La cabeza de Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, tenía dos precios: el gobierno de Estados Unidos ofrecía US$5 millones por información que llevara a su captura y el colombiano, unos US$800.000.
Pese a ello, la operación para poner tras las rejas al jefe narcotraficante más buscado de Colombia, jefe del poderoso Clan del Golfo, apenas culminó este sábado, luego de casi una década de intensa búsqueda.
Otoniel, de 50 años de edad, fue detenido en el municipio de Necoclí, en el noroeste de Colombia, en una operación conjunta en la que participaron más de 300 uniformados del Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía Nacional desplazados en más de una veintena de helicópteros.
"Es el golpe más duro que se le ha propinado al narcotráfico en este siglo en nuestro país. Este golpe es solamente comparable con la caída de Pablo Escobar en los años 90", dijo al celebrar la noticia el presidente de Colombia, Iván Duque.
Pese a que Escobar, legendario jefe del cartel de Medellín, es con diferencia el capo narcotraficante más famoso del mundo, la comparación de Duque no luce exagerada, al menos, desde el punto de vista del esfuerzo hecho por el gobierno colombiano para capturarlos.
En 2015, las autoridades colombianas iniciaron un operativo para capturar a Otoniel en el que participaban unos 1.200 efectivos pertenecientes a los grupos élite mejor preparados del país, más del doble de los 500 que en su momento llegaron a estar rastreando a Escobar.
"Alias Otoniel era el narcotraficante más temido en todo el mundo, asesino de policías, soldados, líderes sociales, reclutador de menores", señaló Duque.
En cuanto al Clan del Golfo, el ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, dijo este sábado que se había convertido en los últimos años en "la mayor amenaza" debido a que "el mayor número de toneladas de coca que sacaba Colombia hacia mercados de EE.UU. y Europa era manejado y articulado" por esta organización criminal.
Según la prensa colombiana, contra Otoniel hay una circular roja emitida por Interpol por homicidio múltiple, secuestro múltiple y concierto para delinquir, entre otros delitos. Además, es objeto de más de 120 procesos judiciales abiertos por todo tipo de delitos.
Una historia de violencia
La vida de Otoniel puede verse como una acumulación de capas geológicas de la historia de la violencia en la Colombia de las últimas décadas.
Nació en Antioquia a principios de la década del 70 y a los 16 años se sumó junto a su hermano a las filas del desaparecido movimiento guerrillero Ejército Popular de Liberación (EPL).
Luego junto a su hermano Juan de Dios Úsuga David, alias "Giovanni", se vinculó a las FARC y más adelante, en lo que parece un giro de 180 grados, a los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia.
En 2005 ese grupo se desmovilizó (dejó las armas), pero los hermanos se unieron a las filas del jefe narco Daniel Rendón Herrera, alias "Don Mario".
Cuando éste fue capturado en 2009, Otoniel y Giovanni quedaron a cargo de la organización.
Otoniel se convirtió en líder máximo cuando su hermano murió a manos de la Policía Nacional durante un asalto a una "narcofiesta" de fin de año, el 1 de enero de 2012.
De familia a cartel
Considerado como un gran cartel, el Clan del Golfo era conocido inicialmente como los Urabeños, por la región del Urabá donde opera, aunque sus tentáculos se extienden a gran parte del país y más allá (miembros del grupo han sido capturados en Brasil, Argentina, Perú, España y Honduras).
En su núcleo ha estado un clan familiar, los Úsuga, al que no solamente han pertenecido Otoniel y Giovanni sino también varios primos y otros familiares cercanos.
Por ejemplo, Francisco José Morelo Peñata, alias "El Negro Sarley" (muerto en una operación policial en abril de 2013), tenía una relación sentimental con una de las hermanas de Otoniel, según la policía, y era el segundo de la organización tras la muerte de Giovanni.
La encargada de las finanzas del grupo era la pareja de Otoniel, Blanca Senobia Madrid Benjumea, alias "La Flaca", quien fue capturada en 2015.
Y quien era señalado por la policía como el contacto con los carteles mexicanos y el encargado de manejar la coordinación del tráfico de drogas hacia Centroamérica era un sobrino de Otoniel e hijastro de El Negro Sarley, Harlison Úsuga, alias "Pedro Arias", también apresado en 2015.
En agosto pasado, el gobierno de Colombia autorizó la extradición a Estados Unidos de Alexander Montoya Úsuga alias 'El Flaco', un primo de Otoniel que había sido capturado en 2012 en Honduras.
El departamento de Justicia de Estados Unidos ha calificado al Clan del Golfo como "una de las más importantes organizaciones de crimen organizado transnacional" que amenazan ese país.
Por otra parte, desde los tiempos en que eran conocidos como los Urabeños, el Clan del Golfo ha distribuido panfletos en los que se hacen llamar como Autodefensas Gaitanistas de Colombia, lo que es considerado por la prensa colombiana como un ardid para ocultar sus verdaderos fines.
Permanente evasión
Los fuertes vínculos familiares, así como su firme implantación en una zona de Colombia que conocen bien son algunas de las razones por la cuales a las autoridades les había costado tanto capturar a Otoniel.
En parte eso tiene que ver con la estrecha relación de su familia con Urabá.
Ellos son oriundos de la región, a la que los miembros del clan conocen bien.
Saben manejarse sobre su terreno y tienen poder sobre su población.
Tras la muerte de Giovanni, el clan decretó un paro armado que dejó estancada a la región por un par de días.
Pero Otoniel tenía también varios trucos para evadir a sus perseguidores.
Entre ellos, estaba el uso de perros criollos entrenados para que le den aviso cuando alguien extraño se aproxima, con tiempo suficiente como para poder escapar.
En una de esas huidas tuvo que dejar atrás a uno de esos animales, un sabueso fino colombiano.
Los policías se lo llevaron, le dieron el nombre de Oto y lo entrenaron y lo usaron en el operativo de 2015 para que los ayude a buscar a su antiguo amo, cuyo olor se le hace inconfundible.
Además, de acuerdo con la prensa colombiana, Otoniel no usaba aparatos tecnológicos como teléfonos celulares para evitar ser rastreado, por lo que se comunicaba con los miembros de su organización enviando mensajes de voz que eran distribuidos en grabadores y memorias USB por correos humanos.
El temor a ser capturado lo llevaba también a cambiar constantemente el lugar donde pasaba las noches, usualmente en la selva y, con frecuencia, en chozas de madera.
Esas viviendas rurales contrastaban con los televisores de pantalla gigante, las bebidas costosas y los perfumes de lujo que las autoridades solían encontrar cuando le seguían los pasos.
Otro elemento distintivo de sus guaridas eran unos costosos colchones especiales, que le ayudaban a amainar las molestias de una hernia de disco.
Ahora que ha sido detenido no queda claro si podrá persuadir a las autoridades de que en la cárcel le permitan dormir en un colchón semejante.