Los equipos de socorro trabajan contra el reloj en la ciudad colombiana de Mocoa, donde el viernes una avalancha de lodo y rocas sepultó barrios enteros, dejando centenares de muertos y desaparecidos.

La ayuda también fluye lentamente hacia la zona, Colombia entera se ha volcado en muestras de solidaridad alrededor del lema #MocoaSomosTodos, y las autoridades ya prometieron que la reconstrucción será rápida.

Y en un país tristemente acostumbrado a estos eventos, muchos también han estado tratando de encontrar, una vez más, respuesta a dos preguntas recurrentes: ¿por qué? y ¿se habría podido evitar la tragedia?

Por lo pronto, los testimonios de los sobrevivientes sugieren que el súbito desborde de los ríos cercanos tomó a los habitantes de la capital del Putumayo por sorpresa.

Y al tratarse de una región más que acostumbrada a las lluvias intensas, lo mismo puede decirse de la magnitud de la destrucción y el elevado número de muertos.

Lluvias intensas

De hecho, desde que se conoció la noticia, las autoridades han destacado la intensidad inusual de las precipitaciones pluviales de ese aciago viernes.

"El 30% de la lluvia de un mes se produjo anoche y eso precipitó una creciente súbita de varios ríos y de las quebradas aledañas", fue la primera explicación del presidente colombiano, Juan Manuel Santos.

Aunque, como han hecho notar numerosos expertos, la de Mocoa en buena medida también fue una tragedia anunciada. Y no solo porque cambios drásticos en los patrones de lluvias es una de las expresiones más comunes del cambio climático.

"Quienes conocen la capital del Putumayo pueden entender fácilmente porque el desbordamiento de tres ríos generó uno de las peores tragedias que haya vivido la región", escribió, por ejemplo, el ambientalista Rodrigo Botero en un artículo publicado en la revista Semana.

"La ciudad ha sido víctima de la falta planificación urbana que es usual en casi todas las regiones de Colombia. Por una razón u otra, esta cultura nos viene acostumbrando a que solo con víctimas y desastres reaccionamos. El clima cada vez nos cobra más caro esa inacción", asegura ahí Botero.

En zona de riesgo

Como muchos otros expertos, el ambientalista llama la atención al particular emplazamiento de Mocoa, fundada en 1563 en la falda de una montaña y cerca de la confluencia de tres ríos: Mocoa, Sangoyaco y Mulato.

Y también destaca que la región de Putumayo, ubicada justo ahí donde la cordillera de los Andes y la Amazonía se encuentran, es de hecho naturalmente susceptible a inundaciones y deslaves.

Ese riesgo, al que no era ajena Mocoa, se había ido además agravando por el cada vez mayor despale de cuencas y laderas para hacer espacio a la ganadería o los cultivos ilícitos o para la extracción de especies forestales de uso comercial.

"Hay que entender las situaciones complejas de la Amazonia porque cuando llueve en los Andes, estas lluvias bajan por la cordillera, arrastran sedimento y, si hay deforestación, el agua sigue derecho y no se retiene", es la explicación de Luz Marina Mantilla, directora del Instituto de Investigaciones Científicas de la Amazonia en Colombia (Sinchi).

"Entonces se va volviendo una bola de nieve que crece hasta formar estas catástrofes", le dijo al diario colombiano El Espectador en una entrevista publicada a raíz de lo ocurrido en Mocoa.

Despale y crecimiento desordenado

La magnitud de la catástrofe, sin embargo, solo se explica porque, a la deforestación, hay que sumarle además el desordenado crecimiento de la ciudad, que llevó a la construcción de barrios enteros en zonas de alto riesgo, especialmente a la orilla de los cauces.

"Las áreas ribereñas y de ronda hidráulica en la zona urbana, más específicamente en el área central, se encuentran ocupadas en un porcentaje que supera el 50%", advertía, ya en 2012 una investigación para la maestría en diseño urbano de la Universidad Nacional de Colombia.

"(Esto) aumenta significativamente el riesgo para la población allí localizada", destacaba ahí el autor del estudio, Danny Mora.

Mientras, en su artículo en Semana Botero va incluso más allá, estimando que más de la tercera parte del caso urbano de Mocoa se encuentra sobre las antiguas terrazas del río del mismo nombre.

Esto es altamente riesgoso porque, como explica poéticamente la directora del Sinchi, "las aguas tienen memoria".

Y por eso, lo que a menudo se tiende a describir como ríos desbordados son en realidad aquellos que, en sus crecidas, ocupan sus viejas llanuras de inundación "y tratan de volver a sus viejos cauces".

Eso es lo que parece haber sucedido en Mocoa, luego de una jornada de lluvias históricas que además produjo deslaves en las laderas debilitadas por una acción humana que también había taponado el curso de unos ríos que se desbordaron con una violencia inusitada.

Y la pregunta, ahora, es si Colombia también tendrá memoria y si sabrá utilizarla para que la reconstrucción de la capital del Putumayo la deje mejor preparada.

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