El separatismo catalán vuelve este domingo a las calles de Barcelona para su tradicional manifestación del 11 de septiembre, a la que este año no acudirá el presidente del gobierno regional, cuya apuesta por el diálogo con Madrid divide al movimiento.
Con el lema "Volvemos para vencer. ¡Independencia!", los organizadores pretenden que la marcha de la "Diada", la fiesta regional de Cataluña, sea el principio de la remontada de un movimiento al que la resaca de la fallida declaración de independencia de 2017, y después la pandemia, han dejado en horas bajas.
"Se ha acabado esperar nada de los partidos, solo el pueblo y la sociedad civil organizada podrán alcanzar la independencia", asegura en su convocatoria la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la influyente asociación catalanista que consiguió convertir esta marcha hasta entonces menor en una cita multitudinaria desde 2012.
"La victoria del 1-O", cuando los separatistas consiguieron organizar un referéndum de secesión el 1 de octubre de 2017 pese a la prohibición de Madrid, "y la mayoría independentista en el Parlamento" catalán "no se pueden malgastar en mesas de diálogo con el Estado español y trifulcas internas", añadió la ANC, muy crítica con la negociación emprendida con Madrid por el gobierno de Pere Aragonès, un independentista de perfil más moderado.
Sintiéndose señalado por los organizadores, el presidente catalán no acudirá a una manifestación en la que el año pasado ya fue recibido con silbidos por algunas de las 108.000 personas que acudieron, según la policía municipal, el segundo peor registro en diez años.
"No tendría mucho sentido que mi presencia allí sirviera para ir en contra del gobierno que presido", explicó este miércoles Aragonès en la televisión pública regional.
Tampoco acudirán los miembros del ejecutivo que pertenecen a su partido, Izquierda Republicana de Cataluña (ERC), aunque sí lo harán los que militan en Juntos por Cataluña, el otro socio de la delicada coalición.