"Es un funcionario valiente, que comprende bien su papel para darnos información sobre aquello que ocurre en un punto neurálgico de la política mundial".

Esa fue la definición del ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Aloysio Nunes, sobre Cleiton Schenkel, el único integrante del cuerpo diplomático de Brasil en Corea del Norte, uno de los países más hermético del mundo y, actualmente, centro de una tensión global.

Schenkel, junto a su esposa y su pequeño hijo, son los habitantes de la enorme casa que sirve de sede a la embajada brasileña en Pyongyang y él ha sido el encargado de informar al gobierno brasileño sobre los últimos acontecimientos bajo el régimen de Kim Jung-un. Entre ellos, una prueba nuclear y el lanzamiento de un misil que cruzó el cielo japonés.

"Tenemos clara noción de lo sensible que es la situación. No vivimos con miedo o con pánico, pero no se puede negar que estamos preocupados, especialmente por el actual momento", le dijo Schenkel a la BBC, aunque evitó hablar de temas políticos o polémicos.

La semana anterior, durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el presidente Donald Trump dio un discurso que incluyó duras críticas al régimen norcoreano.

"Si Estados Unidos es forzado a defenderse y defender a sus aliados, no tendremos otra opción que destruir totalmente a Corea del Norte", advirtió Trump.

El mandatario estadounidense, además, describió al joven líder norcoreano como un "hombre-cohete en una misión suicida".

Con 11 años en el ministerio de Relaciones Exteriores, con algunos pasos por Harare, en Zimbabue, o Ginebra, Suiza, Schenkel llegó a Pyongyang en junio de 2016.

Entonces, como jefe del equipo económico, pasó a comandar la representación diplomática -aunque no en el papel de embajador-, que cuenta con seis funcionarios locales y opera en una casa de dos pisos, inaugurada en 2009, donde Schenkel vive con su familia.

"Mi mirada es, especialmente, la de observador político. Brasil es el único país del continente americano con dos embajadas en las dos Coreas. Nuestra presencia aquí nos permite tener una visión propia sobre las cuestiones de la política", destacó.

Trabajo y ocio

Junto a su inseparable compañera, Schenkel trabaja de 9 a 18 horas diarias para mantener actualizados a sus colegas de Brasilia sobre los principales asuntos de la política norcoreana.

A pesar de las sanciones internacionales, Brasil es uno de los países que todavía negocia con Corea del Norte.

El año pasado, de acuerdo al ministerio de Industria y Comercio Exterior, el flujo comercial entre ambas naciones fue de US$10 millones, aunque el mejor año fue 2008 cuando el intercambio alcanzó los US$375 millones.

En su tiempo libre, Schenkel se dedica a ver por internet los partidos de su equipo favorito, el Gremio, escuchar radio o pasear con su familia por las calles del barrio diplomático, donde está ubicada la embajada.

La familia también acostumbra frecuentar un club que es exclusivo de la comunidad internacional que vive en la ciudad, que cuenta con piscina y área de ocio.

El acceso al barrio es minuciosamente controlado: solo pueden ingresar los diplomáticos o los funcionarios de las 24 embajadas que hay en Pyongyang.

Y en la ciudad, son pocas las opciones de salir a divertirse. En el barrio hay pocos restaurantes y solo un centro comercial para extranjeros que tiene una barbería, supermercado y tiendas de ropa.

Productos importados como quesos, vinos y cervezas están disponibles, pero en pequeñas cantidades. Y es el lugar donde la mejor forma de comunicarse es el inglés.

Tampoco hay entretenimiento "occidental". El cine, por ejemplo, solo pasa películas locales, sin doblaje ni subtítulos. Las producciones de Hollywood están prohibidas.

Internet no es libre y sitios como Google, Facebook e Instagram están bloqueados.

"Nos quedamos bastante en casa, debido a las particularidades del país", señaló.

Y por supuesto, le hace falta la comida brasileña, especialmente el "churrasco".

"Es difícil encontrar el mismo tipo de corte que en Brasil. Las carnes no tienen la misma calidad que las nuestras. Pero cocinamos arroz y frijoles para matar la nostalgia", explicó.

Los extranjeros tampoco usan la moneda local, el won. Los gastos se pueden hacer en euros, dólares y yuanes chinos.

La única excepción es cuando van al mercado Tong-il (unificado, en coreano) que está ubicado en un enorme pabellón dentro del barrio diplomático, donde la familia acostumbra comprar las frutas y los vegetales.

"Ahí la comunicación es básicamente con gestos. El valor lo muestran en la calculadora, entonces le damos el dinero o le pedimos un mejor precio", anotó.

Y el problema del idioma se torna llamativo cuando, por ejemplo, Schenkel tuvo que obtener su permiso para conducir dentro del país.

"En el camino donde debía tomar el examen iba acompañado del traductor, que no dejaba de revisar sus notas. Yo no sabía que había un examen escrito, entonces le pregunté si yo no debía haber estudiado también, y él me respondió que 'no necesariamente, el que tiene que dar las respuestas correctas en coreano soy yo'", dijo.

Limitaciones

Mientras que la circulación dentro del barrio diplomático es totalmente libre, fuera de allí sus movimientos son limitados, y usualmente monitoreados y, dependiendo del lugar, tienen además funcionarios del gobierno de Corea del Norte como acompañantes.

De acuerdo al diplomático, se debe pedir autorización para visitar los museos y hasta para usar el metro.

Lo mismo ocurre si la familia quiere dejar la capital y viajar hasta las playas ubicadas en el este del país, a unas dos horas de viaje en carro.

Y, para quien viene de afuera, llegar a Corea del Norte tampoco es tarea fácil. Una inmensa mayoría de los vuelos que llegan a Pyongyang parten desde China, el principal aliado del país.

Por esa razón, y por la distancia con Brasil, la familia no ha recibido ninguna visita de sus parientes. La mayoría de los visitantes son colegas del ministerio que están en Asia.

Diferencia cultural

Schenkel señaló que, además de las particularidades locales, la principal diferencia que sintió al llegar a Corea del Norte fue lo que llama la "cultural militar" del pueblo.

"Ellos son bastante disciplinados. Tienen una cultura militar que es muy fuerte y eso se refleja en toda la sociedad", dijo.

"Es normal pasar delante de una parada de bus y ver 50 norcoreanos en perfecta fila india esperando por su transporte. Otros pueblos asiáticos tienen una costumbre parecida, pero no deja de sorprender", dijo.

Y en medio de la intensificación de la guerra retórica entre Corea del Norte y Estados Unidos, Schenkel dice estar "acompañando de cerca" los últimos acontecimientos.

Pero la idea de volver a Brasil no está en los planes del diplomático o de su familia.

Ante una pregunta de la BBC sobre un posible cierre de la embajada en Corea del Norte, el ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil explicó que "está pendiente de manera constante sobre los lugares y situaciones que pueden poner en riesgo a los nacionales brasileños".

"El ministerio mantiene contacto permanente con todas las personas que trabajan en el exterior. En ese contexto, los sectores apropiados del ministerio vienen manteniendo un diálogo regular con el encargado de negocios de Brasil en Pyongyang".

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