Sólo se sabe que tenía unos 3 años cuando murió y que fue enterrada con mucho esmero a finales del siglo XIX.

El hallazgo de un féretro con los restos perfectamente conservados de una niña de rizos rubios bajo una casa de San Francisco, California, conmocionó el pasado mes a los vecinos.

Este fin de semana, más de 100 personas acudieron a una emotiva ceremonia para darle un segundo adiós a la pequeña.

"Si nadie hace el duelo, nadie recordará", dice su lápida.

En BBC Mundo te contamos la historia.

Un descubrimiento estremecedor

Como si de una película de terror se tratara, los restos de la niña sin identificar aparecieron durante las obras de rehabilitación de una casa del año 1936.

Sin embargo, lo que encontraron los trabajadores no fueron huesos en estado de descomposición, sino un pequeño ataúd de metal, hecho de plomo y bronce.

Dado que aparecieron bajo su casa, las autoridades le dijeron a Ericka Karner que los restos de Miranda Eve eran su responsabilidad.


A través de los vidrios de la superficie se podía ver el contenido del féretro: una niña rubia con un vestido blanco de algodón hecho a mano y adornado con delicados lazos.

La niña tenía lavanda en el cabello y en forma de cruz sobre el pecho, sujetaba una rosa y tenía hojas de eucalipto a los lados.

Todo ello es señal de haber sido enterrada con mucho detalle y cariño.

Sin saber qué hacer, el equipo de constructores llamó a la dueña de la casa, Ericka Karner, que estaba fuera de California con su esposo e hijos.

"Por un lado quedé en shock, obviamente, por tener el féretro de una niñita debajo de la casa", le dijo Karner al diario estadounidense Los Angeles Times.

"Pero tampoco es que estuviera muy sorprendida porque conocía la historia de la zona".

Área de cementerios

La zona a la que se refiere Karner es el distrito Richmond de San Francisco, donde a finales del siglo XIX había varios cementerios.

Durante el funeral por la pequeña hubo música y poesía.


Con la expansión de la ciudad, las autoridades aprobaron una serie de ordenanzas para dar prioridad a la construcción de viviendas y hubo quereubicar a los muertos.

El cementerio Odd Fellow’s estaba debajo de lo que mucho tiempo después fue la casa de los Karner.

Lo clausuraron a finales del siglo XIX y todos los cuerpos allí enterrados fueron trasladados años después a fosas comunes en la cercana localidad de Colma.

Pero algunos, como el de la misteriosa niña de rizos rubios, quedaron atrás.

Quién se hace cargo

Cuando la dueña de la casa se dirigió a las autoridades para ver qué se podía hacer, se llevó la segunda sorpresa.

Al estar en su propiedad, los restos de la niña eran su responsabilidad.

Podía comprar un terreno para enterrarla, a un costo de US$7.000, o pagar mucho más dinero por dejar que una empresa arqueológica se hiciera cargo.

"¿Cómo que es mi problema cuando ellos son los que trasladaron el cementerio y se olvidaron de alguien? Ellos deberían ocuparse de eso", reaccionó indignada Ericka Karner.

Miembros de Los Caballeros de Colón vestidos con el uniforme de gala portaron el féretro en el cementerio Greenlawn, de Colma.


Mientras esperaban a que alguien tomara una decisión, los restos de la niña estuvieron durante 10 días en la parte trasera de la casa de Karner, con el féretro sin sellar, protegidos por una caja exterior que colocaron los constructores.

"Fue algo totalmente irrespetuoso", le dice a BBC Mundo Elissa Davey, fundadora de la organización Garden of Innocence (Jardín de la inocencia) que se encarga de dar sepultura a niños abandonados o sin identificar.

Los servicios los organizan voluntarios y la asociación se financia con donaciones.

Un funcionario puso en contacto a Ericka Karner con Elissa Davey y gracias a ello, la pequeña pudo ser enterrada por segunda vez.

La pequeña fue enterrada en un nuevo féretro, cuya construcción requirió más de 17 horas.


"Hicimos todo lo posible por darle un entierro respetuoso, con gente a su alrededor. La tratamos de la misma forma que a los otros niños de los que nos encargamos", cuenta Davey.

Pruebas de ADN

No todo ha terminado con el entierro.

Las autoridades todavía trabajan para saber quién era esa niña, a la que de momento han bautizado como Miranda Eve.

La investigación se está haciendo a tres bandas, explica Elissa Davey.

Por un lado, se tomaron tres cabellos de la pequeña para hacerle pruebas de ADN de las que se encarga la Universidad de California en Davis.

Con estos tests comprobarán cómo vivió y lo que comió.

Por otro lado, un investigador privado está haciendo pruebas genealógicas para intentar encontrar algún pariente.

Y por su parte, Elissa Davey y sus colegas intentan encontrar mapas de San Francisco de finales del siglo XIX con los que puedan saber en qué zona del viejo cementerio estaba enterrada la niña y la conexión con la casa bajo la cual hallaron sus restos.

La parte trasera de la lápida está sin inscribir por si algún día se llega a conocer el nombre real de la niña.


Mientras se resuelve el caso y se averigua la verdadera identidad de Miranda Eve, en la organización Garden of Innocence están satisfechos de haberle podido ofrecer una ceremonia con música y poesía.

Sin olvidar a los más de 100 testigos llegados de distintas partes del estado.

"Ni siquiera sabemos quiénes son", señala Davey.

"Vinieron porque escucharon la historia y querían estar allí para representar a la familia y asegurarse de que era enterrada adecuadamente".

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