El telescopio espacial James Webb (JWST) apunta a las primeras luces del alba del cosmos, cuando surgieron las primeras estrellas y galaxias.

Webb tomará el relevo del Hubble, que fue lanzado al espacio en 1990 para escrutar esencialmente la luz visible. 

Este nuevo aparato será capaz de adentrarse en el espectro de los rayos infrarrojos medianos, invisible al ojo humano. 

En el espacio, ver más lejos equivale a adentrarse en el pasado, en aquellos fenómenos astronómicos que ocurrieron miles de millones de años atrás. 

A través de la cúpula del telescopio James Webb, los astrónomos esperan poder captar la luz de las primeras galaxias, que tienen aproximadamente 13.400 millones de años. 

Son las que aparecieron en la expansión inicial del universo, menos de 400 millones de años después del Big Bang.

A título de comparación, las partículas de luz del Sol necesitan ocho minutos para llegar a la Tierra.

Esa expansión del universo es continua, lo que significa que la luz de esas estrellas primigenias necesita más tiempo para llegar al observador. En ese proceso, la luz "enrojece".

Un fenómeno parecido al del ruido que hace un objeto al alejarse: se va ensordeciendo. 

De la misma manera, la onda luminosa se estira y pasa de la frecuencia visible al espectro infrarrojo.

Hubble llegó a su límite al descubrir la galazia Gn-z11, de 13.400 millones de años. Fue "una sorpresa, con una luminosidad que no se preveía a esa distancia", explicó a la AFP su descubridor, el astrofísico suizo Pascal Oesch. 

El telescopio JWST "suministrará imágenes aún más precisas, con una sensibilidad 100 veces mayor, lo que nos permitirá explorar esa época con detalles extraordinarios".

Con este aparato se podrá "desvelar muchas más galaxias, pero mucho menos luminosas".

 Encender las luces 

Gracias a su capacidad de investigar el espectro infrarrojo, James Webb no solamente detectará objetos astrales más viejos, sino que además podrá rastrear las nubes de polvo interestelar que absorben la luz de las estrellas y la ocultan al Hubble.

Esa "luz invisible permite ver lo que se oculta en las nubes, el nacimiento de las estrellas y de galaxias" explica David Elbaz, astrofísico de la Comisión de la Energía Atómica (CEA).

Este organismo francés es el responsable de uno de los instrumentos más importantes a bordo del Webb, el generador de imágenes Mirim, que junto al espectógrafo  MRS de la Nasa estudiará esas estructuras en el campo de infrarrojos medianos, y podrá "ver la huella de los átomos en las galaxias lejanas", explica Elbaz.

Si la misión tiene éxito, los científicos esperan poder desentrañar una etapa clave de la evolución del Universo, cuando "se prendió la luz, cuando empezaron a formarse las primeras estrellas", es decir, "el alba del cosmos", explica Oesch. 

Poco después del estallido del Big Bang, el Universo entró en una "edad oscura", un baño de gas neutro esencialmente compuesto de hidrógeno y de helio, sin luz.

La teoría es que ese gas se concentró progresivamente en "pozos" de materia negra.

La existencia de esa materia es simplemente teórica: se trataría de una misteriosa sustancia indetectable en la que nacieron las primeras estrellas.

Esas estrellas, que se fueron multiplicando por un efecto de bola de nieve, empezaron al mismo tiempo a ionizar, es decir, cargar de electricidad, el gas neutro del universo.

Es un proceso conocido como "reionización" que sacó al universo de su opacidad y lo convirtió en "transparente".

Sin embargo, "aún no sabemos cuándo se formaron las primeras galaxias" explica la astrofísica Françoise Combes.

Las simulaciones sitúan la acción entre 100 y 200 millones de años después del Big Bang.

"La teoría es que todas las pequeñas galaxias reionizaron el universo porque eran muy numerosas. Lo que vamos a comprobar con el James Webb es si hay suficientes [galaxias] para comprobarlo", explica la profesora Combes.

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