Por Sarah Benhaida/Franja de Gaza (France Presse)
En la franja de Gaza, donde los residentes enfrentan penurias de manera habitual, el zoológico de Jan Yunes no es una prioridad, y su cierre parece inevitable en un momento en que los animales mueren uno tras otro y el tigre (en la imagen de arriba) lleva cuatro días sin comer.
De los cientos de animales que conformaron el parque en el momento de su inauguración en 2007, en las jaulas queda un ciervo, un pelícano incapaz de volar, una avestruz casi sin plumas, dos puercoespines que pasan el día durmiendo y un tigre, que pese a que lleva días sin comer se pasea majestuoso. En una jaula abandonada, un cartel roído pide a los visitantes que respeten "la limpieza del lugar", donde los cadáveres de unos cocodrilos y de un león se pudren al sol.
A unos metros yacen los esqueletos de unos ciervos. Tras años de esfuerzos, el dueño, Mohamed Aweda, admite su derrota y señala que está tratando de vender al tigre y al resto de los animales.
El tigre "no ha comido en cuatro días", cuenta a France Presse. "La comida cuesta 250 sekels israelíes (63 dólares, 58 euros)", precisa. Aweda dice que no ha podido recolectar esa suma por las entradas en un año.
La avestruz del zoológico de Gaza, uno de los pocos animales que queda en el lugar.
Cuando abrió el recinto, de unos 2.000 metros cuadrados, familias con niños acudían todos los días y pagaban tres sekels para ver águilas, leones, ciervos, pelícanos, cocodrilos y un tigre.
Pero desde entonces, la Franja de Gaza, controlada por el movimiento islamista Hamas ha sufrido tres guerras. En el último conflicto, a mediados de 2014, murieron 2.251 gazatíes, 73 civiles israelíes y 67 uniformados. Los animales también fueron alcanzados por los bombardeos.
Después del conflicto, "esperé días antes de poder entrar porque el olor de la muerte era demasiado fuerte", cuenta Aweda.
El ciervo del zoológico de Gaza.
Un cementerio al aire libre
El bloqueo que Israel impone a la franja y el cierre del paso con Egipto asfixian a su economía. Los visitantes ya no pueden permitirse el lujo de pagar la entrada. El clima es agradable, pero el zoológico parece más un cementerio al aire libre.
Cuerpos de animales disecados que murieron en el zoológico de Gaza.
Tamer al Nirab, conductor del bus escolar, todavía recuerda los días en que decenas de niños llegaban a visitar el lugar. "Ya nadie puede permitirse este gasto", cuenta.
En Gaza, 80% de la población depende de la ayuda exterior. En esa época, las 60 jaulas del zoológico estaban llenas y los 13 miembros de la familia de Aweda vivían con comodidad. Para poder seguir asegurándole un mínimo de comida a las bestias que siguen vivas, la familia de Aweda tuvo que tomar trabajos externos.
"Algunos de mis hermanos son choferes, otros encontraron trabajos en pequeños comercios", explicó delante de la jaula del tigre, un felino de 180 kilos que se pasea en la jaula. Para venir aquí, "tomó un avión", explica orgulloso Mohamed. "De Senegal a Egipto, después al Sinaí y de ahí a Gaza pasando por un túnel".
Ahora, espera poder venderlo por unos 30.000 dólares y después espera poder deshacerse también del terreno. Será el final del zoológico de Jan Yunes.