AFP

El cambio parecía seguro, y sin embargo no termina de llegar. Tras prometer un giro drástico, los dos novatos de la política española, Podemos y Ciudadanos, se están viendo empantanados por el bloqueo de las formaciones tradicionales.

En las legislativas de diciembre y junio, la nueva izquierda antiausteridad de Podemos fue la tercera fuerza más votada. Tan sólo dos años después de su fundación tenía la ambición de superar rápido al socialista PSOE, pero sus sueños se tornaron en fiasco.

Los centristas de Ciudadanos intentaron sin éxito formar gobierno en marzo con los socialistas, y perdieron 8 escaños y cerca de 400.000 votos en junio.

En agosto, la formación liderada por Albert Rivera cerró un acuerdo de investidura con el conservador Partido Popular, insuficiente para conformar una mayoría que eche a andar la legislatura. El impasse dura ya más de ocho meses y amenaza con llevar al país a las terceras elecciones en un año.

PP y PSOE han resistido mejor de lo esperado, por lo que Benigno Pendás, director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), dependiente del gobierno, afirma que "no le daría un certificado de defunción al modelo del bipartidismo".
 

Crisis en Podemos

Las esperanzas de cambio protagonizadas por Podemos se ven ahora ensombrecidas por una crisis múltiple.

Belén Barreiro, directora de la firma de investigación MyWord, apunta a la caída en la valoración del líder de Podemos, Pablo Iglesias, "que ha ido en picado".

Según una estrategia que ella achaca a Iglesias, el partido "tiene un registro que suena muy bien en época electoral, muy combativo", pero luego "no saben adaptar su estilo a la política cotidiana, que requiere pactos y unas formas de comunicación más discretas, menos agresivas".

Esto, para ella, es uno de los factores que explica por qué en las elecciones de junio, la alianza de Podemos e Izquierda Unida sumó un millón de votos menos de los que ambas formaciones totalizaron por separado en los comicios de diciembre de 2015.

Para mejorar su implantación, Podemos se ha unido en toda España a plataformas locales que han llegado al poder en las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Santiago de Compostela o Cádiz.

Sin embargo, estas alianzas generan fricciones allí donde existe un fuerte componente nacionalista, como es el caso de Cataluña con la plataforma En Comú Podem, Galicia (En Marea) o la Comunidad Valenciana (Compromís).

"Esto no es en plan: hola, me llamo Pablo Iglesias y vengo a colonizar. Pues no", señala a la AFP Gabriel Colomé, profesor de ciencias políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona.

A todo esto se añade el recelo de muchos activistas frente a un movimiento obligado a institucionalizarse.

Kike Castelló, militante de la plataforma de izquierdas que gobierna la localidad de Pinto, a 20 km al sur de Madrid, fustiga por ejemplo que Podemos haya "optado por una estructura clásica" de partido, con un liderazgo fuerte y vertical.

Esto, según él, significa que los de Pablo Iglesias "no han captado claramente el espíritu" del movimiento de los Indignados, asambleario y horizontal.
 

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