Después de atravesar un camino de piedras, rodeado de llanuras resecas por el sol, finalmente llegué al sitio arqueológico de Cancho Roano.

Parado aquí, en el valle del Guadiana, en la región de Extremadura, en el sudoeste de España, imaginé lo diferente que habría sido esta tierra árida y polvorienta hace 2500 años, cuando era un centro de comercio y culto de Tartessos, una misteriosa sociedad ibérica que prosperó entre los siglos IX y V a.C., y luego desapareció abruptamente.

Hoy, sin embargo, una investigación en curso, que utiliza nuevas tecnologías, está revelando más sobre esta civilización perdida y el papel que desempeñó en la historia de Iberia.

Desde hace milenios existen referencias a Tartessos en textos griegos y romanos, pero debido a las descripciones contradictorias y, durante mucho tiempo, a la falta de pruebas arqueológicas concluyentes, no ha sido fácil para los historiadores y arqueólogos modernos identificar qué era Tartessos... ¿una ciudad, un reino, un río?

Heródoto, el historiador griego del siglo V a. C., escribió sobre una ciudad portuaria más allá de las Columnas de Hércules (el actual Estrecho de Gibraltar), lo que llevó a algunos investigadores a pensar que Tartessos era un cuerpo de agua y a otros a pensar que era un puerto (posiblemente ubicado alrededor de la actual Huelva, en la costa sur de España).

Incluso hubo teorías, inspiradas en los escritos de Aristóteles, de que Tartessos era la Atlántida mítica, aunque esto ha sido ampliamente desestimado en la comunidad científica.

Tartessos ahora se considera generalmente como una civilización que se formó a partir de una mezcla de pueblos indígenas y colonizadores griegos y fenicios en la Península Ibérica.

Y que era rica, gracias a los recursos de metal y una próspera economía comercial.

En total, se han identificado más de 20 yacimientos tartésicos en toda España, y se han excavado tres en el Valle del Guadiana: Cancho Roano, Casas de Turuñuelo y La Mata.

Los arqueólogos descubrieron Cancho Roano en 1978, y reveló otra parte de la historia.

El sitio contiene los restos de tres templos tartésicos que se construyeron en sucesión, cada uno sobre las ruinas del anterior, todos ellos orientados hacia el amanecer.

Los muros de adobe del templo más reciente (construido a finales del siglo VI a.C.) delinean 11 habitaciones y abarcan un área de alrededor de 500 metros cuadrados.

Pero por razones que los arqueólogos aún no han descifrado, a finales del siglo V a. C., las personas que vivían aquí realizaron un ritual en el que comieron animales, desecharon los restos en un pozo central, prendieron fuego al templo y lo sellaron con arcilla, dejando una gran cantidad de objetos quemando en su interior, como herramientas de hierro y joyas de oro.

"El descubrimiento de Cancho Roano fue una revolución en la arqueología de la Península Ibérica", dijo Sebastián Celestino Pérez, quien dirigió la excavación durante 23 años y ahora es investigador científico en el Instituto de Arqueología de Mérida.

Pérez explicó que, a pesar del fuego, las paredes del sitio, el altar, el foso y los artefactos (como joyas, anteojos y una estela guerrera) quedaron bien preservados.

Casas de Turuñuelo, que fue hallado en 2015, es el edificio protohistórico mejor conservado del Mediterráneo occidental y el lugar donde ocurrió el mayor sacrificio animal de la zona (más de 50 animales).

"Turuñuelo [era] un santuario donde también se practicaba el sacrificio de animales y luego se los echaba a la fosa", dijo Pérez, señalando que este sitio también fue quemado y sellado con arcilla de la misma manera que Cancho Roano.

"Pero Turuñuelo tiene otra funcionalidad, más ostentosa, es como un símbolo de poder. Es contemporáneo a Cancho Roano, pero sin embargo las técnicas de construcción que se emplearon son mucho más avanzadas y los materiales de mayor riqueza y traídos de muchos puntos del Mediterráneo."

Usando una nueva tecnología llamada fotogrametría, los arqueólogos están tomando fotografías de las ruinas de Turuñuelo y luego usan un software para combinarlas y crear imágenes en 3D que reconstruyen virtualmente los edificios.

El proceso les ayuda a comprender los tipos y técnicas de construcción y las materias primas utilizadas, y como resultado, ahora se sabe que las ruinas de Turuñuelo son tartésicas, en lugar de romanas, como se pensaba anteriormente.

El sitio de La Mata se encontró mucho antes que los otros dos (en 1930), pero tiene similitudes sorprendentes, y la técnica que ahora se utiliza en Turuñuelo podría revelar más de sus secretos.

"Lo más sorprendente para mí es la costumbre muy peculiar [de los tartesios] de destruir sus casas. En todos los sitios encontrados se ha seguido el mismo comportamiento: vaciar todas las vasijas y ánforas, quemar el edificio y enterrar todo", dijo Ana Belén Gallardo Delgado, historiadora y guía de La Mata.

"Con las nuevas tecnologías espero que se pueda esclarecer mucho más sobre el origen de esta civilización y ahondar un poco más en su forma de vida", afirmó.

"Además, se cree que otros ocho túmulos hallados en la zona de Badajoz podrían ser construcciones tartésicas como las ya excavadas", apunta.

Mientras continúa la investigación en los yacimientos extremeños (Cancho Roano y La Mata están abiertos al público), los aficionados a la historia también pueden ver herramientas tartésicas recuperadas, estatuillas de caballos y marfil decorado en el Museo Arqueológico de Badajoz.

Mientras hojeaba una galería dedicada al período protohistórico español, la encargada del museo, Celia Lozano Soto, señaló una estela grabada con inscripciones tartésicas, el primer ejemplo de escritura en la Península Ibérica.

"El idioma todavía se está estudiando y traduciendo ahora", señaló.

Se trata de una curiosa escritura palindrómica de alrededor del siglo VIII a. C., que proviene del alfabeto fenicio.

Puede leerse de derecha a izquierda o viceversa, aunque los sonidos representados por cada símbolo aún son inciertos.

Además del idioma, los sacrificios masivos y los incendios, el otro gran enigma de Tartessos es por qué desapareció abruptamente hace unos 2.500 años.

"La teoría más actual es que pudo haber habido un terremoto a mediados del siglo VI a.C., seguido de un tsunami que pudo haber afectado a los principales puertos tartesios, y que sería la causa de la rápida caída de Tartessos", señaló Pérez.

Si bien es importante comprender por qué desapareció la civilización, el foco de la investigación actual está puesto en el impacto social y cultural de Tartessos.

"Se ha localizado lo que parece ser el puerto tartésico de Huelva. De confirmarse, podría ser un paso de gigante para entender el entramado comercial tartésico", señala el experto.

"Y las llamadas tumbas tartésicas del Guadiana [Cancho Roana, Turuñuelo y La Mata] parecen tener la clave para conocer mejor esta cultura".

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