Ashley Strong tiene tres hijos concebidos con FIV (fecundación in vitro). Sabe que no quiere más, pero sigue pagando cada año por congelar tres embriones en una clínica.
"Sigo pagando para no tener que tomar la decisión", le dijo Ashley a la periodista de la BBC Emma Barnett.
Cada año, la clínica le escribe preguntándole qué quiere hacer. Pero continúa resistiéndose a tener que deshacerse de ellos.
"La carta llega anualmente", cuenta Ashley.
"Me esfuerzo mucho para no abrirla o la miro durante el mayor tiempo posible para darme un poco de tiempo para pensar en ello".
"Han estado almacenados durante ocho años y todavía no puedo tomar una decisión".
Algunas personas que se someten a un tratamiento de fertilidad generan embriones múltiples después de su ciclo de FIV.
En lugar de desechar los embriones que no se transfieren, existe la opción de congelarlos para usarlos en el futuro, en caso de que el tratamiento no funcione o para tratar de tener otro bebé en una fecha posterior.
Las regulaciones varían de país a país. Pero en Reino Unido, las personas pueden tener sus embriones almacenados hasta por 10 años.
Después de ese tiempo, tienen que decidir qué hacer con ellos: usarlos, donarlos o, como lo describe la terminología, "dejarlos morir".
Según la Autoridad de Fertilización y Embriología Humana (HFEA) de Reino Unido, los costos de almacenamiento en este país pueden variar entre US$160 y US$460 al año.
"Apego emocional"
"Estaba confiando en el hecho de que el límite de 10 años llega a su fin y en que alguien más tomaría la decisión por mí", explica Ashley.
"Pero entonces recibí una carta hace un par de semanas que decía que debido a la covid-19, lo extenderán por dos años más".
"Pensé: 'Eso solo significa que voy a tener que pagar dos años más'".
"Realmente quizás debería tomar una decisión y seguir adelante, pero lo encuentro increíblemente difícil y no creo que pueda tomar una decisión sin una asesoría".
"Para mí, en este momento ninguna de las opciones son aceptables y eso es con lo que estoy luchando".
Parte de la razón por la que la decisión es tan dolorosa para Ashley es que está vinculada a las dificultades que enfrentó para tener hijos.
"Hemos pasado por tantos abortos espontáneos, tantas decepciones, por lo que desecharlos así es realmente difícil para mí".
Dice que su esposo no se muestra tan susceptible con el proceso y que estaría "muy satisfecho si los embriones fueran donados".
Pero para ella existe un vínculo emocional que le impide tomar una decisión.
Las cifras de la HFEA muestran que en 2018 se donaron 164 embriones para reproducción y 721 a la ciencia.
El organismo no tiene los datos de cuántos embriones perecieron después del límite de almacenamiento de 10 años.
Pero reconoce que "despedirse de los embriones restantes puede ser una decisión difícil".
Natalie Silverman y su esposo tienen un hijo de cinco años que fue concebido a través de una FIV financiada por los servicios de salud británicos.
Su tratamiento les dio derecho a un año de almacenamiento, pero después tuvieron que financiar ellos mismos los costos.
Gradualmente se dieron cuenta de que no podían permitirse tener otro hijo ni seguir pagando por el congelamiento.
Natalie, quien presenta un podcast sobre fertilidad, estuvo en terapia durante 18 meses para aceptar el proceso.
"Me pareció una decisión sumamente difícil porque estás poniendo un fin definitivo a algo. Estás diciendo: 'No voy a tener más hijos'", explica.
Decir adiós
También para Natalie decidir qué hacer con sus embriones fue una decisión enorme.
Dice que, para ella, donarlos a otra pareja no era una opción porque no podía imaginar que hubiera "otra réplica de mi hijo".
Entonces Natalie y su esposo optaron por donar los tres embriones a la ciencia. Y señala que la gratitud que recibieron los hizo sentirse más felices con la decisión.
"Los embriólogos saben que les están donando algo que es lo más preciado. Se refieren a ello como un regalo y hablan de los embriones como un material precioso", indica.
"Sentí que que era algo que podía entender".
La pareja donó sus embriones en febrero, en un proceso largo que involucró mucho papeleo.
Pero después llevaron a cabo una ceremonia para despedirse de los hijos que nunca tendrían.
"Fuimos a la playa y tiramos tres rosas al mar para marcar nuestros tres embriones y fue realmente hermoso", dice Natalie.
"Fue encantador ver como volvían con la marea y, mientras nos alejábamos, vi a otra mujer detenerse y tomar una fotografía, lo cual fue muy conmovedor".
"Creo que conmemorar este tipo de cosas es realmente importante como punto del cierre", agrega.