El calamar Illex argentinus es el objetivo principal de los buques ilegales que surcan las aguas argentinas. Son unos pequeños cefalópodos –de unos 30 centímetros– que se alimentan de plancton y viven frenéticamente en periodos de vida relativamente cortos, de dos años aproximadamente.

Se reproducen rápido y por eso la pesca no supone especialmente un riesgo para su supervivencia. Cuando la captura en los mares asiáticos fracasa, las flotas se trasladan hasta el Atlántico Sur para recuperar la faena perdida.

La gallina de los huevos de hojalata

Muchos pensarán que este calamar vale su peso en oro. Nada más lejos de la realidad. “El kilo de calamar no creo que llegue a los veinte centavos de dólar. Si el buque llenara la bodega, nadie a bordo se haría rico. Pero como actúan en la ilegalidad y no pagan los cánones, le sacan rentabilidad”, contó a DW Guillermo Caille, oceanógrafo y responsable de la ONG Patagonia Natural.

El bajo precio se cubre con la cantidad y el bajo coste de lo invertido. Esa es la base de la pesca no regulada y el detonante de una batalla de precios contra la que muchos otros pescadores no pueden competir.

Una flota ilegal con banderas chinas

Desde un punto de vista objetivo, no se debería atribuir un delito tan extendido a una sola nación. Al final pagan justos por pecadores. Sin embargo, no es la primera vez que se relacionan banderas chinas con barcos dentro de límites ajenos. Y es que según parece, el gigante oriental, ahora en expansión, requiere de mucha más cantidad de pescado para alimentar su mercado voraz.

El pasado 16 de Marzo, el hundimiento de un barco chino por la Prefectura Naval Argentina, le puso la guinda a un pastel que se venía horneando desde mucho tiempo atrás. “En los últimos 15 años, la Prefectura Naval Argentina tiene capturados con este barco, 69 buques. Hay excepciones, pero por lo general son barcos provenientes del Sudeste Asiático bajo banderas chinas”, remarcó Caille.

Estos barcos entran sin permiso a la zona económica exclusiva de Argentina y pescan sin autorización del Gobierno argentino. Es lo que se llama en términos generales competencia desleal, donde los que quedan peor parados son los pescadores autóctonos.

Impacto mundial a gran escala

Hay que tener en cuenta que el impacto es muy diverso: a la economía individual y nacional, a las bases de comercio y derechos del trabajo -por las condiciones en las que se opera en esos barcos- y finalmente, como siempre, al equilibrio natural. “Estos buques son de porte medio y tienen una capacidad de ochenta toneladas. Guardan la vaina del calamar y el resto lo tiran. Por cada tonelada se tira otra que puede contaminar el mar” explicó Caille.

Y esto no sólo sucede en el Atlántico. En el Océano Índico los objetivos son otros y las estrategias son diferentes, pero el trasfondo es el mismo. No pierdan detalle de las siguientes imágenes, que retratan la brutalidad de otras prácticas y la lucha incesante de otros amantes del mar.

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