A fines de agosto se levantó el toque de queda en Cataluña y a los pocos días cientos de personas se reunían en el barrio barcelonés de Sants, aun cuando las reuniones sociales seguían limitadas a sólo diez personas.
Son los llamados “botellones”, los cuales fueron in crescendo en frecuencia y aforo.
Imágenes también muestran a más de 25 mil jóvenes cerca de la Universidad Complutense de Madrid que sobrepasaron a la Policía, que recién pudo dispersarlos a eso de las 7 de la mañana.
Una semana después, en Barcelona, eran 40 mil personas bailando y bebiendo alcohol en la calle. Ni hablar de distancia social ni mascarillas obligatorias, cuando no existe un metro y medio de separación.
Estos últimos “botellones” se salieron de control: quema de vehículos, 50 detenidos, 79 heridos –varios con arma blanca– y otros graves delitos, por los que algunos claman por un estado de emergencia nocturno.
Aunque el rápido ritmo de vacunación tiene al 76% de los españoles inoculados, y la tasa de incidencia es la más baja en más de un año, muchos temen que los “botellones” puedan generar un rebrote en un país que ya suma más de 86 mil muertes durante la pandemia.
