El túnel de San Gotardo (Suiza) es un proyecto superlativo: 57 kilómetros bajo los Alpes y, en total, 151 kilómetros de túneles y pasajes que perforan el macizo montañoso. 17 años de construcción en los que respetaron tanto el plazo de entrega como los presupuestos.
“Es un trabajo impresionante”, explica Ben Flyvbjerg, de la cátedra de gestión de grandes proyectos en la universidad de Oxford: “Proyectos similares sobrepasan el plan de ejecución en un 23% y aquí hasta se redujo”. La inauguración estaba planeada para 2017 y, además del plazo, consiguió ajustarse al presupuesto. Con un aumento de 12.000 millones de francos suizos, el túnel es solo un 20% más caro de lo presupuestado, aclara el experto. “Pese a tratarse de un proyecto de larga duración, el aumento de precio es menor que la media ya que en proyectos similares, los costos suelen aumentar un 34% ”, dice mirando a su base de datos.
Flyvbjerg y sus colegas recopilaron datos de más de 6000 grandes proyectos, creando la mayor base de datos e este tipo que abarca 100 países en seis continentes. Según su análisis, curiosamente la norma general es no respetar los planes y en el 90% de los casos no se respeta ni el presupuesto ni el plazo de ejecución. La mayoría se calcula de forma muy optimista ya desde su planificación y con incentivos falsos. Para que un proyecto prospere, hay que saber plasmarlo en el papel, explica Flyvbjerg: “Se barajan costes menores para que parezca barato. El plazo de ejecución se calcula para que sea más rápido y hasta la utilidad se calcula al alza para mostrar más beneficios", continúa.
Como las misiones a la luna
Aun así, proyectos de este alcance también suelen resultar más costosos aunque se hayan planeado con precisión. En el ejemplo del túnel de Suiza, “en 2005, cuando se supo más sobre las dificultades técnicas, los suizos no lo dijeron”, explica Jobst Fiedler, de la Hertie School of Gobernance en Berlín. “Posteriormente hicieron una valoración de riesgos y, finalmente, elevaron el marco general de gastos, que respetaron en los años siguientes”, dice el experto. Una “gestión de expectativas inteligente” de cara a la opinión pública, que no desea escuchar como se dilapidan los impuestos.
Sobre todo si atendemos a las dimensiones del proyecto del tunel de San Gotardo, cuyos costes ascienden a los 24.000 millones de francos suizos. Es decir, cerca del 3,6% del Producto Interior Bruto de Suiza. Para el país alpino, un proyecto de mayor envergadura que el programa espacial Apolo para Estados Unidos.
Mala gestión, mala reputación
En colaboración con la OCDE, la Hertie School of Governance analizó proyectos en infraestructuras de 36 países. Según los resultados, Suiza estaría en los puestos de cabeza en cuanto a eficiencia, llegando a superar hasta en 15 puestos a Alemania.
En el caso de Alemania, los expertos critican las trabas burocráticas y la falta de planificación completa de los proyectos, así como la falta de control de gremios independientes y los fallos de coordinación entre actores centrales y regionales. Aspectos que son especialmente visibles en el aeropuerto de Berlín-Brandemburgo, un proyecto que dobló el presupuesto inicial, triplicó el plazo de entrega y aún hoy sigue sin estar terminado. “Probablemente, en Suiza esto no podría pasar, pero en la descentralizada Alemania los berlineses actuaron como amateurs”, aclara Flyvbjerg.
“En todo el mundo, el aeropuerto de Berlín es como un chiste”, continúa. Pero también hay otros proyectos alemanes similares, como la Filarmónica del Elba en Hamburgo, la Estación de Stuttgart o el sistema de peaje Toll Collect para las autopistas. “Si se acumulan tantos casos, al final se termina perjudicando la imagen de todo el país. Una hecho que también pasa factura cuando las empresa alemanas se postulan para ejecutar grandes proyectos en el extranjero”, concluye Flyvbjerg.