Hace treinta años, era básicamente un pueblo más de Estados Unidos habitado en su mayoría por blancos.

Pero actualmente menos del 20% de los 7.550 habitantes de la población de Clarkston lo son.

La razón: este suburbio sureño de Atlanta, en el estado de Georgia, ha estado recibiendo y reasentando a refugiados por una generación.

Y una vez al año, la localidad cierra el paso al tráfico para organizar una fiesta callejero para celebrar su diversidad.

Es, realmente, todo un evento. Y aunque el de este año estuvo marcado por el viento y por la lluvia, parecía que todo el mundo estaba dispuesto a divertirse y explicar los motivos de su celebración.

"Clarkston es muy diverso, me gusta cómo viven aquí. Vengo de Uganda, mi cultura es totalmente diferente, pero aquí quiero sentir que formo parte de una comunidad", le dice a la BBC uno de los asistentes.

Y en una tienda regentada por refugiados de Bután, Birka Gurugay explica cómo es vivir en un lugar así.

"Les cuento a los estadounidenses cómo es vivir en un campo de refugiados, sin comida... encuentro que a muchos de ellos les gusta escuchar estas historias de refugiados".

Historias de refugiados

En Clarkston, los refugiados han estado contando sus historias desde los años 80. Primero fueron los vietnamitas. Los bosnios llegaron en los 90 y luego fueroneritreos, birmanos y otras nacionalidades.

Fueron alojados en viviendas que quedaron vacías cuando habitantes locales se trasladaron a otros lugares más urbanos. La idea fue, en vez de dispersar a los refugiados por el país, poner a muchos de ellos en un mismo lugar.

"Están todos juntos, pueden aprenden inglés juntos, pueden recibir servicios juntos. Es útil para quienes trabajan en las agencias que dan servicios a los refugiados", le explica a la BBC Casey Lamery, investigadora social que escribió sobre Clarkston en su tesis doctoral en la Universidad Estatal de Georgia.

"Muchos de los refugiados experimentan estrés postraumático y ese tipo de cosas, así que es más fácil ubicar a los refugiados en lugares donde ya tienen miembros de su comunidad o gente que entiende su estilo de vida y de dónde vienen", apunta.

Las organizaciones comunitarias organizan encuentros para ayudar a los refugiados en lugares como el café Clarkston, donde ponen en contacto a los recién llegados con potenciales empleadores.

El café Clarskton lo regenta Brian Polenger, quien le dice a la BBC que encontrar un trabajo para los refugiados es la parte fácil. Lo difícil es hacer que los nuevos se adapten al trabajo en un nuevo país.

"Habrá ciertos inmigrantes que llegarán procedentes de países donde nunca tuvieron un jefe que fuera mujer o que nunca tuvieron un supervisor que fuera de una raza distinta o que tenía otro color de piel", explica.

"Si no tienes, al menos, un conocimiento básico de la cultura de trabajo vas a decir algo que, como poco, te va a convertir en un paria, si acaso no te lleva a una pelea a puñetazos", señala Polenger.

Escuela con 53 nacionalidades

La escuela secundaria Clarkston High School debe de ser una de las instituciones educativas más diversas en el mundo: hay alumnos de 53 nacionalidades que hablan en 65 idiomas distintos.

La profesora Amy Jarret ha enseñado a sus alumnos sobre la independencia de Estados Unidos, pero para ella y para su colega Julie Goldberg la mejor forma de hacer que los niños refugiados se sientan parte de su nuevo país es hablar sobre la historia y la cultura de los países de los que huyeron.

"Honestamente, nunca había visto mi trabajo como una forma de hacer sentir a la gente como estadounidenses, sino más bien como una forma de crear una atmósfera en la que ellos compartan su herencia cultural y sus experiencias con otras personas", señala Jarred.

"Creo que se trata de encontrar cómo encajas en la amplia estructura de la sociedad de Estados Unidos", apunta Goldberg.

El riesgo de balcanización

Hay gente en Clarkston que considera que algunos refugiados nunca se van a adaptar y que han vuelto irreconocible a este típico pueblo del sur de EE.UU.

Phil Kent, un residente local, habla de una calle donde viven somalíes.

"Estamos conduciendo a través de este condominio de Brandon Hill, lamentablemente controlado por una pandilla de somalíes. Puedes ver que alguna vez esto fue un agradable complejo de edificios, pero ahora hay algunas áreas quemadas como las que vimos. Mira la basura acumulada", lamenta.

"Éste es el verdadero lado oscuro del reasentamiento de los refugiados aquí en Georgia. Francamente, algunos de los refugiados pueden ser somalíes y otros no. Es una zona balcanizada".

No todo son arcoíris

Una queja similar expresa la también somalí Ada Nusman al referirse a la fragmentación social en el lugar.

En un restaurante somalí con un menú variado, Nusman observa que, pese a la amplia oferta, sólo los somalíes comen allí y, en general, las distintas comunidades de refugiados intentan mantenerse con los suyos, dice.

"He visitado restaurantes nepalíes y descubro que la gente se me queda mirando porque no soy una de ellos e incluso dentro de la comunidad musulmana encuentras que los somalíes acuden a una mezquita particular, mientras que los árabes van a una mezquita aparte", comentó.

Y, en su opinión, discrepa de la idea de que EE.UU. sea "un gigantesco crisol de culturas".

"No. No lo creo. No todo son mariposas y arcoíris mientras nosotros nos tomamos de las manos. Ese es un ideal, pero la realidad es distinta", es su conclusión.

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