Es un hombre con muchas facetas: psiquiatra, poeta, político y, a juicio de muchos en Bosnia-Herzegovina, un monstruo. A Radovan Karadžić se le atribuyen los peores crímenes de guerra cometidos durante el conflicto armado que afligió a ese país durante casi cuatro años en la última década del siglo pasado. Llevado ante el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), a Karadžić se le ha acusado formalmente de ser responsable por el asesinato sistemático de 8.000 hombres y niños musulmanes en la ciudad de Srebrenica, entre otros delitos graves consumados mientras él era el líder político de los serbios.
Karadžić también está siendo procesado bajo los cargos de tortura y violación, de desplazar de sus hogares a miles de personas y de violar el derecho de guerra en el sitio de Sarajevo. En torno a este último punto no caben dudas, sostiene el experto en asuntos balcánicos Franz-Lothar Altmann en entrevista con DW. “A la población civil se la bombardeó y se le disparó a mansalva”, subraya el especialista, trayendo a la memoria a otros hombres de gran sensibilidad estética que terminaron siendo autores de las más cruentas masacres. Los crímenes de Karadžić fueron precedidos por el nacionalismo y la islamofobia que exhibió como político.
Ultranacionalista e islamófobo
Karadžić nació en un pueblo de Montenegro en 1945, pero creció en la multicultural Sarajevo en el seno de una familia que contaba en sus filas con no pocos ultranacionalistas serbios; extremistas cuyo sueño de una Gran Serbia se vio sofocado por los partisanos comunistas en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Tras estudiar medicina y culminar sus estudios complementarios en la Universidad de Columbia, en Nueva York, abrió un consultorio y se dedicó a la psicoterapia en Pale, una localidad cercana a Sarajevo y habitada predominantemente por serbios. Ya entonces era miembro de la federación local de escritores.
“Más tarde conoció a Dobrica Ćosić, un autor serbio de marcado talante nacionalista que influyó mucho sobre su percepción del mundo”, comenta Altmann, recordando, eso sí, que Karadžić ya hablaba del “espíritu de lucha de los serbios” en sus textos antes de toparse con Ćosić. Otras personalidades que al parecer dejaron su impronta en el modo de pensar de Karadžić fueron Slobodan Milošević, quien fue presidente de Serbia y Yugoslavia antes de ser enjuiciado en La Haya, donde murió en 2006, y Momčilo Krajišnik, quien se convertiría en su aliado político antes de ser sentenciado a veinte años de prisión en La Haya por crímenes de guerra.
Auge y caída
Acusado de malversación, el propio Karadžić estuvo en prisión preventiva durante once meses, pero fue liberado cuando el Partido Democrático Serbio (SDS), al que estaba afiliado, llegó al poder en Bosnia-Herzegovina, en el marco del proceso de democratización que comenzó en Yugoslavia en 1990. Poco después, Karadžić se convirtió en timonel del SDS. En ese momento, el nacionalismo cundía en todos los rincones de Yugoslavia: los distintos pueblos que la conformaban –los eslovenos y los croatas, por ejemplo– se sentían oprimidos por Belgrado y por los serbios que ascendieron a las altas esferas de la política nacional.
Esos pueblos y entre ellos estaban muchos de los habitantes de Bonsia-Herzegovina querían independizarse de Yugoslavia, pero los políticos serbios no estaban dispuestos a permitir que eso ocurriera. Esas fricciones dieron pie a los primeros episodios bélicos en los que Karadžić jugó un papel importante como primer presidente de la República Srpska (República de Serbia de Bosnia-Herzegovina), poco antes de que los bosnios y los croatas votaran a favor de la independencia de Bosnia-Herzegovina el 1 de marzo de 1992. En abril de ese mismo año estalló la guerra en donde alrededor de 100.000 personas fueron asesinadas.
Tanto Karadžić como el entonces comandante del Ejército de Bonsia-Herzegovina, Ratko Mladić –enjuiciado en La Haya como responsable directo de la masacre de Srebrenica–, lograron evadir a la Justicia internacional durante muchos años cambiando de identidad y escondiéndose en Serbia con ayuda de simpatizantes. Karadžić se dejó crecer la barba hasta volverse irreconocible y se hizo llamar Dragan Dabić. La presión de la Unión Europea sobre el Gobierno serbio hizo posible que Karadžić fuera descubierto y arrestado en Belgrado el 21 de julio de 2008. Mladić fue detenido casi tres años después en un pequeño poblado al norte de Serbia.
En el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), el juicio contra de Karadžić está por terminar. Según el líder de la parte acusadora, Serge Brammertz, el veredicto promete ser histórico. Por fin se sabrá si el propio Karadžić ordenó consumar la masacre de Srebrenica.