Marta Montero la observa. Y ese acto casi espontáneo y cotidiano de mirar una imagen que se cruza en el radio de visión se vuelve consciente, como la captura de un recuerdo que no quiere -ni puede- dejar escapar.

"Desde chiquitita le gustaban los animales. Quería ser veterinaria", le cuenta Marta a BBC Mundo sobre su hija, Lucía Pérez.

De tener una hija de 16 años "alegre, brava como toda adolescente… una nena hermosa", Marta pasó a ser la madre de una joven cuya violación y empalamiento conmocionó y movilizó a toda una región.

Su hija fue drogada, violada reiteradamente y asesinada por un grupo de hombres que luego, para tratar de ocultar lo ocurrido, lavaron su cuerpo, la vistieron y tiraron en la puerta de un hospital intentando hacerlo pasar por una sobredosis.

Ni una menos

Fue la gota que rebalsó el vaso en la lucha contra la violencia de género de las mujeres en América Latina.

El miércoles, mujeres de Argentina, Chile, Uruguay, México, Guatemala y varios otros países de la región salieron a las calles para condenar la violencia de género y para gritarle al mundo "ni una menos".

Y liderando la marcha "madre" en Mar del Plata estaba precisamente Marta.

"Mi hijo y mis sobrinos me han mostrado [fotos de las marchas internacionales]. Todo el mundo se ha solidarizado con nosotros. Lo he visto y agradezco muchísimo lo que han hecho por Lucía", dice Marta.

Pero ni las miles de personas de las marchas, ni las decenas de periodistas que la llaman ni los muchos amigos que se turnan para acompañarla mitigan el hecho de que su hija ya no está.

Esa que la esperaba todos los días con un mate amargo para conversar, la misma que le hacía masajes en los pies cuando la encontraba muy cansada, su amiga y compañera, fue una más en la larga lista de feminicidios que enlutan a Argentina y a la región.

"A muchísimas familias de Mar del Plata le han pasado estas cosas y ni las han escuchado", le dice Marta a BBC Mundo a través del teléfono.

"Nos acostumbramos a vivir de esa manera. No puede ser. Que el mundo lo sepa", sentencia.

Sin miedo

Lamentablemente, Lucía tampoco fue la última. El mismo día que Latinoamérica se movilizaba, en Mar del Plata volvía a ocurrir una violación grupal. Tres hombres atacaron a una joven de 19 años.

"Están pasando cosas gravísimas. GRA-VÍ-SI-MAS. Desgraciadamente lo que pasó con mi hija es terrible, es horroroso, pero tiene que servir de bisagra para que haya un cambio. De esta manera no podemos seguir más", asegura Marta.

Según dio a conocer su propio hijo Matías en una carta abierta, han recibido amenazas de muerte. Y aunque no puede hablar directamente de ellas ni de la causa, por razones judiciales, Marta asegura que no tiene miedo.

"[El narcotráfico] ha invadido a nuestros hijos, nos ha enfermado la cabeza. Así no podemos", comenta Marta tajante.

"Yo no tengo miedo a nada, a nadie. Ya más de lo que me hicieron no me van a hacer. Pero que el mundo sepa que de esta manera estamos viviendo en Argentina".

Acostumbrarse a la ausencia

Lucía era la menor de la familia. Su padre, Guillermo, es mecánico chapista y su madre, enfermera. Le gustaba dibujar. Incluso se había ganado una beca en su colegio para un taller. Su cuarto tiene varios de los múltiples dibujos de animales, rostros y ojos que Lucía realizaba.

Matías, su único hermano, estudia derecho en la Universidad de Mar del Plata. Y Lucía era "compañera, muy compañera, compañerísima del hermano" quien, según Marta, está "cojo". "Al hermano le falta una pata…", cuenta Marta y se quiebra, en uno de los pocos momentos de esta entrevista donde deja una frase inconclusa.

Matías la llevaba al colegio, era su confidente. "Era de contarme casi todos sus secretos", le dice Matías a BBC Mundo.

Hoy cuando se levanta todavía tiende a buscarla. Y en la noche, para la cena, la espera.

No es el único. Por la casa y en su búsqueda también deambula Gema, una perra policial que su padrino le regaló hace un año y de la que se volvió inseparable.

"La extraña horrores esa perra, la busca", cuenta Marta.

En una de las múltiples visitas a la habitación de su hija que Marta ha hecho durante la última semana, vio a Gema dormir debajo de su cama. Fue la última vez. Desde entonces nunca más quiso entrar a la habitación.

"Ahora duerme con nosotros", cuenta la madre.

En el mismo dormitorio donde hoy duerme Gema, sobre la mesita de luz de su marido, otra foto cruza el campo de visión de Marta. Es la de una bebé "linda, envuelta toda de rosado". Una de las primeras imágenes de Lucía, con menos de un mes. Sobre un mueble del comedor de su casa en Mar del Plata hay una foto de una risueña niña de dos años, de pelo largo, que juega con un perro.

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