Melissa Sorokin se define como "una defensora de las abejas". Por eso, mientras otros ofrecen servicios a domicilio para exterminarlas, ella se dedica a retirar colmenas o enjambres amenazantes y así proteger a estos insectos claves para la biodiversidad.
Esta ecologista de 54 años, que vive en Florida, en el sureste de Estados Unidos, prefiere atender llamados de emergencia de propietarios de viviendas o comercios antes que empresas de control de plagas intervengan y simplemente maten a las abejas.
"Si no me llaman a mí, como apicultora, lo más probable es que contraten a un exterminador, que mata a las abejas. Es fácil, rápido, es buen dinero, barato para ellos", dice. "Yo en cambio voy y le dedico horas y salvo a las abejas".
Sorokin considera vital su labor ya que esos insectos "polinizan muchos de nuestros cultivos alimentarios" y están en riesgo por prácticas humanas.
"Soy como una defensora de las abejas, una enternecida de las abejas. Las amo. Y tengo una amistad con ellas", asegura.
En una tarde soleada, Sorokin acude al jardín de un cliente en Coral Gables, cerca de Miami, para retirar una colmena.
Observa primero el lugar donde sospecha que se ocultan las abejas: un cobertizo pegado a una casa.
"Una mejor vida"
Una vez confirmada la presencia de los insectos, quema trozos de madera en un ahumador, se coloca una careta y acerca el humo al alero del cobertizo para tranquilizar a las abejas.
Luego agarra una motosierra y corta un rectángulo de madera en el alero del techo, bajo el cual aparece una colmena.
La apicultora se pone entonces unos guantes protectores y empieza a sacar los paneles de panal cubiertos de abejas y a colocarlos en una colmena artificial. El proceso le lleva unas cinco horas.
"No es muy complicado mover a las abejas. Duermen de noche. Así que uno puede moverlas por la noche o por la mañana con cuidado", dice.
La población de abejas melíferas está en caída libre. Según un estudio de diciembre de la Universidad Estatal de Pensilvania, Estados Unidos experimentó una pérdida de colonias del 43% entre abril de 2019 y el mismo mes de 2020. Los autores destacan causas como la presencia de parásitos, la urbanización, la intensificación agrícola y el cambio climático.
Los efectos colaterales son inmensos, puesto que aproximadamente un tercio de los alimentos que consumen los estadounidenses provienen de cultivos polinizados por abejas melíferas, incluidas manzanas, melones, arándanos, calabazas y brócoli, según la FDA.
El problema no se ciñe a Estados Unidos. Cerca del 35% de los polinizadores invertebrados del mundo, sobre todo abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción, según Naciones Unidas.
Sorokin confía en aportar su grano de arena a la hora de proteger a sus insectos favoritos.
"Creo que ayudo a las abejas. Ese es mi objetivo y mi deseo", afirma. "Espero que tengan una mejor vida conmigo porque las ayudo".
Cuando Sorokin termina de transferir los insectos del cobertizo, cierra la nueva caja de la colmena y la lleva a su automóvil, donde la amarra con un cinturón de seguridad.