Lo apodan la "Hormiga Blanca" y su turbulenta vida lo ha llevado desde las filas de un ejército rebelde en Uganda al banquillo de los acusados de un tribunal internacional. No sin que antes mediase una recompensa millonaria para conseguir información que permitiera su captura.
Dominic Ongwen, hoy con 40 años, es el primer ex niño soldado en comparecer frente al Tribunal Penal Internacional (TPI).
Y deberá responder por 70 cargos de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, entre ellos el de esclavismo. De todos se declara inocente.
Era un niño cuando, de camino a su escuela en un poblado del norte de su Uganda natal, fue secuestrado por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés).
El LRA era un movimiento insurgente con unos 200 a 500 combatientes que convertiría a Ongwen en uno de sus más despiadados comandantes, no sin antes someterlo a un estricto adoctrinamiento durante el cual presenció violentos asesinatos y soportó la tortura en carne propia.
"Es la historia de un niño, como muchos otros en el LRA, forzado a hacerse a imagen y semejanza de sus opresores", señala el LRA Crisis Tracker, un grupo que hace campaña contra los abusos de esta guerrilla.
Con el beneplácito del líder
El heterodoxo LRA, que se autodenomina "cristiano" en sus bases y lucha para instaurar "un Estado bíblico", tiene su zona de influencia en Uganda y en sus vecinos Sudán del Sur, la República Democrática del Congo y otros países del centro de África.
El grupo guerrillero está señalado por la muerte de más de 100.000 personas y el secuestro de unos 60.000 niños en una insurgencia que lleva tres décadas y es considerada brutal en su accionar.
No se sabe a ciencia cierta cuántos años tenía Ongwen cuando fue incorporado a sus filas: algunos dicen que 14, otros apenas 9. El carácter secreto del LRA hace difícil comprobar datos y hechos, aunque la captura de menores soldados es una práctica recurrente del grupo.
Sí se sabe, en cambio, que tras su abducción a comienzos de la década de 1990, Ongwen ascendió en los rangos rebeldes. A sus 18 años ya era mayor, y brigadier para cuando pasó los 25.
Había logrado ganarse la confianza del líder del LRA, Joseph Kony.
Según el Enough Project, otro grupo de denuncia contra el LRA, Ongwen ejecutó las ofensivas militares entre 2002 y 2003 en distintas zonas del norte de Uganda, bajo las órdenes de Kony.
Se ganó una reputación por ser capaz de salir airoso de las más sangrientas batallas con muy pocas bajas en sus filas.
Pero Ongwen también tuvo una relación volátil con el líder del LRA. Contra la voluntad de su superior, se opuso por ejemplo a la ejecución del vicejefe del ejército, Vincent Otti, en 2007.
"Los desertores del LRA cuentan que Ongwen fue el único comandante que intercedió por Otti frente a Kony para tratar de salvarle la vida. Fue una movida que luego debilitó su influencia dentro del ejército", señala LRA Crisis Tracker.
Pero Kony le reconocía a su subordinado el valor y la habilidad para liderar tropas en las más osadas de las misiones, señalan los observadores, lo que lo salvó de varias purgas en el seno del LRA.
Fin de camino
Fue precisamente la eficacia militar de la "Hormiga Blanca" -el apodo viene de su apellido, que se traduce como "nacido en los tiempos de la hormiga blanca"- lo que lo convirtió en uno de los más buscados del LRA.
El TPI emitió una orden de arresto en 2005 y, en 2013, Estados Unidos -que se había sumado al operativo de búsqueda que llevaban adelante fuerzas africanas- ofreció una recompensa de US$5 millones por información que condujera a su captura.
El Departamento de Estado lo acusaba de "cometer numerosas atrocidades contra civiles en Uganda, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Sudán del Sur".
En 2007 se lo dio por muerto, pero los reportes resultaron falsos. El comandante siguió fugitivo hasta el 5 de enero de 2015, la fecha en que se anunció que había sido localizado con la ayuda de otro grupo rebelde de la región, el Seleka, cerca de la localidad centroafricana de Obo.
Estados Unidos describió su arresto como un "golpe histórico" al corazón del LRA. Con Ongwen tras las rejas, sólo quedan dos prófugos de la lista de "más buscados" de la guerrilla ugandesa, Joseph Kony y Okot Odhiambo.
"Dominic Ongwen ahora debe responder por los numerosos casos de homicidio, mutilaciones, reclutamiento forzado de niños soldados y uso de esclavos sexuales que presuntamente cometió cuando era un comandante de alto rango", expresó la organización Amnistía Internacional, al momento de su arresto.
Al principio fueron tres crímenes de lesa humanidad y cuatro cargos de crímenes de guerra, desde esclavismo a expoliación. Luego, el número de cargos en su contra se elevó a los más de 70 por los que debe responder en el juicio que se lleva adelante en La Haya en estos días.
Uganda aceptó que lo juzgue el TPI, pese a ser un país usualmente crítico de este tribunal y a que muchos ugandeses hubieran preferido un juicio en casa.
Su esposa esclava, en defensa
Para muchos, sin embargo, esto representa una injusticia.
Entre quienes han salido en su defensa se cuenta Florence Ayot, su "esposa de campaña", como se llama a las mujeres obligadas a servir a los soldados,una práctica habitual del LRA, donde los jefes de mayor rango reciben entre 40 y 80 esclavas, muchas de ellas menores de edad, según denuncian organismos como Equality Now.
"Dominic solía contarnos cómo lo habían secuestrado cuando era muy joven. Todo lo que siempre hizo, lo hizo en nombre de Kony. Él es inocente", le dijo Ayot a la BBC en una entrevista de 2008.
Luego, Ayot escapó del LRA, al que había ingresado por la fuerza cuando tenía 9 años.
Denunció que su primer "esposo", un comandante de alto rango, había abusado de ella en los cinco años que la tuvo de esclava sexual. Cuando murió en combate, la mujer fue transferida a Ongwen con estatus de "segunda esposa".
"El sufrimiento continuó. Un año después, di a luz al hijo de Dominic, un niño al que él bautizó Lagony, que significa 'de regreso a Dios'. Tuve otros tres hijos con él mientras estuvimos en la selva, dos niñas y un niño".
Menor y no imputable
Con fisonomía adolescente y el pelo en rastas, el despiadado comandante transitó el territorio ugandés y, de acuerdo a las acusaciones, sembró a su paso el terror.
En particular, se lo acusa de liderar los ataques en cuatro campos de desplazados, de forzar a las mujeres que residían allí a casarse y de obligar a los niños a tomar parte en los combates.
En su comparecencia ante el TPI, Ongwen ya no tiene el pelo largo ni la cara jovial. Y se considera "una víctima" del ejército del que fue líder, al que señala como último responsable.
"Es el LRA el que secuestra gente, mata gente y comete atrocidades en el norte de Uganda. Soy una de las personas víctima de las atrocidades del LRA. Yo no soy el LRA", declaró.
El acusado también increpó a los jueces preguntándoles si no creen que su vida ha sido arruinada desde antes de que pudiera ser consciente.
Su defensa, de hecho, utiliza ese argumento para sostener su inocencia: debe ser considerado como un soldado menor de edad que actuó bajo coacción, dicen.
Y consideran que los abusos a los que fue sometido de niño, en el seno de la misma guerrilla, deberían actuar como mitigante.
La historia de Ongwen encapsula las complejidades del conflicto con el LRA, apunta la corresponsal de la BBC en La Haya Anna Holligan, "porque fue un niño moldeado y criado por sus opresores".
En cambio, quienes esperan que Ongwen pague por los crímenes señalan que no es posible que el alto militar estuviera al margen de las decisiones del LRA, como él le ha dicho a los jueces.
"Como líder, tiene que haber participado en la planeación de ataques y secuestros de personas. Y si es así, debe ser responsable de las atrocidades cometidas, incluido el asesinato y el saqueo", expresó un funcionario local al diario Daily Monitor, en enero.
Esperan, sobre todo, que una condena del TPI lleve a establecer un sistema de reparación para las víctimas del conflicto.
Será un proceso complicado y largo, pero bien puede ser "la única señal real de que ha sido un juicio exitoso", expresa Lino Owor Ogora, de la organización no gubernamental Fundación para Iniciativas de Justicia y Desarrollo.