Lanka", dice el director de la Asociación de Donación de Ojos, Siri Cassim, cuyo trabajo incluye la adición de su nombre en las actas decorativas que regalan a las familias de los donantes.
El afán de los habitantes de Sri Lanka en ofrecer sus córneas a los demás significa que en el país se han extraído muchas más córneas de las que se necesitaban, y ha podido enviar el excedente a otros países.
El ya fallecido Hudson Silva comenzó este proceso en 1964 almacenando algunos ojos en un termo té lleno de hielo y transportándolos después en un vuelo a Singapur.
En 2014, su Asociación exportó 2.551 córneas, de las que envió 1.000 a China, 850 a Pakistán, 250 a Tailandia y 50 a Japón.
Hoy, es uno de los principales países donantes de córnea en el mundo gracias, en gran parte, a Silva, quien hizo su primer llamamiento para que la gente donara ojos en 1958, cuando era todavía un estudiante.
Silva publicó un artículo de prensa, en coautoría son su esposa y su madre, instando a los habitantes de Sri Lanka a "dar vida a un ojo muerto".
Las primeras córneas que recibió, el año siguiente, las guardó en su propia nevera "junto con los huevos y la mantequilla".
Después, en 1960, su madre murió, y dicen que Silva se ganó el corazón de su nación al incrustar las córneas de su difunta madre en los ojos de un granjero pobre, devolviéndole la vista.
Las enseñanzas de Buda
Los monjes budistas desempeñan un papel fundamental a la hora fomentar las donaciones, enseñando a la gente a entenderlo como un acto de entrega, de "dana", que les ayudará a reencarnarse en una vida mejor.
El venerable Kiribathgoda Gnanananda Thero, fundador del monasterio Mahamevnawa en Sri Lanka, me contó una historia sobre un "Jakata", un antiguo glosario de poemas sobre vidas anteriores de Buda.
"En una vida anterior, Buda se convirtió en rey. Un mendigo ciego llegó al palacio y conoció al rey. Y le dijo: '¡Oh, rey! ¡Deme sus ojos!'. Así que él (Buda) decidió dárselos".
El cirujano de Buda extrajo sus ojos y se los transfirió al mendigo, restaurando su visión.
"De generación en generación, escuchamos este tipo de historias. Así que nos sentimos muy animados para dar partes de nuestro cuerpo a los demás", dice Thero.
Él mismo ya ha donado un riñón a una mujer con una enfermedad renal.
Los certificados que entregada la Asociación de Donación de Ojos a quienes donan sus córneas aluden de manera explícita a las enseñanzas de Buda, con palabras como "que el donante tenga un buen renacimiento".
Pero muchas personas de otras religiones también reciben y donan córneas.
En los países musulmanes está generalmente prohibido dañar el cuerpo humano, antes o después de la muerte, por eso Pakistán y Egipto han sido los principales receptores de las córneas de Sri Lanka.
Malasia, Nigeria y Sudán también figuran en la lista de los más de 50 países que reciben las córneas.
Escasez de donantes
La córnea es uno de los tejidos más fáciles de trasplantar y no requiere ninguna coincidencia entre donante y receptor. Es un tejido sin sangre, que toma el oxígeno directamente del aire.
También es posible extraer la córnea de una persona de edad avanzada e injertar los ojos de alguien mucho más joven.
Si un donante es mayor de 80 años, hay más posibilidades de que la córnea no sea apta, pero se reportó el caso de un hombre budista de 86 años que dio su córnea a un niño jordano de 9.
A pesar de esto, al menos en el Reino Unido, la córnea es el tejido que más donantes prefieren excluir de su lista de órganos a donar; un 11% de ellos se niegan a donar córneas, en comparación con el 1% que hace lo propio con los riñones.
"Me imagino la imagen de alguien sacándome los ojos, litealmente, y me da que pensar", dice el londinense Cenay Said, una asistente de cámara, que trabaja en la industria del cine.
"Algunas de las conexiones más importantes que hacemos con la gente es a través de los ojos. Se sienten como algo muy personal".
Esta puede ser la razón por la que, según el Centro Nacional de Investigación Ocular en Bristol (NERC, por sus siglas en inglés), hay escasez de córneas en el Reino Unido, aunque los expertos no saben con certeza cuán grande es el déficit.
Y en América Latina también existen más demandas de córneas que ofertas, de acuerdo con un informe publicado por la Revista Cubana de Oftalmología.
Sin embargo, cuando las córneas se importan al Reino Unido suelen provenir de otros países europeos o de los Estados Unidos -otro gran exportador- pues existe mayor similitud en cuanto a los estándares de calidad y seguridad, lo cual facilita el proceso.
"Esto no quiere decir que el banco de ojos de Sri Lanka no aplique los estándares apropiados", explica John Armitage, del Servicio de Trasplante de Córneas del Banco de Ojos del Reino Unido.
"Se trata, más bien, de que un banco de ojos en el Reino Unido que tiene que auditar plenamente la exportación para asegurar el cumplimiento de los estándares en el país".
En los funerales
Sorprendentemente, la extirpación de las córneas de una persona muerta no es un problema para las familias que desean un ataúd abierto en el funeral del fallecido.
La compañía Funerales Jayatatne, en Colombo, recibe alrededor de seis cadáveres sin ojos al mes.
"Los embalsamadores incrustan dos bolas de algodón del tamaño de los ojos, las impregnan con un líquido y las introducen en las cuencas oculares, utilizando un poco de pegamento para cerrar los párpados", dice el director de la empresa, Hasanga Jayaratne.
Los dolientes pueden ver, entonces, a su ser querido por última vez, antes de que comience su próxima vida.