Por más de una década, las montañosas e inaccesibles áreas tribales de la región paquistaní de Waziristán del Norte, en la frontera con Afganistán, acogieron a un enorme número de violentos yihadistas.

Los movimientos Talibanes de ambos países, el grupo al-Qaeda y otras organizaciones militantes islámicas menos conocidas, como la red Haqqani, usaron la zona para detener rehenes, entrenar a sus militantes, almacenar sus armas y lanzar ataques suicidas contra blancos en Pakistán y Afganistán.

Pero hoy en esta zona del noroeste de Pakistán ya no hay yihadistas. El ejército paquistaní controla virtualmente toda Waziristán del Norte.

Las fuerzas armadas consideran que el derrocamiento de los grupos militantes fue una de las campañas anti yihadistas más exitosas que el mundo haya visto.

Durante los dos años de lucha, el ejército perdió a 872 hombresy cree haber matado a más de 2.000 militantes.

“Antes de 2014 Waziristán del Norte era un foco de actividades terroristas”, dijo el general Hassan Azhar Hayat, quien lidera un ejército de 30.000 hombres en la zona.

Tras el ingreso del ejército “se luchó contra aquellos que se resistieron y el área quedó liberada”.

Pero muchos militantes lograron escapar, huyendo por la frontera hacia el este de Afganistán, donde continuaron luchando.

Muchos operan hoy allí con impunidad, ayudando al Talibán afgano a luchar contra el gobierno en Kabul, mientras que otros atacan blancos en Pakistán.

Los hechos de violencia han mermado, pero no se han detenido por completo.

El grupo que más recientemente se instaló en esa zona fue Estado Islámico, aunque no está claro cuánto control tiene sobre estos militantes el líder del grupo Abu Bakr al-Baghdadi, quien está basado en Irak.

El aparato Talibán

Cuando los yihadistas huyeron de Waziristán del Norte dejaron atrás todo su aparato de poder.

Hoy los jefes militares paquistaníes se refieren con humor a una aldea que hospedó a varios de los altos comandantes militantes como el Pentágono Talibán.

Y llaman a otra aldea que se usaba como zona de entrenamiento el Sandhurst Talibán, en referencia a la academia militar británica.

La ofensiva militar contra los grupos insurgentes provocó decenas de personas desplazadas.

En diversas partes de Waziristán del Norte el ejército halló prisiones, un centro de medios escondido debajo de una mezquita, túneles a prueba de bombas y una enorme fábrica de explosivos.

En la instalación encontraron cientos de bolsas de fertilizantes y grandes contenedores azules llenos de químicos burbujeantes, que eran usados para fabricar los explosivos usados por todo Pakistán y Afganistán.

El cierre de esta fábrica ha hecho una diferencia. El año pasado hubo 441 ataquesyihadistas violentos en Pakistán. En 2009 la cifra había sido de 2.586.

En total, en Waziristán del Norte se hallaron 310 toneladas de explosivos y más de 2 millones de rondas de munición.

Control fronterizo

Por muchos años, cuando se le acusaba de proteger al Talibán afgano, Islamabad se defendía diciendo que no podía prevenir el ingreso de militantes a Afganistán para lanzar ataques.

Según afirmaba el gobierno paquistaní, era imposible controlar una frontera tan larga, remota y porosa a través de la cual se mueven libremente aldeanos con familiares en ambos países.

Pero ahora se enfrenta a la situación opuesta, con militantes basados en Afganistán que lanzan ataques contra Pakistán, y la lucha por el control de la frontera continúa.

Los habitantes de Waziristán del Norte están regresando a su tierra.

Las fuerzas armadas informaron que se han construido más de 1.000 fortalezas y también se instaló un sofisticado sistema de radares estadounidense para controlar los movimientos fronterizos.

Una de las complicaciones es que mientras que Pakistán la considera una legítima frontera internacional, Afganistán jamás la ha aceptado como tal.

Destrucción

La batalla por Waziristán del Norte -al igual que ocurrió con Mosul y Aleppo- dejóenormes destrozos.

Muchas casas quedaron hechas escombros. Hay varias aldeas en las que ningún edificio tiene techo.

“Cuando volvimos nos encontramos con el problema de no tener electricidad ni agua”, dijo Saifur Rahman, quien se alojó en el pueblo cercano de Bannu durante los peores meses de enfrentamiento entre el ejército y los militantes.

No obstante, estaba determinado a regresar.

“Esta es nuestra tierra. La amamos y no me importa si ya no están las facilidades. Igual voy a volver”, señaló.

El ejército está ahora construyendo infraestructura para atraer a la gente de vuelta.

Además de nuevas carreteras, hay nuevas escuelas que no tienen nada que envidiarle a otras en el resto de Pakistán.

Uno de estos colegios construidos recientemente y muy bien equipados en las afueras de Miranshah, la capital de Waziristán del Norte, tiene espacio para 1.000 niños pero en la actualidad está vacío.

Otros focos

La región ha vuelto a contar con escuelas, pero algunas de ellas aún están vacías.

En Pakistán, la violencia yihadista no ha acabado.

El Estado no está tomando acción contra algunos de los grupos militantes que concentran sus actividades en Cachemira, Afganistán e India.

Y militantes del Talibán paquistaní basados en Afganistán siguen siendo una poderosa fuerza.

Un reciente ataque contra un santuario sufí en la provincia de Sindh mató a más de 80 personas.

La policía en Karachi cree que el ataque fue perpetrado por militantes basados en Afganistán.

Pero más allá de esto, en Waziristán del Norte los militantes han sido echados de sus baluartes y los miembros de las tribus lentamente están regresando para retomar sus vidas, interrumpidas por el conflicto.

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