El emperador japonés Akihito se tornará el martes el primer monarca del país en abdicar en más de dos siglos, para dejar el Trono del Crisantemo al príncipe heredero Naruhito, en el inicio de una nueva era imperial.
Japón entrará el 1 de mayo en el año 1 de la nueva era imperial "Reiwa" ("bella armonía"), después de tres décadas de era Heisei ("logrando la paz").
A mediados de 2016, el emperador dijo que quería dejar el trono porque ya no podía ejercer "en cuerpo y alma" debido a su edad (85 años en la actualidad) y a su estado de salud.
Fue el gobierno el que decidió la fecha de la abdicación y todo lo que la rodea, un proceso en el que la familia imperial no ha tenido voz ni voto.
Peregrinación
La población japonesa se prepara para festejos históricos y casi inéditos porque esta vez la nación no está de luto por el deceso de un soberano. Sí lo estaba en 1989 (muerte de Hirohito, también llamado emperador Showa), en 1926 (por el emperador Taisho) y en 1912 (por el emperador Meiji).
Las principales ceremonias, muy protocolarias, durarán solo dos días (30 de abril y 1 de mayo) y se celebrarán en la más bella sala del palacio imperial. Serán difundidas por la cadena pública NHK.
Se esperan concentraciones públicas en las inmediaciones del palacio imperial y de los santuarios sintoístas, religión por la que se rigen parte de los ritos imperiales.
Habrá más actos con motivo del traspaso del trono a lo largo de los próximos meses, sobre todo en otoño, con la asistencia de jefes de Estado y de numerosas personalidades.
"Hay varias etapas en las ceremonias de sucesión que de hecho no figuran en ninguna ley", explicó recientemente el editorialista e historiador Eiichi Miyashiro. "El sentido de estas ceremonias es difícil de entender y la mayoría de los japoneses lo ignoran", añadió.
Akihito y su esposa Machiko realizaron sus últimas peregrinaciones en un país que recorrieron durante tres décadas, sobre todo para reconfortar a los damnificados tras las catástrofes naturales de la era de su reinado.
Afecto
Los emperadores gozan de respeto en el país por su cercanía a los ciudadanos.
La emperatriz Michiko despierta "gran entusiasmo" y él supo ganarse el afecto "por ejemplo estrechando manos", precisa Hideya Kawanishi, profesor de la universidad de Nagoya.
Pasan a ser emperador y emperatriz eméritos y ceden el palacio imperial a Naruhito y a su esposa Masako, de 59 y 55 años respectivamente.
Naruhito se convertirá en el nuevo "símbolo del pueblo y de la unidad de la nación", según la definición de la Constitución que entró en vigor en 1947 y con la que el emperador perdió su estatuto de semidiós.
Naruhito promete seguir los pasos de su padre. Ha dejado claro que continuará obrando para que las generaciones futuras conozcan los abusos cometidos por Japón durante la guerra y apoyando a las víctimas de catástrofes naturales.
Según los expertos, con esto no le bastará para dejar huella, pero su preocupación por el problema del agua en la Tierra podría darle un cariz más internacional a su papel.