Las magnitudes eran, más que respetables, sobrecogedoras: un terremoto de magnitud 8,3 y un huracán categoría 5, calificado como el "más grande de la historia".

Ocurrieron 2015 en Chile y en la costa de México respectivamente. Eventos naturales de grandes proporciones, de los que podían esperarse consecuencias devastadoras.

Pero terminaron sorprendiéndonos.

Te contamos lo que aprendimos a raíz de ello.

1. Un terremoto de gran magnitud no siempre se traduce en un gran número de víctimas

El 16 de septiembre, un poderoso terremoto de magnitud 8,3 sacudió el centro-norte de Chile.

Por más de tres minutos, a las 19.55 hora local (22.55 GMT), habitantes de 10 de las 15 regiones del país sudamericano sintieron moverse la tierra bajo sus pies.

"Fue dramático. Costaba mantenerse de pie. Había que afirmarse de cualquier forma. Las personas que han vivido otros terremotos, dicen que esto ha superado todo", le dijo a una radio local Denis Cortés, alcalde de Illapel, la localidad más cercana al epicentro.

Sin embargo, el número de víctimas fue bastante bajo: 13 personas murieron en total.

Era un contraste significativo con las consecuencias de dos terremotos que habían remecido Nepal en abril y mayo en 2015, con magnitudes de 7,8 y 7,3. Esos dos eventos dejaron cerca de 8.000 víctimas mortales.

Y aún mucho más con el que sacudió Haití en 2010. Que, con una magnitud de 7,7, dejó más de 200.000 muertos.

Tomando en cuenta que un año antes, en abril de 2014, otro terremoto de 8,3 había dejado 6 personas fallecidas en Chile, algunos se preguntaron si había algo en esa nación sudamericana que explicara por qué los terremotos ahí parecían no ser tan mortíferos comparativamente hablando.

Y lo hay.

Lo primero son las diferencias económicas. La infraestructura es indudablemente mejor en Chile que en Nepal o en Haití.

Pero además, las características geológicas de Chile imponen una condición crucial.

Ocurre que la falla sobre la que se ubica el país es una gigantesca fosa en el suelo del Pacífico que se entierra bajo el continente a una velocidad de casi 10 centímetros al año, lo que se considera bastante rápido.

Esto hace que los terremotos sean una ocurrencia frecuente -algunos dicen que es el país "más sísmico" del mundo- y que estar preparado sea una prioridad.

La investigación de sismos es de primer nivelel sector de la construcción se rige por unas normas antisísimicas que se cumplen rigurosamente y la población está acostumbrada a reaccionar con calma y organizadamente ante la ocurrencia de un sismo.

Pero, en el caso particular del terremoto de septiembre de este año, también aprendimos que el nivel de destrucción tiene que ver no solo con su magnitud, sino con la ubicación de su epicentro.

En este caso, se situó a unos 177 kilómetros al norte de la ciudad costera de Valparaíso, a una profundidad de 11 kilómetros.

El de Haití de 2010, en cambio, tuvo su epicentro a sólo 25 kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, y fue más superficial: tuvo lugar a 10 kilómetros de profundidad.

2. Los huracanes pueden volverse monstruosos en pocas horas y deshacerse a la misma velocidad

El Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos lo llamó una "proeza extraordinaria".

Se lo calificó de "más fuerte en la historia del Pacífico". Se anunciaron "potenciales consecuencias catastróficas". Particularmente en el estado de Jalisco, en México, hacia donde se dirigía directamente.

Hablamos de un huracán, al que se llamó Patricia, que en octubre de este año yen menos de 10 horas pasó de ser una tormenta tropical a un monstruoso huracán de categoría 5, la máxima en la escala de Saffir-Simpson.

"Patricia se transformó de ser una conglomeración de tormentas eléctricas poco organizadas a uno de los sistemas tormentosos más fuertes y perversos del planeta", declaró el CNH.

México debía prepararse para lo peor. En pocas horas, miles de personas fueron evacuadas, los aeropuertos fueron cerrados, refugios fueron habilitados.

Pero al entrar en contacto con las montañas de la costa mexicana, Patricia perdió fuerza rápidamente. En seis horas la velocidad de sus vientos había bajado de 325 km/h a 160 km/h.

Volvió a la categoría de tormenta tropical. Y aunque inundó calles y tumbó árboles, no dejó víctimas.

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