El mismo día en que el joven de 21 años, Dylann Storm Roff, abrió fuego en una iglesia afroamericana en Carolina del Sur, el Tribunal Supremo de Estados Unidos negaba una petición del Estado de Texas que pedía autorización para usar la bandera confederada en las patentes de los autos. 

Esa misma bandera que el Tribunal Supremo rechazó de poner en las patentes, ya que estos se trataban de documentos oficiales, es la que el asesino de las 9 personas en la iglesia negra mostraba en la placa de su auto. La misma que muchos grupos supremacistas reconocen como el símbolo del poder blanco.

 La última gota fue que luego Storm declarara que con el tiroteo en Charleston él esperaba iniciar "una guerra racial". 

Esos fueron los ingredientes perfectos para hacer estallar una guerra que ha estado en el debate público por años en Estados Unidos, sobre si la bandera debiese continuar siendo mostrada en los espacios públicos, y por los políticos, como un símbolo de la herencia sureña.

Esa bandera para muchos grupos radicales y supremacistas es un símbolo del poder blanco, lo que es duramente condenado por la población afroamericana.  Fue utilizada por las fuerzas confederadas durante la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), comandadas por el general Robert Edward Lee. 

En los estados sureños es común ver la bandera confederada en los autos, residencias particulares e incluso los edificios públicos.

Uno de esos es el Capitolio de la ciudad de Columbia, capital de Carolina del Sur, el mismo estado en que el miércoles pasado el joven blanco abrió fuego matando a 9 personas en una iglesia en Charleston, históricamente reconocida por su herencia afroamericana.

Ese hecho conllevó a que este viernes se reabriera la polémica en Carolina del Sur.

Las autoridades locales pidieron que como señal de respeto a las víctimas, la bandera nacional en el Capitolio flameara a media asta. Sin embargo, junto a la bandera de Estados Unidos, la bandera confederaba flameaba alta y orgullosa. Sin ningún cambio. 

 

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