La tradición de Japón de cazar ballenas es irrelevante para la alimentación de la población de la nación asiática, es objeto de las críticas de la comunidad internacional y ciertamente no es una actividad barata.

Entonces, ¿por qué Japón continúa con ella?

La respuesta del gobierno japonés es que la caza de ballenas es una parte importante de la cultura japonesa, que los pescadores han cazado ballenas durante siglos y que Japón nunca permitirá que los extranjeros le digan a su pueblo lo que puede o no puede comer.

Un funcionario japonés me dijo una vez: "Los japoneses nunca comemos conejos, pero nosotros no les decimos a los británicos que no deberían comerlos".

Yo le señalé que los conejos no son precisamente una especie en peligro de extinción.

Wada es uno de cinco puertos que tienen permitido cazar ballenas en Japón.


Sin embargo, hay algo de cierto en el argumento del gobierno nipón.

De hecho, varias comunidades costeras en Japón han cazado ballenas durante siglos y continúan haciéndolo.

La población de Taiji, en la prefectura de Wakayama, tiene fama (algunos dirían infamia) por sus cacerías anuales de delfines.

Hay otros lugares costeros el la prefectura de Chiba y en Ishinomaki, en el norte de Japón, que también realizan cacerías anuales de cetáceos.

La caza de ballenas en la costa es parte de la cultura japonesa, igual que sucede en Noruega e Islandia o con los inuits en el norte de Canadá.

Pero sólo Japón tiene una flota que sigue saliendo a cazar ballenas en aguas de la Antártida y mantiene un gran buque factoría para poder procesar en el mar los cientos de ballenas que cazan.

Estas expediciones para cazar ballenas en la Antártida no tienen nada de histórico.

Práctica reciente

El primer viaje para cazar ballenas en esa zona se llevó a cabo a mediados de los años 30 del siglo pasado, pero las cacerías realmente grandes no comenzaron hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Japón estaba en ruinas y su población se moría de hambre.

Alentado por el general Douglas MacArthur, Japón convirtió dos enormes barcos de la Armada de EE.UU. en buques factorías y zarparon hacia el Antártico sur.

Las protestas en Japón en contra de la caza de ballenas no son extrañas.


Desde fines de los años 40 hasta mediados de los 60 la carne de ballena fue la principal fuente de carne en Japón.

En su punto álgido en 1964, Japón mató más de 24.000 ballenas en un año.

Hoy Japón puede darse el lujo de importar carne de Australia y Estados Unidos.

No realizan caza comercial de ballenas en aguas profundas.

La flota que ahora está cazando en aguas de la Antártida está siendo financiada por los contribuyentes japoneses para llevar a cabo lo que el gobierno japonés describe como "investigación científica".

Otra justificación de Japón es que necesita matar a cientos de ballenas cada año para estudiarlas.

Pero la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sistemáticamente ha desmantelado este argumento.

En 2014 decretó que no había una base científica para el programa de "investigación letal" de Japón en la Antártida y ordenó a Tokio que pusiera fin a la actividad.

Durante un año Japón la detuvo. Pero el año pasado envió a su flota al mar una vez más, insistiendo, para incredulidad de muchos, en que su nuevo programa, más pequeño, de caza de ballenas satisfacía los requisitos de la CIJ.

Japón tiene un programa aprobado para caza de ballenas cerca de la costa.


Junko Sakuma solía trabajar para Greenpeace en Japón.

Durante los últimos 10 años ha estado investigando la industria de la caza de ballenas de Japón.

"No existen beneficios para Japón con la caza de ballenas... pero nadie sabe cómo renunciar a ella", me dice en el famoso y caótico mercado de pescado Tsukiji, en Tokio, el mayor en el mundo y reconocido por sus subastas de atún realizadas antes del amanecer.

Negocio en declive

De los miles de mayoristas de pescado en Tsukiji, sólo dos están todavía en el negocio de carne de ballena.

En uno de los puestos encontramos grandes trozos de carne de rorcual aliblanco, de color rojo profundo y goteando sangre.

En el siguiente hay dos grandes porciones -de color más claro- de rorcual común, una especie en peligro de extinción cuyo comercio está prohibido.

La carne de ballena fue un producto básico en el pasado, ahora es una novedad.


El negocio está mal, se queja el dueño de un puesto. El año pasado Japón no atrapó ballenas en aguas de la Antártida, así que hay menos carne de rorcuales aliblancos disponible, dice.

Si hubiera una escasez de carne de ballena, el precio se dispararía. Pero según Junko, esto no ha pasado.

"El hecho es que la mayoría de los japoneses no come carne de ballena", dice.

"El consumo ha estado disminuyendo durante años", y agrega que "incluso cuando la cantidad de carne disminuye, el precio no sube".

Según Junko, el consumo promedio de carne de ballena entre los japoneses en 2015 fue de tan solo 30 gramos por persona.

Si comer ballena es una parte tan integral de la cultura japonesa, ¿por qué tan pocos la están comiendo?

Decidí visitar a mi viejo amigo Etsuo Kato. Durante los 20 años que nos hemos conocido, en ocasiones ha tratado de persuadirme de comer carne de ballena con él.

Islandia también caza ballenas pero envía algo de carne a Japón.


Comiendo ballena

Kato-San creció en Kita-Kyushu, en el occidente de Japón, cerca del gran puerto ballenero de Shimonoseki.

Estamos en un acogedor restaurante en la notoria zona roja de Kabukicho, en Tokio.

El primer plato que llega a la mesa es sashimi de ballena. Está crudo.

El dueño nos señala las distintas exquisiteces: bistec, corazón, lengua e incluso carne cruda de ballena.

Se me revuelve el estómago. Pero me aguanto. Cautelosamente me llevó a la boca un pedacito de bistec de ballena crudo. Tiene un sabor fuerte, está correoso y fibroso.

Después pruebo la lengua. Está salada y sabe a pescado. Kato-San apunta al corazón. Lo rechazo cortésmente.

"Cuando era niño comía esto todos los días", dice. "Carne quería decir carne de ballena. Yo no sabía lo que era res ni puerco. Bistec era bistec de ballena, tocino era tocino de ballena".

Pero si Japón deja de cazar ballenas, ¿te entristecerías?

Me mira sonriendo y niega con la cabeza.

"No necesito la cacería de ballenas", dice. "Una vez que has comido res ya no tienes necesidad de comer carne de ballena".

El único buque factoría de Japón es muy viejo y algunos creen que Japón no buscará reemplazarlo.


Entonces, volviendo a mi pregunta original: ¿por qué Japón lo sigue cazando a estos animales?

La burocracia

Recientemente estaba en una reunión privada con un miembro de la alta jerarquía del gobierno japonés.

Japón acababa de anunciar que iba a reanudar la caza de ballenas. Le dije que eso no tenía sentido y le expliqué por qué. Y le pedí que me respondiera. Su respuesta fue sorprendentemente franca.

"Estoy de acuerdo contigo", dijo. "La caza de ballenas no es parte de la cultura japonesa. Es terrible para nuestra imagen internacional y no hay demanda comercial para la carne. Creo en otros 10 años ya no habrá caza de ballenas de mar profundo en Japón".

"Pero ¿por qué no parar ahora?", preguntó otro periodista.

"Hay ciertas razones políticas importantes de por qué es tan difícil detenerse ahora", expresó. Y no dijo nada más.

Pero Junko Sakuma piensa que la respuesta está en el hecho de que la cacería de ballenas en Japón estámanejada por el gobierno, una enorme burocracia con presupuestos para investigación, planes anuales, promociones y pensiones.

"Si el personal en una oficina burocrática disminuye mientras ellos están a cargo, se sentirían tremendamente avergonzados", dice.

"Esto significa que la mayoría de los burócratas lucharían por mantener la sección de caza de ballenas en su ministerio a cualquier costo".

"Lo mismo pasa con los políticos. Si el asunto está vinculado muy de cerca con sus distritos, prometerán reanudar la caza comercial de ballenas. Esta es una forma de mantener sus escaños", agrega.

Parece increíblemente banal. Pero la decisión de Japón de continuar cazando ballenas podría depender de unos cuantos diputados de los distritos balleneros y unos cientos de burócratas que no quieren ver su presupuesto reducido.

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