La Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió el lunes que se aumente la producción de dexametasona y se "distribuya rápidamente en el mundo entero" este potente esteroide que ha resultado ser eficaz para tratar a los enfermos más graves de covid-19.
"El próximo desafío es incrementar la producción y distribuir dexametasona de manera rápida y equitativa en todo el mundo, poniendo el foco en donde más se necesita", declaró el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, durante una rueda de prensa telemática desde la sede de la organización en Ginebra.
"Afortunadamente, se trata de un medicamento barato y existen numerosos fabricantes de dexametasona en el mundo entero, que, estamos convencidos, pueden acelerar la producción", agregó.
Según los primeros resultados del ensayo clínico británico Recovery publicados la semana pasada, la dexametasona reduce en un tercio la mortalidad entre los pacientes más graves de COVID-19. Este medicamento es el primero que ha demostrado una mejora entre los enfermos de nuevo coronavirus, en un momento en el que aún no existe ninguna vacuna.
Ya se usa en muchas indicaciones por su potente efecto antiinflamatorio. El estudio británico también ha demostrado que la mortalidad se reduce hasta un quinto entre pacientes menos graves, a los que se les administraba oxígeno con una máscara, sin necesidad de ser intubados.
En cambio el tratamiento no ha demostrado ningún beneficio para los enfermos que no necesitan ninguna asistencia respiratoria. El director general de la OMS señaló que "la dexametasona solo debe ser usada en enfermos de COVID-19 en estado grave o crítico, bajo estrecha vigilancia médica".
"No existe ninguna prueba de que este medicamento funcione para los pacientes con afecciones benignas o a modo preventivo, y podría causar daños", insistió.
Tras la publicación de los resultados del ensayo, el gobierno británico anunció que utilizaría este tratamiento inmediatamente para tratar a los pacientes afectados.
Un medicamento de otra familia, el antiviral remdesivir, mostró una cierta eficacia para acelerar la recuperación de enfermos hospitalizados por COVID-19. En cambio no se ha demostrado que pueda evitar muertes.