"Christiana, prométeme una cosa. Pase lo que pase con tu vida, nunca pares de caminar", le dijo una vez su madre, en aquellos tiempos difíciles en los que todavía se llamaba Christiana Mara Coelho.

Su primer hogar fue una cueva dentro del parque estatal de Biribiri, una reserva natural en el estado de Minas Gerais, en Brasil.

Christina Rickardsson contó su historia en un libro que se agotó durante la primera semana de ventas en Suecia.

Luego vivió en un barrio pobre en Sao Paulo.

Pero cuando tenía ocho años, todo cambió: se la llevaron a Suecia, donde la esperaban sus padres adoptivos. Desde ahí pasó a llamarse Christina Rickardsson.

La historia de las dos vidas de Christina se convirtió en un éxito de ventas en la escena literaria sueca, bajo un título dedicado a las palabras de su madre: "Nunca pares de caminar" (Sluta Aldrig Gå, en sueco).

Junto con el libro, Rickardsson, de 33 años, también cumplió con otro sueño: crear una fundación de asistencia a los niños con menos recursos en Brasil.

Vivir en un parque

Christina pasó con su madre biológica los primeros cinco años de su vida en las cuevas del parque Biribiri.

Si llegó a conocer a su padre, ya no lo recuerda. Dicen que fue asesinado.

"Recuerdo que pasaba mucha hambre", contó Rickardsson en una entrevista con BBC Brasil.

"Cuando no encontrábamos qué comer en el bosque, íbamos a la ciudad y nos sentábamos en la estación de autobuses para pedir limosna y comida. A veces teníamos suerte y las personas eran amables. Otras veces nos llamaban ratas callejeras y nos escupían".

Adoptada por suecos, la brasileña se convirtió en autora de un exitoso libro en el país nórdico y creó una fundación para ayudar a los niños en su país de nacimiento.

Por las noches, tenía miedo: escorpiones, arañas y cobras rondaban la cueva.

"Me despertaba varias veces en medio de la noche", dijo.

Aunque también siente haber tenido una infancia amorosa.

"En la cueva, mi madre me contaba historias sobre Dios, ángeles y muchas otras cosas.

"Había muchas cuevas de ese estilo en la zona, pero no había otras personas viviendo allí como nosotras. Éramos apenas ella y yo, y sentía que tenía toda la atención y el amor de mi madre.

"Me sentía querida y eso fue muy importante para mi vida", contó.

Un día, llegaron unos hombres con perros para desalojarlas de la cueva en la que habían permanecido por cinco años.

Fue en ese momento cuando Petronilia llevó a Christina a vivir en una favela de Sao Paulo, donde se la pasaba en las calles mientras su madre buscaba trabajo. Su hermano, Patriqui, nació un año más tarde.

Poco antes de que su madre la llevara a un orfanato, que Christina creía era una escuela, vivió un episodio traumático.

Contó que vio cómo varios policías asesinaron a su mejor amiga, Camille, mientras ambas dormían en la calle.

A los ocho años, Rickardsson fue adoptada por una pareja que la llevó a Suecia

El segundo shock vino el día en que sus padres adoptivos se la llevaron del orfanato, junto a su hermano Patriqui, que ahora se llama Patrik.

"Me dijeron en el orfanato que me habían adoptado, pero nadie me explicó qué significaba aquello realmente", compartió Rickardsson.

"Cuando salimos tomados de la mano con nuestros padres adoptivos, me di cuenta de que era una realidad; esas personas me llevaban lejos".

El miedo se suavizó gracias a la emoción de volar por primera vez en uno de esos "pájaros de metal".
Solo cuando el avión aterrizó en Suecia, Christina cayó en cuenta de que ya no estaba en Brasil.

"Mi madre adoptiva me mostró uno de esos globos terráqueos antiguos y apuntó: aquí está Suecia y aquí Brasil. Vi aquel océano en el medio y entonces supe que ya no estaba en mi país".

"No sabía que la nieve era fría"

El nuevo hogar de Christina era Vindeln, un pequeño pueblo de 2.500 habitantes en el norte de Suecia. Y cuando llegó el invierno, conoció la nieve por primera vez.

"Había nevado mucho durante la noche y cuando desperté pensé que nuestra casa estaba rodeada de una inmensa nuble blanca. No sabía qué era la nieve. Salí de la casa, con apenas algo de ropa y empecé a jugar con aquel tapete blanco que cubría el piso", describió.

"No sabía que la nieve era fría y comencé a gritar".

Su madre adoptiva se apresuró a bañarla con agua caliente.

Adoptada junto a su hermano Patrik, Rickardsson recuerda el día en que descubrió que la nieve era "fría".

Todo era extraño para ella: el clima, la cultura, el idioma.

"Lo más difícil era que no podía comunicarme con nadie. Mi hermano tenía menos de dos años de edad. Mi madre adoptiva andaba con un pequeño diccionario de portugués, pero no podía pronunciar las palabras correctamente".

A los 16 años, Rickardsson viviría otra pérdida cuando su madre adoptiva Lili-Ann falleció de cáncer.

Después de 24 años en Suecia, decidió regresar a Brasil en 2015 para buscar a su familia, la cueva y el orfanato de su infancia.

Sobre la búsqueda de su madre biológica, prefiere dejar que las respuestas sean halladas en su libro.
Pero compartió que mantiene el contacto con su familia brasileña y que poco a poco trata de volver a aprender portugués.
"Solo hablo un poquito", dice, con un fuerte acento sueco.

"Sluta Aldrig Gå" ("Nunca pares de caminar") es el título del libro de Rickardsson, dedicado a una frase que le dijo su madre biológica.

Éxito

En Suecia, la primera edición de su libro se agotó en apenas una semana y alcanzó el segundo lugar en la lista de los más vendidos.

De pronto, su cara comenzó a aparecer en los principales medios de comunicación en el país.

"Cuando llegué a Suecia, percibí que mis amigos suecos tenían condiciones de vida muy diferentes a las que tenían algunos niños en Brasil", cuenta.

Christina Rickardsson quiere distribuir gratuitamente ejemplares del libro a los niños sin recursos de Brasil.

"Siempre quise escribir cómo es crecer en un país donde todos los niños tienen igualdad de oportunidades.

"Una de las cosas que Suecia me enseñó es que, cuando le das a un niño la oportunidad de tener una vida digna, va a aprovecharla".

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