Su popularidad ya tiene un nombre: "jacindamanía".
Y es que no han pasado desparecibidas la entereza, compasión y, a la vez, visión política con que Jacinda Arden respondió al tiroteo en dos mezquitas en Christchurch el pasado viernes.
La primera ministra de Nueva Zelanda envió un empático mensaje de inclusión y hasta vistió un hiyab en la reunión con algunos de los sobrevivientes de la masacre que dejó 50 muertos y más de 40 heridos.
Su desempeño ante la masacre fue calificado por el diario británico The Guardian como una "muestra de verdadero liderazgo", mientras otros como The Washington Post celebraban los elogios mundiales a la líder.
Pero ¿quién es esta mujer que ha sido calificada por sus políticas de izquierda como la "anti-Trump" de Nueva Zelanda?
Baja por maternidad
La fulgurante carrera política de Jacinda Ardern, de 38 años, la llevó a convertirse en la gobernante de menor edad en la historia de Nueva Zelanda y de paso la mujer más joven en dirigir un país.
Ya en el cargo, ocupó titulares a nivel mundial al convertirse en la segunda mujer al frente de un gobierno en dar a luz tras Benazir Bhutto en Pakistán. Sí fue la primera en tomarse la baja de maternidad.
Y, hasta donde se recuerda, tampoco tuvo precedentes cuando se presentó con su bebé a cuestas a una reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas el año pasado.
Pero para muchos de sus críticos, el meteórico ascenso a la política y la fama de Ardern escondía también un signo de inexperiencia y de "debilidad".
El camino a la política
Nacida en 1980 del matrimonio de un agente de policía y una repartidora de almuerzo escolar, Ardern se lanzó al activismo de izquierda desde muy joven y se unió al Partido Laborista con solo 17 años.
"Mi razón principal para meterme en la política fue porque sentía llamado a cuidar a otras personas", contó en una entrevista con la BBC.
Tras graduarse de la universidad en comunicación y relaciones públicas, se unió como investigadora al gobierno de la entonces primera ministra Helen Clark y, más tarde, se mudó a Reino Unido donde trabajó como asesora de políticas del primer ministro Tony Blair.
En 2008, Ardern fue elegida como jefa de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas y, ese mismo año, se ganó una silla como la miembro más joven del parlamento de Nueva Zelanda.
Por casi una década ocupó ese puesto, hasta que una sucesión de renuncias en el seno de su partido la llevaron en menos de dos meses a convertirse en la líder adjunta del partido y de ahí, en primera ministra.
Sus políticas han sido calificadas como de "izquierda progresista" y han estado marcadas por medidas para evitar el cambio climático, promover la igualdad de las mujeres y una tendencia a mostrar cercanía y empatía con sus electores basada en lo que define como "compasión".
"Lleva mucha valentía y fuerza ser empática y estoy muy orgullosa de ser una política empática guiada por la compasión. Eso atraerá críticos, pero yo solo puedo ser honesta conmigo misma y con el tipo de liderazgo en el que creo", dijo en otra entrevista con la BBC.
En 2018, se convirtió en la primera jefa de gobierno de Nueva Zelanda en marchar en un desfile del orgullo gay y se ha manifestado a favor la legalización del aborto y de la marihuana.
En el plano económico, ha sido señalada por tomar medidas proteccionistas, como impedir a los extranjeros comprar propiedades en Nueva Zelanda, o promover políticas de equidad social, como aumentar el salario mínimo y los apoyos económicos a sectores más desfavorecidos.
Sus medidas fueron acompañadas por una creciente popularidad y fue vista como parte una nueva ola de jóvenes líderes que incluía al francés Emmanuel Macron y al canadiense Justin Trudeau.
Su maternidad durante el gobierno y la baja de seis semanas que se tomó tras dar a luz (un hecho sin precedentes) dio paso a que se cimentara su fama.
La glamorosa revista Vogue publicó sus fotos y un perfil, Time la incluyó en la lista de las 100 "personas más influyentes" y en menos de dos años ha pasado por renombrados shows y programas de entrevistas desde Europa hasta Estados Unidos.
Pero a medida que avanzaban sus meses en el gobierno, también aumentaron las críticas que la cuestionaban por una supuesta "debilidad" para el mando o la ausencia de medidas sólidas en el gobierno que respaldaran su "celebridad".
Las críticas
Y es que si la popularidad de Ardern a nivel mundial ha ganado aplausos en los últimos dos años, las críticas en su contra también se han multiplicado dentro de Nueva Zelanda.
En octubre pasado, cuando cumplió su primer año en el poder, sus oponentes cuestionaron los "lentos avances" que había mostrado el país durante el nuevo gobierno.
Cuestionaron, también, su manejo de la economía, luego de que los indicadores de confianza empresarial de Nueva Zelanda se desplomaran a su nivel más bajo en una década luego de que Ardern restringiera la propiedad extranjera y aumentara los salarios mínimos.
Su gobierno también ha enfrentado huelgas masivas de maestros de escuela primaria, enfermeras y conductores de autobuses que demandan aumentos salariales, sin ninguna solución a la vista.
Y pese a su posición tras el tiroteo en Christchurch, muchos también han cuestionado que desde su campaña ha abogado por reducir las tasas de tasas de inmigración bajo el argumento de que su país no cuenta con la infraestructura para recibir más personas.
Sin embargo, tras la tragedia del pasado viernes, la primera ministra ha recibido elogios otra vez en todo el mundo por la manera que encontró para decirles a los neozelandeses lo que su país -y su gobierno- defienden por lo que apuestan.
Durante su celebrado discurso poco después del tiroteo, Ardern consideró que el ataque no había ocurrido en su país por ser un nuevo puerto para el odio, el racismo o el extremismo, sino por todo lo contrario.
"Fuimos elegidos por el hecho de que no somos nada de eso. Porque representamos la diversidad, la bondad, la compasión. Un hogar para quienes comparten nuestros valores. Refugio para quien lo necesite. Y esos valores no serán y no pueden ser sacudidos por este ataque", afirmó.
"Ellos somos nosotros", agregó.