El Mar Muerto, el lago salado ubicado en el punto más bajo de la Tierra, se está encogiendo bajo el inclemente sol de Medio Oriente.
Para aquellos que viven en sus costas, es una crisis en cámara lenta, y encontrar agua adicional para alimentar el mar representa un gran reto.
El problema radica en que este lago es un ecosistema único y un barómetro sensible del ambiente en un lugar del mundo donde un clima árido y la necesidad de irrigar las granjas hacen que siempre haya escasez de agua.
Es posible que hayas leído que el Mar Muerto se está muriendo, pero la verdad es que no es del todo cierto.
En la medida que baja el nivel del agua, aumenta la densidad y salobridad, haciendo que llegue a un punto en que la tasa de evaporación llegará a una especie de equilibrio.
Así que puede quedar mucho más pequeño, pero no desaparecerá completamente.
No obstante, se está encogiendo a un ritmo alarmante, el nivel del agua está disminuyendo más de un metro al año.
Si tomas en cuenta que la superficie del Mar Muerto es el punto más bajo del planeta -actualmente 420 m bajo el nivel del mar-, entonces el punto más bajo del planeta se está revisando cada año.
Es tan bajo que en el camino para llegar a sus playas te zumban los oídos de la misma forma que ocurre cuando aterrizas en un avión.
Paraíso de un geólogo
El paisaje del Mar Muerto tiene una cualidad casi lunar, algo que las personas del mundo ancestral supieron notar, aunque no estuvieran seguros qué era lo que hacía este sitio tan único.
Pero para un geólogo, esto es sencillamente el punto donde termina el río Jordán; el río fluye desde una punta, pero el agua no sale por el otro lado, sencillamente se queda allí antes de evaporarse.
Este río fue una vez una de las vía fluviales más grandes del mundo ancestral -Cristo fue bautizado allí- e incluso en tiempos relativamente modernos, era un creciente río propenso a inundaciones en épocas de invierno.
Las cosas son un poco distintas en estos días.
La geografía de la región no ha cambiado mucho; la sección del norte del Jordán fluye hacia el Mar de galilea, para luego salir por el sur hacia el Mar Muerto.
Pero la cantidad de agua que entra y sale de ese sistema ha cambiado en las últimas décadas de forma espectacular, todo debido a una complicada política sobre el agua en Medio Oriente.
Israel tiene una represa en la parte sur del Mar de Galilea por la que controla la cantidad de agua que fluye hacia el Jordán.
Este mar es considerado como un activo de agua vital y estratégico, aun cuando las plantas de desalinización del Mediterráneo producen cada vez más agua potable.
El gobierno israelí empezó a recolectar agua del sistema del valle de Jordán en los años 50, décadas antes de que se construyera la represa.
Y esto crea problemas para los granjeros tanto en Jordania como en el territorio palestino de Cisjordania, quienes necesitan agua para irrigar sus granjas y alimentar a su gente.
Pero Israel también tiene problemas, a pesar de que tiene suficiente dinero y recursos técnicos para asegurarse de que sus ciudadanos tengan agua.
El río Jordán se alimenta del río Yarmouk, que atraviesa Siria.
Durante los últimos 30 años, los sirios han construido más de 40 represas que afectan tanto el agua del Yarmouk como la que una vez alimentaba el Jordán.
Algunos jordanos son de la opinión que Siria construyó estas presas para castigar a Israel y a Jordania por firmar un tratado de paz en 1994.
Un gotero para una fuga
En los últimos años, Israel ha aumentado la cantidad de agua que libera al río Jordán, una medida vista como una gotera que cae en una gotera todavía más grande, pero esto es mejor que nada.
La cuestión está en que en la medida que aumentan las poblaciones en Medio Oriente, también lo hace la demanda por el agua, y en una región donde es casi imposible llegar a acuerdos multilaterales, es difícil imaginar un acuerdo para administrar el agua de una forma más justa, sabia y en la que no haya tanta competencia.
También hay otros factores que afectan el nivel del Mar Muerto, tanto Israel como Jordania utilizan inmensas cuencas de evaporación para extraer fosfatos del agua y exportarlos como fertilizantes.
Pero es la impactante disminución en el río Jordán lo que explica en gran medida la crisis en el Mar Muerto.
En la costa jordana del mar, hay una pequeña comunidad de familias cultivadoras de tomates, bananas y sandías en campos que se mantienen frescos por el agua subterránea que llega de las montañas aledañas.
Uno de los granjeros en Salim al-Huwemel.
"Nunca nos iremos de aquí", asegura mientras el joven toma los melones durante el fresco atardecer. "Incluso si aumenta el Mar Muerto y nos arrastra hacia un socavón, siempre estaremos aquí".
Esos socavones son el enemigo común de los habitantes de la costa de este mar.
Se forman cuando al retirarse el mar se quedan depósitos de sal en el subsuelo y colapsan creando enormes desfiladeros o se disuelven cuando el agua fresca se filtra al subsuelo y causa que la superficie seda.
Algunos cráteres son inmensos, quizás de 100 m de diámetro y 50 m de profundidad, y en algunos lugares pareciera como si estuvieran pasando por un terremoto que en vez de pasar en segundos, lleva décadas.
Los granjeros jordanos me mostraron las ruinas de una antigua fábrica de sal hundida, una situación que se repite en el territorio palestino e Israel.
En total, se estima que en los últimos 40 años se han creado unos 5.500 hoyosalrededor de la línea de la costa.
Este es un lugar donde sientes que los cambios geológicos están ocurriendo en tiempo real.
Cientos al año
Es un lugar emocionante para ser científico, me comenta el doctor Gidi Baer, del departamento de Geología de Israel.
Baer explica que los geólogos están mejorando sus técnicas para predecir dónde se abrirá un socavón, algo importante cuando consideras que hay muchas carreteras transitadas a lo lardo de la línea costera.
Pero el problema está empeorando.
"Los números no son lineares. Están aumentando y se están acelerando. Este año, por ejemplo, se formaron unos 700 socavones, pero en años anteriores el número era menor".
"En los años 90 eran unas cuantas docenas, ahora estamos hablando de cientos".
Diagnosticar qué le está pasando al Mar Muerto no es difícil, después de todo se viene achicando durante al menos 100 años.
Decidir qué se puede hacer -si es que hay algo que se pueda hacer- es mucho más complejo por sus implicaciones científicas y políticas.
Geólogos han dicho que en el pasado el nivel del agua ha estado tanto más alto como más bajo a como está ahora.
La cuestión está en los costos y beneficios que pueda tener cualquier intento de "salvar" el Mar Muerto.
"Tienes que preguntar qué es lo que estamos tratando de preservar aquí", señala el doctor Ittai Gavrieli, otro científico del departamento de Geología de Israel.
"¿Estamos tratando de subir el nivel del agua? ¿Lo que queremos es preservar la química única del Mar Muerto? ¿Con qué propósito, para el turismo? Si por ejemplo queremos restaurar el flujo del río Jordán, entonces Israel tendría que desalinizar más agua y ello costará dinero y tendrá un impacto medioambiental".
Si alguna vez se llega a restaurar el Jordán, sería imposible esperar que las comunidades de granjeros palestinos y jordanos, desesperados por agua, sencillamente se queden con los brazos cruzados y dejen que el agua fluya por el bien de la ciencia".
Pero también se trata de hacer algo.
Salem Abdel Rahman, activista jordana del grupo medioambiental Ecopeace Middel East lo pone así: "No estamos hablando de salvar el Mar Muerto porque es o no es algo bueno. Creemos que el Mar Muerto es un síntoma de la enfermedad que hay en el manejo de recursos del agua".
"Salvar el Mar Muerto será un buen indicativo de que nos estamos alejando de esa enfermedad y acercando a un ambiente más saludable".
Proyecto Rojo-Muerto
Si las aguas del río Jordán no se restablecen, la opción más probable para revitalizar el Mar Muerto es construir una tubería que traiga agua a través del desierto desde el Mar Rojo, lejos en el sur.
Pero el proyecto Rojo-Muerto, como se le conoce significaría increíbles retos tecnológicos.
El agua del Mar Rojo primero tendría que ser desalinizada (el agua salada contaminaría la química única del Mar Muerto).
Una vez hecho esto, habría que bombearla a una gran altura y alimentar tuberías gigantes en el desierto para que llegue a su destino.
El extra de agua fresca no solo beneficiaría a Jordania e Israel, sino también a los palestinos; así que el Banco Mundial está interesado y es posible que Estados Unidos ofrezca un poco del capital que se necesita para poner en marcha el proyecto.
Pero las dificultades técnicas, financieras y políticas están impidiendo que la tubería se construya pronto, o que algún día se haga.
Entretanto, la ciencia detrás de la salinidad y saturación significa que el Mar Muerto alcanzará un punto de equilibrio en el que no se seguirá reduciendo. Es decir, la cantidad de agua en el cóctel salobre del mar y la cantidad de humedad evaporada en el aire alcanzará una especie de balance.
Y el Mar Muerto guarda otra carta bajo su manga: es propenso a un cierto nivel de evaporación, pero también es higroscópico; lo que significa que es capaz de absorber agua de la atmósfera.
Es casi como si este tesoro natural en peligro de extinción tenga un mecanismo de seguridad incorporado.
Durante algún tiempo habrá que seguir moviendo las hamacas de las playas para los turistas, pero un día llegaremos al punto mínimo.
Así que este no es el fin de la historia sobre cómo morirá el Mar Muerto, sino una más alentadora sobre cómo la naturaleza en una región donde el hombre no siempre ha sido cuidadoso con sus recursos naturales puede encontrar una forma de protegerse.