América Latina es tan desigual que una mujer en un barrio pobre de Santiago de Chile nace con una esperanza de vida 18 años menor que otra en una zona rica de la misma ciudad, según un estudio.

La gran disparidad latinoamericana también alcanza al color de piel o la etnia: los afrodescendientes o indígenas tienen más posibilidades de ser pobres y menos de concluir la escuela o lograr un trabajo formal que los blancos.

Se trata de la región del mundo que registra mayor desigualdad de ingresos en el informe sobre desarrollo humano 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), divulgado en diciembre.

El 10% más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37%), indicó el informe. Y viceversa: el 40% más pobre recibe la menor parte (13%).

Esta brecha supera incluso la de África subsahariana y muchos la señalan como una de las explicaciones detrás de la ola de protestas que recorrió países latinoamericanos recientemente.

Pese a sus avances económicos y sociales de los primeros años de este siglo, América Latina aun es "la región más desigual del planeta", ha advertido en distintas ocasiones la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La pregunta, entonces, es por qué ocurre esto.

Y la respuesta, según expertos, comienza algunos siglos atrás.

"Puede decirse que el pasado colonial creó las condiciones", señala Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, a BBC Mundo.

Una vieja historia

Según Stiglitz, la disputa entre colonizadores e indígenas sembró una semilla de desigualdad en Latinoamérica, así como la distribución despareja de la tierra en economías agrarias contribuyó a "la creación de algunas familias muy ricas y muchas familias muy pobres".

"En varios países latinoamericanos, así como en Estados Unidos, un gran elemento racial (?) jugó un rol en al menos una dimensión de la desigualdad", sostiene el execonomista jefe del Banco Mundial y actual profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Y esto parece lejos de ser apenas un asunto del pasado.

En América Latina la incidencia de la pobreza aun es mayor en zonas rurales, para las personas indígenas y afrodescendientes, señaló la Cepal en su informe de 2019 sobre el panorama social de la región.

Apuntó, por ejemplo, que si bien hubo una leve reducción reciente, la tasa de pobreza de las personas indígenas en 2018 fue de 49%, el doble que la registrada para la población no indígena ni afrodescendiente. Y la tasa de extrema pobreza llegó al triple (18%).

En México, donde los indígenas son aproximadamente 15% de la población y casi tres cuartas partes de ellos viven en pobreza, un estudio de la organización Oxfam indicó en agosto que 43% de quienes hablan una lengua nativa no completaron primaria y apenas 10% tiene trabajo formal o es empleador.

"La coexistencia de gente de ascendencia europea con indígenas y afrodescendientes está en la médula de por qué no se ha podido reducir la desigualdad" en la región, dice Nora Lustig, profesora de economía en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, y directora del Instituto de Compromiso con la Equidad.

"A pesar de haber habido intentos de inclusión, eso todavía permea. Y los países donde menos desigualdad hay son los que no tienen una diversidad étnica y racial tan marcada", compara, señalando como ejemplos los casos de Argentina, Costa Rica o Uruguay.

"Un círculo vicioso"

Claro que existen otros factores detrás del abismo social en América Latina, que ganó su fama de "más desigual" a partir de la década de 1980.

La región también es hoy una de las más urbanizadas del mundo, pero el rápido cambio desde sociedades rurales ocurrió en el último medio siglode forma desordenada y en muchas zonas de expansión de las ciudades el Estado brilló por su ausencia a la hora de prestar servicios como educación o salud.

Un estudio publicado por la revista The Lancet en diciembre encontró grandes brechas en las esperanzas de vida en ciudades de América Latina según las personas nazcan en los barrios más pobres o ricos, como las casi dos décadas de diferencia para mujeres en Santiago de Chile u 11 años para hombres en Ciudad de México.

Stiglitz, que ha escrito distintos libros sobre desigualdad, observa "un círculo vicioso" en la región.

"Un alto nivel de desigualdad económica crea sistemas políticos que ayudan a perpetuar esa economía", señala. "Así que no invierten tanto en educación, por ejemplo".

Afirma además que las economías basadas en recursos naturales como son las latinoamericanas tienden a caracterizarse por la inequidad.

"La riqueza del continente proviene de las rentas asociadas con los recursos naturales", explica. "Y en la sociedad hay una pelea sobre quién recibe las rentas, en comparación con las sociedades donde hay que trabajar para ganarse la vida y luego hay más igualdad".

Sin embargo, otros países ricos en recursos naturales como Noruega o Australia escapan a los grandes problemas de desigualdad latinoamericanos.

La clave aquí, señalan expertos, es contar con instituciones que permitan manejar de forma más eficiente los ingresos para impulsar el desarrollo.

Y esto también suele escasear en América Latina.

"El fin de la fiesta"

La evidencia muestra que las clases medias latinoamericanas pagan más de lo que reciben por servicios sociales como educación o salud y, como respuesta, acuden a proveedores privados, lo cual tiende a incrementar la segmentación, indicó el informe sobre desarrollo humano del PNUD.

"Una respuesta natural sería agregar recursos de los de arriba", agregó. "Pero esos grupos, aunque minoritarios, a menudo han sido un obstáculo para expandir los servicios universales, utilizando su poder económico y político a través de mecanismos estructurales e instrumentales".

Las políticas impositivas son un resorte clave en esto.

Comparados con países en desarrollo, los sistemas tributarios de Latinoamérica suelen tener una mayor participación de impuestos indirectos (al consumo), que favorecen menos la equidad que los impuestos directos (a la renta o la propiedad).

Así, los impuestos directos y las transferencias reducen mucho más el coeficiente Gini de desigualdad en las economías avanzadas que en las emergentes y en desarrollo, "incluidos países latinoamericanos con algunas de las desigualdades de ingresos más altas del mundo", advirtió en el mismo informe David Coady, del departamento de asuntos fiscales del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Pese a todo eso, unos 100 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza entre las décadas de 1990 y 2000 en base a programas sociales y políticas salariales en medio del auge de las materias primas.

Pero la desigualdad estructural varió bastante menos en ese lapso.

Y la disparidad de ingresos en países como Brasil, México, Colombia o Chile ha opacado avances recientes en el índice de desarrollo humano de la ONU, que incluye variables como la expectativa de vida o calidad de educación y donde el año pasado en la región solo retrocedieron Venezuela, Nicaragua y Argentina, sumidas en crisis.

Más aún, después del boom económico la tasa de pobreza en Latinoamérica pasó de 28% en 2014 a 31% el año pasado, según datos de la Cepal. Del total de personas pobres que la región agregó en el último lustro, 26 millones sufrirían de extrema pobreza, con Brasil como principal fuente de este retroceso.

En medio de este panorama, el descontento social se ha expresado recientemente mediante votaciones anti-gobierno a lo largo del subcontinente y, en especial, con fuertes protestas callejeras en países como Chile, Colombia o Ecuador.

"Hay una protesta generalizada contra los que estaban gobernando", señala Lustig. "Se combina el fin de la fiesta para todos con una situación donde empieza a empeorar otra vez la distribución".

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