A más tardar tras la caída del Muro de Berlín, con su impresionante forma de organizar la reunificación de Alemania, Helmut Kohl se convirtió en una figura histórica contemporánea. Un monumento ya en vida. Eso, por sí solo, lo hace sobresalir del círculo de los poderosos.
En el crucial año de 1989, su carrera parecía acercarse a su fin. Sus adversarios dentro de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU) habían formado un frente en su contra y a duras penas logró mantener el timón del partido. Pero siempre lo caracterizó una gran fuerza de supervivencia. Era un hombre de acción. Tenía la habilidad de conjugar un certero instinto de poder con un proceder estratégico. A eso se sumó la fortuna, el destino: el colapso de la RDA, la caída del Muro de Berlín. Kohl comprendió que era una oportunidad única y actuó. Y lo hizo acertadamente.
Itinerario hacia la unidad
Solo tres semanas después de la apertura de los pasos fronterizos en Berlín, Helmut Kohl presentó ante el Parlamento Federal el itinerario hacia la reunificación de Alemania, en un plan de 10 puntos. Fue una obra maestra. La unificación todavía provocaba entonces ecos disímiles en el exterior. Pero Kohl supo aplacar a los escépticos, presentándose como un europeo. El concepto de mesura se puso de moda.
Además de la organización interna de la reunificación alemana, la política exterior de Kohl en ese período fue uno de los hitos más sobresalientes de su gobierno. La amistad con Francia, la reconciliación con Polonia y una relación con la Unión Soviética marcada por la sensibilidad y la comprensión fueron sus aspectos determinantes.
La integración europea
La experiencia de la II Guerra Mundial tuvo un papel relevante en la biografía de Kohl. La muerte de su hermano mayor, Walter, como soldado, lo impactó para toda la vida. También la división de Europa marcó la juventud de Kohl, que tenía apenas 15 años cuando terminó la guerra. Era demasiado joven como para haber tenido responsabilidad alguna en lo ocurrido.
Kohl vivió su niñez en la guerra y su juventud entre los escombros. Perteneció a la generación que no quería ver repetirse jamás algo semejante. La inmersión de Alemania en Europa fue un leitmotiv de su vida política. Con una notable capacidad de ligar la política con el simbolismo histórico, el conservador alemán estrechó la mano del presidente socialista francés Francois Mitterrand ante las tumbas de los soldados de la I Guerra Mundial. Kohl sentía la integración europea como una misión. Luchó vigorosamente por el euro, con el objetivo de que la unidad europea se volviera irreversible.
Prototipo alemán
En el recuerdo quedará también el ser humano. A diferencia del visionario Willy Brandt o de Helmut Schmidt, ducho en materias económicas, Helmut Kohl fue subestimado durante mucho tiempo. Su origen provinciano, que nunca intentó ocultar, y su manera un tanto torpe de moverse, lo hicieron parecer una figura pública que no era necesario tomar muy en serio. Sin embargo, el éxito que logró antes del período de la reunificación se debió precisamente a que era un alemán término medio, en el mejor sentido de la expresión. Helmut Kohl representa al hombre alemán de la segunda mitad del siglo XX. Y por eso, dice mucho acerca de nosotros. Era, simplemente, alemán. Y, aun así, un gran europeo.