AFP
François Hollande había prometido ser un "presidente normal" cercano al pueblo. Pero este domingo salió del Elíseo como uno de los jefes de Estado más impopulares de Francia, dejando detrás de sí un escenario político muy complejo.
A esto se suma la humillación de ceder las riendas del país a un exconsejero de 39 años, Emmanuel Macron, prácticamente novato en política, elegido con la promesa de romper con sus cinco años en el poder.
Incomprendido, criticado incluso dentro de su propia mayoría, Hollande se impuso como jefe de guerra, encadenando las operaciones militares en el extranjero con una determinación en total contradicción con su imagen en política interna.
Ante cada nuevo ataque —los atentados yihadistas han dejado 239 muertos en Francia desde 2015— adoptó con éxito su papel de padre de la nación, consolando a un país malherido.
Pero no fue suficiente para mejorar su imagen negativa, agravada aún más por un libro de confidencias a dos periodistas publicado en octubre del 2016, y por su incapacidad para conseguir una mayoría para aplicar su programa económico.
Al final de su mandato, la figura presidencial ha quedado tambaleándose. "Hay que restaurarla (...) encontrar un presidente que sepa trazar el camino", resume el exministro de Exteriores, Dominique de Villepin.
En 2012, Hollande, el primer presidente socialista desde François Mitterrand (1981-1995) prometió ser todo lo contrario del mandatario saliente Nicolas Sarkozy. Su presidencia "modesta" debía romper con el estilo "aparatoso" de su rival.
"Demasiados sueños"
Sin embargo, su popularidad comenzó a caer desde sus primeros meses en el poder. Las críticas abundaron: "no sabe tomar una decisión", "no tiene autoridad", "es demasiado táctico".
En 2013, la legalización del matrimonio gay —una reforma prometida durante su campaña— provocó una profunda fractura en la sociedad francesa.
El aumento sin precedentes de la presión fiscal a los hogares y a las empresas, acompañado de una bajada del gasto público provocó la hostilidad de buena parte de la clase media.
Para luchar contra unas tasas de desempleo de en torno al 10%, el presidente optó a medio mandato por un dar un giro socioliberal que le valió una lluvia de críticas del ala izquierda del partido socialista y la defección de varios ministros.
Esa hostilidad a una política considerada demasiado favorable a las empresas culminó a principios de 2016 con una guerra en el parlamento con los "rebeldes" de su propio partido, opuestos a una reforma de la legislación laboral.
La reforma sacó al mismo tiempo a decenas de miles de trabajadores, jóvenes y estudiantes a las calles en manifestaciones multitudinarias.
"Muchos de sus electores tuvieron la desagradable sensación de haber sido estafados. Simplemente les vendió demasiados sueños", estimaron los dos periodistas que publicaron el libro de confidencias, Gérard Davet y Fabrice Lhomme.
Macron, ¿su heredero?
En enero de 2015, Francia fue golpeada por un primer atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo. Le siguió una ola mortal de ataques yihadistas en varios lugares del país.
Hollande reaccionó endureciendo la intervención francesa en Irak y Siria contra el grupo yihadista Estado Islámico.
"Me gustaría que se dijese de mí, ya que es la verdad, que fui valiente en ese periodo", dijo el mandatario, de 62 años, según el libro "Un presidente no debería decir eso".
En el ámbito privado, el presidente también vivió momentos complicados, como la separación con Valérie Trierweiler en enero de 2014 tras la revelación por parte de una revista del corazón de su relación con la actriz francesa Julie Gayet.
La ola de críticas generada por el libro de confidencias, en la cual participaron incluso sus ministro más fieles, y la impopularidad récord llevaron a que en diciembre de 2016 Hollande renunciara a presentarse a la reelección. Algo inédito desde 1958.
Deja tras de sí un partido socialista en ruinas (6% de votos en las presidenciales), una extrema derecha en sus niveles más altos (10,6 millones de votos) y un desempleo de cerca del 10%.