El "rigor de la ley" caerá sobre los responsables del vandalismo, advirtió este miércoles Brasil ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), que se solidarizó con el país frente a la movilización "fascista y golpista" que ha amenazado los tres poderes del Estado.
Las imágenes de una turba de simpatizantes del expresidente brasileño de extrema derecha Jair Bolsonaro irrumpiendo el domingo en las sedes del Congreso, de la presidencia y de la Corte Suprema desataron reacciones en cascada de repulsa ese mismo día.
Y surgieron llamamientos a una reunión urgente de la organización, criticada desde hace meses por Estados miembros que la consideran ineficaz.
Hecho. En una sesión extraordinaria del Consejo Permanente, su órgano ejecutivo, este miércoles la condena ha sido unánime.
"Brasil tiene un compromiso firme con la democracia y el estado de derecho y rechaza cualquier forma de extremismo antidemocrático y de violencia política", afirmó el embajador brasileño ante la OEA, Otávio Brandelli.
Respuestas a "crímenes"
Los responsables de estas acciones "serán identificados y tratados con el rigor de la ley, dentro del debido proceso legal", añadió.
El Estado y sus instituciones democráticas "darán respuestas a la altura de la gravedad de los crímenes cometidos", aseguró Brandelli, quien insistió en que el país celebró elecciones "libres y democráticas" que merecieron elogios de la comunidad internacional.
La investidura del presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva fue una celebración de la democracia, dijo, con la presencia de más de 60 delegaciones internacionales, y representó un "reconocimiento de la solidez de las instituciones democráticas brasileñas".
Este miércoles las muestras de solidaridad se sucedieron unas tras otras, entre advertencias de que el fenómeno puede repetirse en otro lugar.
"Condenamos de la manera más clara y enérgica esta movilización de carácter fascista y golpista que ha amenazado los tres poderes del Estado en Brasil" y que "no constituye un hecho aislado", afirmó contundente el secretario general de la OEA, Luis Almagro.
El embajador hondureño ante la organización, Carlos Roberto Quesada, advirtió que "algo que sucede hoy en Brasil no sabemos dónde se va a replicar" porque "esto ya se está convirtiendo en una mala costumbre", y llamó a los presidentes de América Latina a trasladarse a Brasil "si fuera necesario para defender la democracia".
Surinam propuso que la OEA, que envió una misión electoral a Brasil, siga monitoreando la situación poselectoral en el país.
"Propuestas innovadoras"
Más de uno pidió acompañar las condenas de una reflexión interna.
"Estos hechos desestabilizadores" deben conducir a "esta organización a hacer una autocrítica con respeto a lo que ha hecho hasta ahora y lo que debe orientar nuestro trabajo futuro", afirmó el embajador colombiano Luis Ernesto Vargas.
"Pregunto a las delegaciones si no ha llegado el momento para que la OEA, si quiere seguir vigente como institución rectora en las Américas" discuta "propuestas innovadoras", agregó.
Otro tanto opina Argentina, partidaria de una "profunda reflexión".
La OEA, "cuyo accionar ha dado lugar a una pérdida de prestigio en la región al terminar siendo percibida como portadora de una visión sesgada y un mero instrumento de la discusión política" debe "encontrar nuevamente su esencia", afirmó la representante argentina María Cecilia Villagra.
Almagro se mostró conciliador: "La OEA tiene los instrumentos y los principios democráticos para analizar y condenar este patrón de amenazas a la democracia en este hemisferio", respondió.
Algunos países recordaron que los actos que hicieron temblar a Brasil durante horas recuerdan el asalto al Capitolio, en Estados Unidos, por parte de simpatizantes del expresidente republicano Donald Trump en enero de 2021 para impedir que se certificara la victoria de Joe Biden en las urnas.
Uno de ellos fue Chile, cuyo embajador Sebastian Kraljevich lanzó una pregunta retórica: "¿cuál es el límite del derecho legítimo" a manifestarse en una democracia? "El límite es precisamente el respeto a la democracia, en particular a la regla de la mayoría como elemento fundamental".
Su colega uruguayo Washington Abdala lo resumió así: "la democracia no necesita violencia callejera" porque "se asienta en el respeto de los derechos de todos".