"Ningún ciudadano de las Américas puede venir a la reina de las islas de las Indias Occidentales y no experimentar una emoción de gratitud y reverencia".
Así describió John Calvin Coolidge, el trigésimo presidente de Estados Unidos, el cálido recibimiento que le hicieron en Cuba el 15 de julio de 1928.
Había llegado para participar en la VI Conferencia Internacional de Estados Americanos, la precursora de la que hoy es la Organización de Estados Americanos (OEA).
Era la primera vez que un mandatario estadounidense llegaba a la isla, y sería la última hasta que 88 años después Barack Obama aterrizara este domingo en el aeropuerto de La Habana (Jimmy Carter también estuvo en Cuba, en marzo de 2011, pero ya era expresidente).
Sin embargo, la visita de Coolidge, un abogado de Vermont que llegó a la política nacional de la mano del Partido Republicano, poco tuvo que ver con la del actual inquilino de la Casa Blanca.
A bordo de un acorazado
Antes que nada, llegar a la isla no fue tan sencillo como subirse al Air Force One.
La caravana presidencial viajó primero por carretera desde Washington a Cayo Hueso, en Florida.
Y allí de madrugada abordó el acorazado USS Texas, co el que recorrería los 170 kilómetros hasta la capital cubana.
Jimmy Carter visitó Cuba y se reunió con Fidel Castro en 2011, ya como ex presidente.
Quizá por lo complicado y largo del viaje, fue el único que llevó a cabo Coolidge más allá de las fronteras de EE.UU. en sus casi seis año de mandato.
Ya en el puerto de La Habana, el buque de guerra atracó en el mismo lugar en el que 30 años antes se había hundido el USS Maine, un acorazado que Washington había enviado para proteger los intereses de los ciudadanos estadounidenses durante la revuelta cubanas contra España y estalló de repente y sin motivo claro el 15 de febrero de 1898.
En Cuba recibieron al mandatario con salvas de artillería, y el estruendo fue tal que uno de los periodistas que iban en la comitiva, Beverly Smith Jr., creyó que estaba ocurriendo un incidente similar al del USS Maine.
Así lo contó la propia reportera 30 años después en el artículo To Cuba with Cal (A Cuba con Cal, diminutivo con el que llamaban a Coolidge).
"Jolgorio" y "efusividad"
Las crónicas del momento también describen aquel ambiente de "jolgorio" y "efusividad".
"Una multitud lo aclamó con un entusiasmo nacido de la intensa naturaleza latina", escribió por ejemplo el reportero del diario estadounidense The New York Times en La Habana, Richard V. Oulhan.
Y el Coolidge se sintió "profundamente conmovido", añadió.
Varias imágenes registran el momento en el que una muchedumbre rodeó el señorial coche del mandatario.
En otra se ve a Coolidge y a su esposa Grace caminando a la par de la pareja presidencial del país anfitrión.
Por aquél entonces gobernaba Cuba Gerardo Machado, un general de la guerra de la independencia convertido primero en hombre de negocios y después en político.
El Capitolio Nacional de La Habana se construyó durante el mandato de Gerardo Machado.
Eran tiempos de bonanza económica para Cuba, y en su doble mandato se construirían por ejemplo el Capitolio Nacional de La Habana y la Carretera Central, la principal vía de transporte terrestre de la isla.
Aún faltaban años para la revolución que llevaría a Fidel Castro al poder.
En el contexto internacional, en Italia por ejemplo gobernaba Benito Mussolini.
Meses antes de la visita de Coolidge a Cuba León Trotsky había sido expulsado del Partido Comunista ruso, quedó bajo el control de José Stalin.
"Limar asperezas"
EE.UU. era visto por América Latina como un país intervencionista.
Así que Coolidge llegó a Cuba para extender la mano a las naciones críticas de la relación de Washington con sus vecinos del sur y que pretendían aprobar una resolución antiestadounidense en la cumbre.
"Hace 30 años Cuba era una colonia extranjera desgarrada por la revolución y devastada por los enfrentamientos", recordó en su única intervención pública— se le recuerda como un hombre de pocas palabras— durante la visita, el 16 de enero de 1928.
"Hoy Cuba es su propio soberano. Su gente es independiente, libre y próspera, pacífica y disfruta de las ventajas de autogobierno", añadió.
Habló de la herencia común y de limar asperezas.
Y eso último, quizá, se podría poner en boca del actual presidente de EE.UU., Barack Obama.