La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha traído significativos cambios en la política exterior estadounidense, sobre todo en lo que se refiere a la participación en conflictos armados en el extranjero.

A principios de diciembre, por ejemplo, empezó a retirar sus tropas de Siria, un movimiento similar al iniciado en Irak en febrero de 2018.

Sin embargo, desde que el candidato republicano asumió el cargo, en enero de 2017, los ataques aéreos estadounidenses en Somalia han experimentado un fuerte aumento.

Y todo parece indicar que la tendencia continuará en 2019.

En diciembre, en un discurso en que describía la política de Estados Unidos en África, el asesor de seguridad nacional del presidente Trump, John Bolton, denunció que "los terroristas que operan en África han atacado repetidamente a ciudadanos e intereses de Estados Unidos".

Y Bolton dejó la impresión de que nada detendría la lucha contra los grupos islamistas militantes, como al-Shabab con sede en Somalia, ungrupo afiliado a al-Qaeda.

En marzo de 2017, el Pentágono recibió la aprobación de la Casa Blanca para expandir su lucha contra los militantes en este país situado en el Cuerno de África.

Las autoridades militares ya no necesitan llevar a cabo un proceso de evaluación para aprobar los ataques en las "áreas de hostilidades activas" de al-Shabab en Somalia.

"Esto nos permite determinar los objetivos de una manera más rápida", dijo el general Thomas Walhauser, del Comando de África de los Estados Unidos (Africom).

La medida se ha traducido en un aumento en los ataques aéreos, así como el primer despliegue público de soldados estadounidenses en tierra desde 1993 para "asesorar y ayudar" a las tropas del gobierno somalí.

Al menos 46 ataques

Africom ha llevado a cabo al menos 46 ataques aéreos confirmados en Somalia en 2018, superando la cifra récord del año anterior situada en 38, según The Bureau of Investigative Journalism (BIJ).

Algunos ataques individuales se han centrado en grandes grupos de militantes. Por ejemplo, alrededor de 60 personas murieron el 12 de octubre cerca de Harardere, en la región central de Mudug, en lo que fue el mayor ataque aéreo de su tipo en casi un año.

En comparación con años anteriores, 2017 y 2018 suponen un aumento significativo en la actividad de Estados Unidos contra al-Shabab.

De hecho, un recuento del BIJ reveló que al menos 538 personas murieron en estos ataques aéreos desde principios de 2017, una cifra mucho más abultada que en los 10 años anteriores juntos, aunque no hay registro de todos los ataques con víctimas.

Africom dice que "los ataques aéreos reducen la capacidad de al-Shabab para trazar futuros ataques, alteran su red de contactos y limitan su margen de maniobra dentro de la región".

Y esto revela como cada parte del grupo se considera una amenaza.

Como señaló la publicación Long War Journal, los ataques forman parte de un patrón más amplio que tiene como objetivo desde los principales líderes hasta combatientes que forman la presencia visible sobre el terreno.

Aunque más allá del asesinato de Ali Mohamed Hussein, un líder de al-Shabab, en una redada militar conjunta entre Estados Unidos y Somalia en la región sur del Bajo Shabelle en agosto de 2017, el resto de ofensivas no han sido lo suficientemente significativas como para ser citadas por Estados Unidos desde que Trump aprobó la expansión de operaciones militares en Somalia.

Nuevas tácticas

Los militantes de Al-Shabab, al igual que otros grupos jihadistas, son muy conscientes de la amenaza que llega desde los cielos.

Según un alto funcionario de seguridad, los combatientes ahora evitan congregarse en grandes grupos. Se mueven en unidades de tres o cuatro y solo se juntan para llevar a cabo ataques, incluso contra las bases de las tropas de la Unión Africana y las fuerzas gubernamentales somalíes.

Y, a pesar del aumento de los ataques, las capacidades bélicas de al-Shabab siguen siendo sólidas.

El grupo no ha perdido el control del territorio en el centro ni en el sur de Somalia, donde está tratando de establecer su propio gobierno, que incluye un aumento de los impuestos a la población local.

Estas son áreas extensas, mucho más grandes que los centros urbanos que controla el gobierno federal en las mismas regiones.

Nuevos emiratos

Bill Roggio y Alexandra Gutowski del Long War Journal concluyen que esto refleja el objetivo principal de al-Shabab, heredado de al-Qaeda, que es "derrocar a los gobiernos locales y crear emiratos que eventualmente se unirán en un califato islámico".

El grupo yihadista ha demostrado su confianza mediante ataques como la emboscada de junio a una fuerza combinada de tropas somalíes, kenianas y estadounidenses en la ciudad de Jamame, en el sur de Somalia, en la que murió un soldado de las fuerzas especiales de EE.UU.

Y a pesar de la insistencia del gobierno somalí y de la misión de la Unión Africana en Somalia de que el grupo ha sido erradicado de la capital, Mogadiscio, uno de sus líderes, Ali Dhere, fue fotografiado recientemente en un evento de caridad cerca de la ciudad.

Además, Al-Shabab aún lleva a cabo incursiones ocasionales en las regiones fronterizas de la vecina Kenia realizando emboscadas y ataques con explosivos contra las fuerzas de seguridad, y con frecuencia publica videos que documentan estos incidentes como parte de su despliegue en los medios.

El grupo a veces responde a ataques aéreos etíopes, kenianos y estadounidenses afirmando que las víctimas eran civiles inocentes, pero de la acción estadounidense en los últimos dos años, no hay registros independientes del número de civiles muertos.

Pero es cierto, que según las estadísticas de BIJ, al menos 32 civiles han resultado heridos en áreas controladas por los de los combatientes.

En declaraciones a BBC, la vocera de Africom, Becky Farmer, señaló que el comando militar estadounidense para África "no ha descubierto ni evaluado ninguna baja civil resultante de nuestras operaciones en los últimos dos años".

"De hecho, hemos realizado esfuerzos extraordinarios para reducir la probabilidad de causar víctimas civiles, haciendo de la moderación una cuestión política que supera incluso las restricciones de la ley de conflictos armados", aseguró Farmer.

A la sombra de los Black Hawk

Todavía hay vívidos recuerdos de la desastrosa salida de Estados Unidos durante su última acción militar importante en Somalia en 1994.

Ese año dos helicópteros Black Hawk de Estados Unidos fueron derribados en Mogadiscio.

En la batalla que siguió a este hecho, se calcula que murieron cientos de somalíes, además de unos 18 estadounidenses y dos soldados de la ONU.

Sin embargo, el Pentágono considera que la opción de los ataques aéreos hoy en día es mucho menos arriesgada para las tropas de estadounidenses y, posiblemente, más efectiva para eliminar objetivos.

Como resultado, es poco probable que la campaña se vea afectada por el reciente anuncio de una reducción inminente de las tropas estadounidenses en África.

Pero, hasta ahora, el aumento de los ataques aéreos no le ha dado a Estados Unidos, al gobierno somalí o a las tropas de la Unión Africana ninguna ventaja.

Al-Shabab se contentará con conservar su vasto control geográfico.

E incluso si sus comandantes son eliminados en ataques dirigidos, el grupo ya tiene un sistema para reemplazarlos y continuar el conflicto en el futuro previsible.

 

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