"La situación económica y social es decisiva. No solo marchan a la guerra por motivos religiosos”, explica Uma Abdullah, presidente del Frente Islámico de Trinidad.  "El Gobierno deja a los musulmanes en la picota, no tienen puestos de trabajo y se les acusa por delincuentes y terroristas", continúa.

En Trinidad y Tobago viven cerca de 1,3 millones de personas. El seis por ciento de la población practica el islam y, de acuerdo con la información que maneja el Ministerio de Seguridad Nacional, 130 guerrilleros y muchos familiares salieron del país hacia Siria en los últimos cuatro años. En comparación, en Estados Unidos fueron 250 ciudadanos en una población total de 320 millones de habitantes.

Debido a la salida de yihadistas desde el Caribe hacia  Siria, Estados Unidos no solo observa con atención la isla sino también el Frente Islámico de Trinidad. En base a la "Guía de Movimientos Islamistas", de Barry Rubin, este grupo entraría dentro de la clasificación de "amenaza potencial". Su líder, Umar Abdullah, es considerado partidario del núcleo duro del islam y crítico de la política estadounidense. Según Barry Rubin, forma parte de los movimientos islámicos que ganaron fuerza  a raíz de una ola de criminalidad que se produjo durante el cambio de milenio. Además, en este "Afro Islam” de Trinidad, también hay muchas influencias del movimiento "Black Power” de los años 70.

¿Adiós al paraíso?

Hace 27 años, grupos islamistas radicales comenzaron  a llamar la atención en Trinidad y Tobago. En agosto de 1990, el movimiento rebelde "Jamaat Al-Muslimeen” ocupó el Parlamento en la capital, Puerto España. Entonces, su líder, Yasin Abu Bakr, declaró que Alá había derrocado al primer ministro y que pondría fin a la corrupción, el robo, el incesto y las drogas. Finalmente, después de seis días los rebeldes se rindieron.

En aquel momento, este intento de golpe de Estado era difícil de explicar. El archipiélago es un paraíso vacacional caribeño con una renta per cápita de 18.000 dólares anuales, un país relativamente próspero según los estándares de América Latina. Sin embargo, el reciente descenso del precio del petróleo está provocando dificultades en el crecimiento del país. El año pasado, la exportación de crudo cayó cerca de un 70 por ciento y la de gas un 45 por ciento. También se redujo el Producto Interior Bruto y el desempleo está aumentando. "Si el Gobierno hiciese su trabajo estaría buscando a los jóvenes en las comunidades y guetos donde viven sin perspectivas", decía un lector del diario Daily Express: "Estas pobres almas son carne para el Estado Islámico", añadió.

Hasta ahora, el Gobierno busca radicales en las mezquitas en vez de en los barrios pobres. A mediados de febrero, Edmund Dillon, ministro de Seguridad Nacional, organizó un encuentro con representantes de las comunidades islámicas. En él instó a los líderes a compartir información sobre posibles reclutadores de yihadistas y a entregar a los que quieren ir al frente. Keith Rowles, primer ministro de Trinidad, anunció al mismo tiempo que el Gobierno castigaría la pertenencia a una organización terrorista. Además, se implantaron unos permisos especiales para todos aquellos que quieran viajar a las zonas de combate.

Cooperación difícil

El anuncio de tales medidas fue recibido con escepticismo y rechazo entre esta comunidad musulmana, enormemente fragmentada. Según la prensa, muchas comunidades creen que podría generar una imagen negativa. "Es extraño. No nos discriminan otros líderes religiosos sino el Gobierno", opina el líder del Frente Islámico, Umar Abdullah.

Ni Abdullah ni otros muchos líderes musulmanes fueron invitados a las reuniones con el Gobierno en febrero. Para él sería difícil pensar en una cooperación en materia antiterrorista. Por eso deja abierta la pregunta sobre si estaría dispuesto a entregar yihadistas a las autoridades: "No tengo problemas con que alguien quiera ir a Siria”, explica: "Pero si un hermano me pide mi opinión, trataré de disuadirlo. Aquí en Trinidad y Tobago todavía hay mucho que hacer para difundir el islam”.

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