El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, quien se ha descrito a sí mismo como el "dictador más cool del mundo", ha transformado en menos de cinco años a El Salvador de un país infame por su historial de asesinatos y pandillas a una nación con una de las tasas de homicidios más bajas de América.
Esos logros le auguran un triunfo casi seguro en las elecciones presidenciales del domingo para un nuevo mandato (2024-2029), a pesar de una prohibición constitucional a la reelección inmediata, las preocupaciones de los votantes sobre la economía y las críticas a su draconiana represión de los derechos humanos.
Bajo su administración, más del 2% de la población adulta del país centroamericano está tras las rejas y varios derechos constitucionales suprimidos, lo que llevó a sus críticos a calificarlo como un autócrata moderno.
Pero los salvadoreños, cansados de años de violencia asociada a las pandillas, viven hoy de maneras inimaginables apenas un lustro atrás.
Los residentes, que antes tenían prohibido ir a barrios controlados por pandillas rivales, ahora pueden moverse libremente, abrir negocios sin pagar exorbitantes sumas en extorsión y jugar con sus hijos o sentarse con amigos al aire libre después del atardecer.
Puede que estén divididos por la erosión de las libertades civiles, pero muchos dicen que seguirán apoyando a Bukele.
"¿Para qué cambiar de líder? ¿Para volver a lo mismo? Estamos felices sin las pandillas y él (Bukele) necesita el poder para seguir haciendo cambios", dijo Elmer Martínez, un trabajador de construcción de 53 años de edad en la capital San Salvador.
Tras la implementación de un "estado de excepción" para combatir a las violentas pandillas como Mara Savatrucha y su rival Barrio 18, las fuerzas de seguridad pueden arrestar a cualquier persona sin una orden judicial basándose en pruebas tan endebles como una denuncia anónima, el Gobierno tiene acceso ilimitado a comunicaciones privadas y los detenidos pueden ser retenidos sin cargos.
Grupos de derechos humanos han denunciado las detenciones arbitrarias de personas inocentes, la tortura y la muerte de prisioneros bajo custodia. "Pueden detener a cualquiera en cualquier momento y hacer lo que quieran", dijo Laura, una profesora que no quiso dar su apellido por temor a represalias. "Esto no es democracia", agregó. Aún así, dijo que planeaba votar por Bukele ya que "no hay buenas opciones".
Una encuesta de enero del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (Iudop) mostró que el 82% de los encuestados votaría por Bukele.
Con sólo el 4% en las encuestas, el siguiente candidato más cercano es Manuel Flores, de la otrora guerrilla izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que gobernó el país durante 10 años antes de Bukele.
Con índices de aprobación que cualquier presidente envidiaría, Bukele se ha convertido en una inspiración para medidas duras contra el crimen en otras partes de la región.
"Bukele logró probar que un modelo de mano dura, o sea, cero tolerancia, suspendiendo derechos, funciona, y rápido", opinó Amparo Marroquín de la privada Universidad Centroamericana (UCA). "Otros políticos en América Latina quieren estos resultados en seguridad y en las encuestas", agregó.
La maquinaria mediática de Nayib Bukele
Junto con la represión a las pandillas, Bukele, un expublicista de 42 años, ha tratado de proyectar una imagen de una nación transformada y moderna.
Convirtió a El Salvador en el primer país del mundo en aceptar bitcóin como moneda de curso legal y es un habitual en Instagram y TikTok. Rechazando los trajes en favor de los jeans con suéteres ajustados de cuello redondo, marcó el tono de su presidencia cuando abrió su discurso ante la Asamblea General de la ONU en 2019 tomándose una selfie publicada en Twitter, ahora conocida como X.
Su popularidad se ha visto reforzada por una poderosa maquinaria mediática que incluye granjas de troles pagados que inundan las redes sociales con propaganda progubernamental mientras encubren la controversia, manipulan los hechos, ahogan la disidencia y atacan a periodistas y opositores políticos.
Bukele ha advertido que votar a la oposición significaría un regreso al pasado, cuando El Salvador era conocido como "el país más peligroso del mundo". "Con tan solo un diputado menos de Nuevas Ideas, la oposición podrá lograr su verdadero y único plan: liberar a los pandilleros", dijo Bukele en un video semanas antes de las elecciones.
La portada del periódico gubernamental Diario El Salvador del 23 de enero decía: "Guerra a las pandillas podría revertirse si la oposición gana más diputados". La oposición lo niega rotundamente. Ha advertido que Bukele está socavando la joven democracia de El Salvador. Entre 1979 y 1992 el país libró una guerra civil.
"Es completamente falso que queremos liberar pandilleros", dijo Claudia Ortiz, diputada del emergente partido VAMOS. "Queremos que liberen de las cárceles a personas inocentes y que investiguen con el debido proceso", zanjó.
Los escaños en el Congreso también estarán en juego el domingo y se prevé que el partido Nuevas Ideas de Bukele mantenga su mayoría. Las recientes reformas electorales redujeron el tamaño del Congreso en casi un tercio a 60 curules y consolidaron los 262 municipios del país en 44 distritos electorales.
Nuevas Ideas asegura que la medida reducirá el gasto, mientras que organizaciones de la sociedad civil como Acción Ciudadana dicen que reducirá la participación de los partidos más pequeños y, en última instancia, inclinará la balanza a favor de Bukele.
El presidente también ha llenado los tribunales con personas leales que han bloqueado las investigaciones sobre supuestas malversaciones de fondos y un aparente pacto del Gobierno con las pandillas.
A largo plazo, los salvadoreños dicen que necesitarán cambios más allá de la situación de seguridad. La pobreza extrema y el hambre aumentaron durante el mandato de Bukele y la deuda gubernamental se disparó.
Muchos votantes con los que habló Reuters notaron los crecientes costos de los alimentos y la vivienda que hacen cada vez más difícil llegar a fin de mes. "Seguridad sí (tenemos), pero todo lo demás sigue igual. Necesitamos mejorar la salud, la educación y, sobre todo, la economía", dijo Marcos Rodríguez, un cafetalero de 60 años.