Pocos hubieran pronosticado una imagen así hace cuatro años.
Al presidir este martes en la Casa Blanca la firma de los acuerdos que normalizan las relaciones entre Israel y dos países árabes, Donald Trump habrá incluido su nombre en la selecta lista de presidentes de Estados Unidos que propiciaron un entendimiento en uno de los conflictos más antiguos del mundo.
Los defensores del acuerdo lo presentan como una oportunidad para avanzar hacia la paz en la región. Según lo pactado, Israel frena la anexión de territorios palestinos ocupados que había sido anunciada por su primer ministro, Benjamin Netanyahu. A cambio, EAU y Bahréin normalizan sus relaciones con Israel.
Los críticos destacan que a cambio de poco o nada, retirar un plan de anexión que acababa de anunciar entre críticas de medio mundo, Israel consigue normalizar su relación con dos países que, como la mayoría de los árabes, se negaban a reconocer al Estado judío acusándolo de ocupar ilegalmente la tierra palestina.
En cualquier caso, es un hito en la historia de un litigio enrevesado y Trump, que ha mediado para hacerlo posible, se presenta como artífice del acuerdo a pocas semanas de las elecciones en las que se juega cuatro años más en la Casa Blanca frente a Joseph Biden, su rival demócrata.
Realmente, ¿ha alcanzado Trump los objetivos para la región que se propuso al comienzo de su mandato?
Alineado con Israel
Poco después de ser elegido presidente, Trump designó a su yerno, Jared Kushner, como enviado especial para Oriente Medio con el encargo de negociar la paz entre israelíes y palestinos.
Ni Trump ni Kushner, un judío ortodoxo, han ocultado su alineamiento con Israel. Aunque Bessma Momani, experta en Oriente Próximo de la Universidad de Waterloo, en Canadá, cree que a quien de veras han querido seducir es al llamado "lobby judío" que suele hacer grandes donaciones a las campañas políticas del Partido Republicano.
En esa línea, en diciembre de 2017, Trump hizo un anuncio sorprendente que sacudió el mundo árabe. El presidente comunicó que Estados Unidos trasladaba su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad que reconocía como la legítima capital de Israel.
El estatus de la histórica ciudad, sagrada para judíos y musulmanes, ha sido uno de los mayores motivos de fricción entre israelíes y palestinos.
Al reconocer la histórica reivindicación israelí, Trump indignó a los palestinos y rompió con la política que durante décadas habían mantenido gobiernos anteriores y la mayoría de la comunidad internacional.
Y algo similar ha sucedido ahora, los palestinos han vuelto a reaccionar con indignación ante el acuerdo de EAU y Bahréin con Israel, que han calificado de "golpe mortal" para la solidaridad árabe, según dijo el primer ministro palestino, Mohamed Shtayeh.
El jefe del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) también dijo que el acuerdo "asesta el golpe de gracia" a la iniciativa de paz árabe de 2002, que establecía que los estados árabes no reconocerían a Israel hasta el fin de la ocupación y la creación de un Estado palestino.
La gran incógnita es qué hará Arabia Saudita, la gran potencia regional. Riad ya emitió una señal cuando dijo que toleraría que los vuelos entre Israel y los Emiratos por su espacio aéreo.
David Makovsky, experto del Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo, detecta cambios internos en el mundo árabe que explican el nuevo signo de los tiempos.
"Al contrario de lo que sucedía hace 20 años, los países árabes sí tienen algo que ganar al establecer relaciones con Israel, sobre todo debido al papel que ahora juega Irán", rival compartido de Israel y sus vecinos.
Como reveló el resultado de la votación de la Liga Árabe que rechazó condenar los acuerdos, la solidaridad automática de los países árabes con los palestinos ya no puede darse por sentada.
Según Momani, "la mayoría de gobiernos árabes, especialmente en los países del golfo Pérsico, se han vuelto nacionalistas, y priman el interés de su propio país, de manera que la causa palestina no es tan importante para la psicología colectiva en ellos como lo era en el pasado".
Las armas, prioridad para Trump
Muchos analistas se preguntan qué puede haber llevado a Emiratos Árabes Unidos y a Bahréin a dar un paso de tanto calado.
Una clave puede estar en el acceso al mercado de armas estadounidense y en particular los aviones cazabombarderos F-35, que hasta ahora Washington había evitado vender a los rivales regionales de Israel.
Kushner dijo a final de agosto en entrevista con CNN que la firma del acuerdo con Israel "debería incrementar las probabilidades" de que EAU pueda adquirir el F-35, al tiempo que destacó que el mayor interesado en que no lo tenga es Irán.
Por su parte, el secretario de Estado, Mike Pompeo, confirmó que su gobierno estudia la posibilidad de vender el codiciado avión a EAU aunque, insistió tras una reunión con Netanyahu, su país sigue comprometido con la política de que Israel sea la potencia militar superior en la región.
Momani afirma que "Trump ha dejado claro que solo ve Oriente Próximo desde la óptica de cuántas armas le van a comprar los países árabes".
"Para él, la política exterior se reduce a cuánto cuesta y qué se puede conseguir a cambio", agrega.
Efectivamente, el presidente ha hecho algunas declaraciones alentando la firma de contratos armamentísticos con países cuestionados por su manejo de los derechos humanos y las libertades civiles.
Cuando en 2018 el periodista Jamal Kashoggi fue asesinado en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, lo que ocasionó un escándalo internacional, muchos acusaron a Trump de reaccionar con tibieza ante el gobierno del príncipe Mohamed Bin Salman, uno de los habituales compradores de tecnología militar estadounidense.
"No es nuevo que Estados Unidos apoye y venda armas a dictadores y hombres fuertes en la región; la diferencia es que con Trump se hace abiertamente", señala Momani.
Tiempos duros para Irán
Desde el principio de su mandato, Trump decidió poner fin a la era de desescalada en las difíciles relaciones con Irán emprendida por su antecesor, Barack Obama.
También en esto Trump se alineó con las tesis israelíes.
Retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear, que ofrecía a Teherán levantar las sanciones internacionales a cambio de que aceptara supervisión internacional de su programa de energía atómica y ordenó el ataque que mató en Bagdad al general Qasem Soleimani, hombre clave en el Irán de los ayatolás, lo que provocó una peligrosa escalada entre ambos países.
La vuelta de Trump a las sanciones ha agravado las dificultades económicas de Irán, aunque Momani cree que el problema venía de antes.
"Irán está sufriendo, pero no todo es obra de Trump. La firma del acuerdo nuclear no mejoró tanto la economía como los iraníes habían pensado", señala.
Makovsky recuerda que, pese a los reveses sufridos, "Teherán sigue teniendo una gran influencia en la región".
Las "guerras interminables" de Irak y Afganistán
Además del muro fronterizo con México, poner fin a las "guerras interminables" era otra de las promesas sobre política exterior que hizo Trump en la campaña para las elecciones de 2016.
El pasado 9 de septiembre, el Pentágono anunció la retirada de 2.200 militares desplegados en Irak, lo que supondría reducir más de un tercio su contingente en ese país, en el que está presente desde la invasión ordenada en 2003 por el presidente George W. Bush para derrocar a Sadam Hussein.
En Afganistán, donde inició una intervención a gran escala tras los ataques que el 11 de septiembre de 2001 derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, Estados Unidos alcanzó un acuerdo con la insurgencia de los talibanes para sacar sus tropas de allí antes de mayo de 2021.
El gobierno afgano negocia ahora en Qatar con los talibanes, a los que lleva años combatiendo junto a Estados Unidos, pero los insurgentes no han aceptado decretar una tregua y el país sigue sufriendo brutales atentados.
El gobierno de Trump no ha condicionado la retirada el año que viene a que se alcance un acuerdo de paz definitivo, lo que hace temer a muchos analistas un deterioro de la situación cuando esta se produzca.
Makovsky señala en conversación con BBC Mundo que "traer a las tropas de vuelta es una idea popular, pero Trump no las va a traer a todas sino algunas de aquí y de allá para dar la impresión de que es una gran tendencia".
Momani cree que el Pentágono se resiste a la retirada, tanto en Irak como en el noreste de Siria.
"Un repliegue de estas características lleva años y, aunque Trump quiere anunciarlo, los generales le dicen una y otra vez que están en ello".
Cambio de política en Siria
El gobierno de Trump parece haber desistido de los intentos de Obama por frenar al presidente sirio Bashar al Asad.
Con el apoyo de la Rusia de Vladimir Putin, Al Asad ha logrado la superioridad militar en la guerra civil que asuela su país desde 2011 sin que Estados Unidos haya tomado cartas en el asunto.
Pero Trump sí ha llevado a cabo acciones selectivas de impacto en Siria.
En abril de 2018, ordenó el bombardeo de instalaciones militares como respuesta a las denuncias de que las fuerzas de Al Asad habían llevado a cabo un ataque con armas químicas contra objetivos civiles.
Y en 2019 autorizó la operación de las fuerzas especiales que abatió a Abu Bakr Al Bagadi, el líder del autodenominado Estado Islámico.
El combate a esta milicia parece haber sido la prioridad de su gobierno en Siria y los responsables de su campaña no han dudado en presentar la reducción de la amenaza yihadista como uno de los logros del presidente.
Derribar a Assad ha pasado a un segundo plano. Y es que, dice Momani, "a Trump no le interesan los asuntos globales, porque tiene una perspectiva centrada exclusivamente en Estados Unidos".
Su problema de cara a las próximas elecciones es que quizá los votantes también la tengan.
Según Makovsky, "todos los presidentes tratan de presentarse con grandes logros de cara a la reelección, pero los acuerdos entre Israel y los países árabes no van a ser decisivos cuando la atención en el país está volcada en la pandemia y sus efectos económicos".