En Hungría se ha tipificado como crimen entrar al país sin permiso. Un tribunal húngaro ha levantado cargos contra cientos de refugiados que cruzaron la frontera en busca de asilo o para atravesar el país.
En el juzgado de la ciudad húngara de Szeged, el abogado Gabor Gyösö apeló el lunes pasado la expulsión de un ciudadano sirio que había cruzado la frontera serbo-húngara a mediados de septiembre. “El tribunal debería tomar en cuenta las condiciones bajo las que el acusado cometió este supuesto crimen. Pero la corte carece de empatía”, dijo Gyösö, miembro de la Federación Internacional de Helsinki para los Derechos Humanos.
Los tres jueces rechazaron la apelación, pese a que no había nadie a quien expulsar, puesto que a finales de septiembre el ciudadano sirio ya había salido de Hungría junto con su familia. El tribunal en Szeged ha levantado cargos contra más de 600 migrantes, ya sea que estuvieran presentes o ausentes, que han cruzado la nueva valla fronteriza de Hungría desde el 15 de septiembre.
688 refugiados condenados
Mientras que Alemania acoge a cerca de un millón de inmigrantes y a las islas griegas arriban unas 5.000 personas por día, en Hungría los extranjeros han desaparecido casi por completo. De acuerdo con el portavoz gubernamental Zoltan Kovacs, Budapest está aportando dinero y mano de obra para la construcción de vallas en las fronteras de Serbia, Macedonia y Eslovenia.
Cerca de 1.500 de los más de 300.000 refugiados que atravesaron el país a lo largo del verano permanecen en Hungría, según la Federación Internacional de Helsinki para los Derechos Humanos. Un representante del tribunal en Szeged informó a DW por escrito que 688 personas han sido declaradas culpables de haber cruzado ilegalmente la frontera. Casi todas han sido sentenciadas a largas expulsiones de entre uno y cinco años. Las Naciones Unidas no tipifican el cruce de fronteras en busca de asilo como crimen; Hungría tiene otra opinión al respecto.
Apoyo popular
La investigadora Bori Simonovits, del Instituto de Investigación Social en Budapest, dice que los húngaros apoyan la línea dura del Gobierno. En los últimos tres años, el 40 por ciento de la población ha afirmado no querer acoger a ningún inmigrante, señala.
Debido a este ambiente hostil, solo pocos refugiados desean quedarse en Hungría. No obstante, varios cientos están varados en el país a causa de la aplicación de la ley húngara. La política de refugiados del primer ministro Víctor Orban ha beneficiado la popularidad de su partido. No obstante, el apoyo no es unánime.
El programador informático Balasz Szalai, por ejemplo, cuenta que en el verano ayudó a los migrantes que pasaron por Szeged. En una noche muy fría, su furgoneta sirvió de cobijo a 16 niños refugiados. Ahora, la frontera está cerrada. Dos veces al mes, Szalai viaja a la vecina Serbia para llevar donaciones a los migrantes que atraviesan el país.
“Ahora el camino de los refugiados por Europa es más largo, y esto no ha resuelto el problema”, dice el programador informático. “Podemos hacerlo mejor, con más humanidad de lo que lo hicimos”.