Propuesta por el Tesoro de Estados Unidos, respaldada por el FMI y aplaudida por países como Alemania y Francia, la perspectiva de un impuesto mínimo global a la renta empresarial cobra fuerza.

Esta iniciativa, que tiene como objetivo acabar con la competencia por impuestos a la baja entre países y el uso de paraísos fiscales por parte de las empresas, estará en la agenda de los ministros de Finanzas del G20 cuando se reúnan virtualmente el miércoles, y el grupo podría dar a conocer una propuesta en julio.

La idea ha sido promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero recibió un nuevo impulso esta semana cuando la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, aseguró que buscaría un acuerdo en el G20.

"Juntos podemos usar este impuesto mínimo global para asegurarnos de que la economía prospere sobre la base de una mayor igualdad de condiciones de tributación para las empresas multinacionales", señaló el lunes Yellen.

Esta armonización fiscal, destinada a imponer un mínimo gravamen a las empresas independientemente del país donde se encuentren, buscaría evitar que las empresas eludan impuestos estableciendo sedes en países con tasas más bajas, una práctica frecuente entre las firmas de tecnología que drena recursos de las arcas gubernamentales.

"Gran paso adelante"

Estados Unidos redujo su tasa impositiva corporativa en 2017 durante el gobierno del expresidente republicano Donald Trump. Pero su sucesor, el demócrata Joe Biden, propuso la semana pasada aumentar la tasa nuevamente para financiar un plan masivo de infraestructura y empleos de más de 2 billones de dólares. 

Sin embargo, Yellen ha dicho que sería mejor acoplar un aumento de la tasa de Estados Unidos con un impuesto mínimo global para poner fin a la "carrera a la baja" entre los países para ver quién implementa la tasa menor. 

En el debate, Yellen recibió un importante apoyo con el pronunciamiento a favor de subir los impuestos para financiar el plan de infraestructura de Estados Unidos del fundador de Amazon, Jeff Bezos. 

"Reconocemos que esta inversión requerirá concesiones de todas las partes, tanto en los detalles de lo que se incluye como en la forma de pagarlo (somos partidarios de una subida del tipo del impuesto de sociedades)", dijo el empresario, que había recibido críticas de Biden por no pagar impuestos sobre las ganancias.

Aliados europeos de Washington acogieron con agrado la iniciativa de Estados Unidos.

"Un acuerdo global sobre fiscalidad internacional está ahora a nuestro alcance", dijo el martes a la AFP el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, pidiendo a los países "aprovechar esta oportunidad histórica".

El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, calificó el anuncio de Yellen como un "gran paso adelante" en la batalla para detener la erosión de los ingresos del gobierno. 

"El apoyo de Estados Unidos le da a esta iniciativa un fuerte viento de cola", dijo Scholz, y agregó que esperaba que se pudiera llegar a un acuerdo este año. 

La Comisión Europea se manifestó en el mismo sentido, esperando "una solución mundial consensuada" para el verano boreal. Su portavoz, Daniel Ferrie, señaló que el bloque pidió a "todos los socios globales que sigan participando en estas discusiones y que continúen trabajando sin demora".

¿Qué tan alto? 

El Fondo Monetario Internacional se sumó el martes a las voces de apoyo. "Estamos muy a favor de un impuesto mínimo global a la renta empresarial", afirmó la principal economista del organismo multilateral, Gita Gopinath.

En rueda de prensa al comienzo de las reuniones de primavera boreal del FMI y el Banco Mundial, Gopinath señaló que los gobiernos enfrentan "gran cantidad" de evasión fiscal y de dinero transferido hacia paraísos fiscales.

Indicó que esto es un motivo de "gran preocupación" para el FMI porque "reduce la base impositiva sobre la que los gobiernos pueden recaudar ingresos y gastar en las necesidades sociales y económicas".

La reforma internacional tendría dos componentes: la tasa impositiva mínima y el establecimiento de un sistema para modular los impuestos corporativos en función de las ganancias en cada país, independientemente de dónde tengan su sede las empresas, lo que probablemente afectaría más a los gigantes tecnológicos. 

No se ha decidido ninguna tasa, pero las estimaciones oscilan entre el 12,5% y el 21%. 

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