En cuestión de una hora, las caras dejaron de reflejar ilusión y se convirtieron en tristeza.

Centenares de personas que votaron "sí" en el plebiscito de este domingo y esperaron el resultado en una plaza en Bogotá bajaron la cabeza o miraron atónitos una pantalla que mostró cómo el "no" se impuso.

Los que antes ondeaban banderas blancas, sonreían y se abrazaban, ahora lloraban desconsoladamente.

El ambiente mutó de la celebración a la derrota.

"No sé qué pasa en Colombia. ¿Queremos seguir en la misma guerra?", dijo entre lágrimas Carolina Murcia mientras sostenía una bandera blanca que minutos antes había izado como un gesto previo de celebración.

A medida que la televisora local sintonizada en la pantalla confirmaba la victoria del "no", más de uno se puso las manos en la cara y dijo: "No lo puedo creer".

 

Para algunos, era casi una certeza que la mayoría de los colombianos aprobaría con su voto los acuerdos de paz firmados entre el gobierno y la guerrilla de las FARC después de 52 años de conflicto armado.

Sin embargo, la realidad fue otra.

"Nos hace falta sanearnos como país"

Con el 37% de participación, el 50,21% de los colombianos desaprobó dichos acuerdos, mientras que el 49,78% expresó su apoyo.

"Estuvo muy cerrado. La moraleja que nos deja es que nos hace mucha falta sanearnos como país", dijo Diego López, uno de los asistentes a la concentración.

"Pero estoy muy triste. Esto es decepcionante, no sé ni cómo describirlo",continuó.

A pocas cuadras de ahí, en la plaza de Lourdes, transcurría la tarde como en un domingo cualquiera.

Varios colombianos de diferentes partes del país me contaban por qué habían votado por el "no". Pero ninguno quiso que lo retratara con la cámara.

 

Fue el caso de Edgar Becerra, ingeniero metalúrgico de 45 años, quien se negó a aceptar los acuerdos porque "no son transparentes y las FARC no van a salirse del negocio del narcotráfico así como así".

En otro banco de la plaza, dos señoras me dijeron que no habían podido decidir porque, aunque querían la paz, no concordaban con ciertos puntos de los acuerdos, como el de justicia transicional.

"Es que las FARC han hecho un tremendo daño. Cómo así que les van a permitir ser políticos", me dijo una de ellas en calidad de anonimato.

Aunque en Bogotá fue difícil que algún partidario del "no", más todavía si se trataba de alguien menor de 40 años, me permitiera publicar su opinión, en Medellín (Antioquia) la situación fue contraria.

En esa región tradicionalmente conservadora y de la que es oriundo el expresidente Álvaro Uribe, principal defensor del "no", todos los jóvenes con los que hablé esta semana no tuvieron reparos en expresar su férrea y decidida negativa ante los acuerdos de La Habana.

"¿Por qué decidimos esto?"

 

"La guerra no se va a acabar porque Santos vaya a Cartagena y se dé la mano con Timochenko", me dijo Luis, un estudiante antioqueño de 22 años.

La opinión de Luis en Medellín la compartía Armando Torres, estudiante de 21 años, en Bogotá. Con la diferencia de que Torres votó "sí" porque "por algún punto hay que comenzar a construir la paz".

"Ningún acuerdo es perfecto. Pero es mejor este paso que seguir matándonos entre nosotros", me dijo.

En la plaza del "sí", sin embargo, parecía no haber cabida para comprender la postura de los opositores a los acuerdos.

"Quizá mañana ellos se pregunten por qué decidimos esto", expresó Fernando Rincón, arropado con una bandera de Colombia.

 
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